PERFILES PARA UN NUEVO PROYECTO NACIONAL
Publicado en Revista "Desde el fondo" Nº 31. Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná, Agosto de 2003.
Pensar y escribir sobre "Proyecto
Nacional" parece remitirnos a la década de los 70 en nuestro país. O a
pensar en qué Nación nos quedó después
del proyecto de brutal "desnacionalización" que se inició con la
dictadura cívico-militar de 1976 y que culminó exitosamente durante esa
"otra Década Infame" (como la describe Estela Grassi), liderada en
los 90 por el peronismo menemista.
En rigor, Argentina en poco más de un siglo
tuvo dos grandes proyectos nacionales: el liberal de la Generación del 80
(elitista y modernizador) y el populista del
peronismo del 46 (distribucionista y de desarrollo hacia adentro).
El Proyecto de los 80, aunque con inequidad, construyó las bases de un gran país.
El del 46, aún con contradicciones, revolucionó el escenario político y social
al intentar -como debe ser- la recreación de una "Nación para todos".
Aquellas tres profundas y fantásticas banderas
(aún inconclusas) del peronismo, ¿a qué aludían?: ¿a la liberación nacional?
¿al socialismo nacional? ¿a la liberación nacional y social? La independencia económica, la soberanía
política y la justicia social sobrevolaron el complejo y tensionado espacio del
despliegue de un capitalismo nacional (encarnado en la llamada "burguesía
nacional" que se deshilachó muy rápidamente perdiendo progresividad
histórica) y la ilusoria emergencia de un proceso de socialismo nacional, que
animó a los esperanzados en la plasmación de una sociedad más justa e
igualitaria y que -por otra parte- asustó y puso en firme reacción a los
sectores tradicionalmente privilegiados de la sociedad.
Por sobre las ideologías, la vigencia de un
"proyecto nacional" debería incluir -como su propio nombre lo indica-
a todos los habitantes del país, con el aditamento de que esa inclusión se debe
verificar en un marco de iguales
derechos e iguales obligaciones para el conjunto de los ciudadanos. Llámese como se llame, esa sería una sociedad
digna y madura, que habilitaría al pleno goce para todos, de los bienes y
servicios (materiales y culturales) socialmente
producidos.
Como afirman algunos autores, el proyecto de la
"revolución conservadora" en Argentina, principalmente lo llevó a
cabo el peronismo durante la década de los 90. Indudablemente el menemismo fue
y es también peronismo, pragmático a la hora de adecuarse a los tiempos de la
hegemonía del neoliberalismo y la supremacía de EEUU. Lo que en Inglaterra se
hizo de la mano de la "dama de hierro" Thatcher y en EEUU de la mano de la nueva derecha de Reagan y Bush, en
Argentina se concretó bajo el liderazgo peronista del riojano Carlos Menem.
Y hoy este
país descuartizado, en ruinas, degradado
a niveles impensables pocos años atrás, necesita pensar y poner en práctica un
proyecto de recuperación colectiva, que apunte a construir un nuevo sentido de
pertenencia.
El país se fue dando vuelta como un guante,
dejando en la nueva superficie la llaga de más del 50 por ciento de la
población en condiciones de pobreza. De ahí que el primer e insoslayable paso,
para la futura reconstrucción de la nación, deberá restañar las profundas
heridas y necesidades de los más expoliados del sistema, disponiendo recursos y
estableciendo los requisitos que permitan mejorar inmediatamente las
condiciones de vida de esa gran parte de la población.
La lucha contra la
pobreza debe constituir hoy, en Argentina, la gran causa nacional. Ese será el paso ineludible para
avanzar en cualquier formulación de un nuevo proyecto nacional, que siente las
bases de una sociedad libre, no fragmentada y justa, de la que cada miembro se
sienta partícipe y en condiciones de proyectar creativamente su vida, con (y no
sobre) los demás.
De todos modos, si bien formulamos
esta descripción crítica de la difícil situación por la que atravesamos (cuya
responsabilidad deviene del fundamentalismo neoliberal aplicado a rajatablas
por más de una década), no obstante ello Argentina está iniciando un
interesante proceso de oxigenación política, que posibilita ir recuperando
cierto optimismo acerca de un mejor futuro para la Nación.
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