lunes, 23 de abril de 2012


LA LEY Y LA VIDA, GARANTIZADAS

 Publicado en Diario "Clarín". Buenos Aires. Marzo 17 de 1999.
                                                                                     
Hace pocos días, la jueza de Menores de San Isidro María Cristina Piva de Argüelles resolvió dejar escapar a tres adolescentes de 15 y 16 años , los cuales amenazaban con matar a sus rehenes si no los dejaban libres. Dichos jóvenes asaltaron una vivienda, retuvieron a la dueña de casa y a una hija de 14 años y, cuando fueron descubiertos y rodeados por la policía, exigieron la presencia de los medios y de un juez para negociar que les permitieran escapar con sus dos rehenes, a los cuales dejarían libres dentro de la villa La Cava de San Isidro. De no cumplirse su exigencia matarían a la madre y a la hija.

La Policía rodeó la vivienda y dispuso de tres francotiradores para disparar a los adolescentes y, de ese modo, rescatar a las víctimas. La jueza privilegió la preservación de la vida (de asaltados y asaltantes) y ordenó a la Policía que los dejara escapar. El episodio concluyó con la liberación de la madre y su hija y con la fuga de los tres adolescentes.

La sensatez, personal y jurídica de la jueza, que primó en el hecho, desató diversas reacciones que ameritan ser analizadas.

En primer lugar, la reacción de la Policía. Según la crónica periodística, unos 80 hombres del Grupo Especial de Operaciones de la Policía Bonaerense aplaudieron irónicamente en el momento que se permitía salir a los asaltantes con los rehenes. Cuestionaban y rechazaban, de este modo, la decisión de la autoridad pertinente a quien deben respeto y acatamiento de sus instrucciones.

Que la Policía, subordinada de la Justicia, se mofe de la decisión de una jueza -y además públicamente- constituye un hecho social que contribuye al debilitamiento de la legalidad democrática. La Policía parecía preferir reprimir o matar; la jueza, por suerte, optó por prevenir y resguardar, prioritariamente, la vida humana.

En segundo lugar, las declaraciones de un camarista que cuestionó duramente la determinación de la jueza, aduciendo además que “la orden era arbitraria e ilegal” y que “los policías se deberían haber alzado”.

En un país como el nuestro, donde las fuerzas policiales y militares se han “alzado” con tanta impunidad y con los horribles resultados por todos conocidos, reivindicar que los policías deberían haberse alzado contra la orden de la jueza, no sólo resulta asombroso por la investidura de quien asume tal postura, sino también por el peligro que significa, para la vida democrática, el incumplimiento de la juridicidad que la Nación necesita.

Cabe también señalar que la consideración de que la jueza debió elegir entre la vida de los rehenes o hacer cumplir la ley, implica una disyuntiva incorrecta. En rigor, preservar la vida debe constituir un aspecto central e irrenunciable para toda sociedad que se precie de moderna y humana.  Garantizar la vida de la gente es, en consecuencia, cumplir de la manera más acabada con la ley.

La señora que sufrió el asalto declaró: “Buscaban plata. Estaban obsesionados por la plata”. A su vez, uno de los adolescentes de 15 ó 16 años le respondió a la doméstica que trabajaba en la casa, lo siguiente (cuando ésta le preguntó por qué no se iban): “porque tengo que mantener una familia”.

Sin pretender buscar justificación a las acciones delictivas, conviene recordar que solamente en la provincia de Buenos Aires existe un millón de niños y adolescentes con necesidades básicas insatisfechas. Esta terrible realidad, nos debe obligar a reflexionar agudamente acerca de la intrínseca relación estructural de los principales problemas que padecemos, con los efectos últimos y trágicos que evidencian la degradación creciente del funcionamiento social.

Creer que matando o encerrando a los niños y adolescentes (además en lugares inadecuados y violatorios) se vislumbrará una solución a la compleja situación actual, no sólo es ingenuo y estéril sino que desvía y obtura -muchas veces intencionadamente- la posibilidad de analizar a fondo la búsqueda de alternativas superadoras de los procedimientos anacrónicos e inhumanos que siguen teniendo lamentable vigencia en nuestra sociedad.

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