lunes, 23 de abril de 2012
SOBRE LOS GRADUADOS UNIVERSITARIOS
Octubre de 2008
Compartiré brevemente algunas opiniones, algunas reflexiones, en la perspectiva de caracterizar ciertos aspectos que identifican a los graduados universitarios.
La vieja tensión entre preparar personas para pensar y ser más libres, y por ende más humanas, y la de preparar personas para desempeñarse profesionalmente y ganarse la vida como tal, lejos de estar saldada, aparece fortalecida en la actualidad y adquiere, en ocasiones, ribetes casi trágicos ante la hegemonía creciente de un modelo globalizado que apunta -sin titubeos- hacia la inequidad y hacia la ausencia de solidaridad.
La vocación hacia determinado tipo de disciplinas y de profesiones, usualmente se ve interpelada y confrontada, básicamente en los años cercanos a la graduación, con la legítima aspiración y necesidad de poder trabajar en aquello para lo cual uno se orientó y se formó, y lograr en consecuencia, el sustento económico para cubrir sus necesidades a partir del ejercicio de su profesión, es decir del título obtenido.
Los jóvenes estudian para crecer como individuos, pero también para adquirir y dominar un determinado instrumental específico, que les garantice -o por lo menos les facilite- su futuro profesional y también su futuro económico.
Por eso, especialmente hacia los últimos años de la carrera, los estudiantes ya expresan avidez por alternativas de inserción laboral y por ir acumulando antecedentes curriculares que los vaya ubicando en mejores posiciones para afrontar con éxito la inminente y cruda realidad del mercado.
El mercado, hoy más que nunca extremadamente endiosado, tiende a estrujar sin pudor ni vacilaciones, las esperanzas y las utopías de los jóvenes graduados de poner sus conocimientos al servicio de la sociedad (esa misma que le ha garantizado y solventado sus propios estudios), en la perspectiva de contribuir a la construcción de relaciones sociales basadas en la solidaridad, en la cooperación y en la fraternidad.
La pura lógica del individualismo y de la competencia, la exacerbación del “sálvese quien pueda”, los objetivos y crueles datos del desempleo y aún del sobreempleo para ganar lo básico y rasguñar apenas la “llegada” a fin de mes, arrojan a los profesionales -y al conjunto de la sociedad- a una inhumana lucha entre pares en desgracia por la disputa infraterna de lo poco que queda.
La pérdida creciente de la concepción de preservar a la salud, a la educación, a la vivienda, a la justicia como bienes públicos inalienables e imprescriptibles, contribuye poderosamente a este proceso de degradación colectiva, donde los ideales de conjunto para el mejoramiento de las condiciones de vida de toda la población, han quedado marcadamente subordinados y estigmatizados como algo anacrónico y casi ridículo.
En este cuadro de situación, algunos graduados quedan ligados a la Facultad a partir de su inserción como docentes, algunos participando en actividades y cursos de posgrado y la inmensa mayoría desarrollando (y luchando) su propia vida profesional, en diversos escenarios alejados del ámbito que los formó.
Con frecuencia, los graduados demandan de la Facultad nuevas y mejores instrumentaciones profesionales, para poder competir más eficazmente y lograr mejores ubicaciones en el ámbito laboral.
Recuperar y mantener un intercambio fructífero entre los graduados, a menudo dispersos por variadas razones, y la Facultad de origen donde estudiaron, constituye todo un desafío en esta época de fragmentaciones, de futuros inciertos, de concentraciones de riqueza inimaginables y de cristalización de fuertes adversidades para el desarrollo de los profesionales, todo lo cual debilita los lazos de solidaridad que las sociedades humanas necesitan para ser valoradas como tales.
Seguramente con muchos de ustedes, hoy graduados, nos entrelazaremos en el futuro -aún de manera anónima- en acciones diversas en pro de la defensa de la educación pública, que es también la defensa de la democracia y la defensa de los intereses del conjunto de los habitantes de la Nación.
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