Nota publicada en el Diario "Página
12".
Buenos Aires, sábado 11 de julio de
2009, página 6
QUIEREN AHOGAR Y TUMBAR AL
GOBIERNO
Norberto
Alayón *
* Profesor Titular Regular y Ex
Vicedecano
de la Facultad de Ciencias Sociales-UBA
“No le vamos a dar ni un minuto
de respiro” al
Gobierno, expresó un diputado del partido Unión PRO, según crónicas
periodísticas del 8 de julio. Según la prensa, la expresión “se refería a la
decisión del amplio arco antikirchnerista de impulsar una sesión especial en
la Cámara baja,
con el objetivo de impulsar una serie de temas, con la baja de las retenciones
al agro como bandera”.
¿Será una mera y casual expresión altisonante de un
legislador desbocado, embravecido, o embebido ante el reciente resultado
favorable de las elecciones? ¿Por qué no quieren que el Gobierno
respire?
¿Será éste el modo de mantener y preservar la estabilidad
institucional y democrática, que los distintos líderes opositores, previo al
acto electoral, se empeñaban en resaltar que defenderían a
ultranza?
¿Y
las reiteradas invocaciones propagandísticas de la oposición que mencionaban que
era necesario el “consenso” entre los distintos actores y sectores, que había
que desterrar el “estilo violento, confrontativo y agresivo” del Gobierno,
convocando a una especie de “paz vacía”, negadora del
conflicto?
Y
si el lenguaje pre-electoral edulcorado, vacío, a veces de tinte beatífico, con
una apariencia (sólo apariencia) inodora, incolora e insípida, constituía la
“propuesta superadora”, ¿por qué a tan pocos días de las elecciones se le quiere
quitar el aire al Gobierno, rescatando y llevando a cabo un accionar que propone
el conflicto, a partir del intento de “cortarle la respiración” al
adversario?
Hechas estas primeras preguntas, aparentemente cándidas,
vayamos al grano.
En
primer lugar, resulta obvio que ese diputado de Unión PRO no se extralimitó en
las palabras y que sólo verbalizó lo que, antes y después de las elecciones,
representa el pensamiento genuino de los sectores de poder más concentrado, que
vieron afectados sus intereses (en lo económico, en lo ideológico, en lo
cultural, en lo religioso, etc.)
El
conflicto, y mucho más en la arena política, es inherente al comportamiento de
los hombres, en la defensa y lucha por los intereses no idénticos que todos
tenemos o representamos. El conflicto de intereses siempre existe, aún para los
que aparentan no creer en los conflictos y hablan huecamente del “consenso”,
para disimular sus propios intereses.
El
gobierno actual, a pesar de sus objetivas limitaciones y debilidades, a pesar de
sus vacilaciones y claudicaciones, algo habrá hecho para que el agitado
agrupamiento de los sectores conservadores de la sociedad no lo quiera “dejar
respirar”. No lo están atacando por las cosas que hace mal o que deja de hacer.
Lo están atacando precisamente por aquellas cosas (insuficientes) que hizo
bien.
Y
buscan debilitarlo para que no siga avanzando en la defensa de los intereses del
conjunto de la sociedad. Si lo ahogan, si lo acorralan, si minan su poder, les
será más fácil entonces imponer y preservar sus intereses particulares, ajenos a
las mayorías populares.
La
oligarquía, que a partir de sus inconmensurables ganancias fue construyendo un
típico comportamiento parasitario, y la alta burguesía, que se apropió también
de un estilo prebendario y de poco riesgo, tienen una muy clara conciencia de
sus intereses de clase. Y actúan firmemente, sin vacilaciones, con todos los
recursos materiales y simbólicos, cuando algún gobierno osa siquiera rozar sus
cuantiosas y frecuentemente mal habidas ganancias.
Y
estos sectores no se sienten cómodos con el funcionamiento democrático -aún
débil, imperfecto y vacilante- y mucho menos con los proyectos populistas. Basta
observar el apoyo y participación directa de muchos de sus representantes en las
dictaduras de 1966 y 1976. La Sociedad Rural Argentina registra una trayectoria
impecable y coherente en ese sentido; y hoy también constituye un ariete
significativo en las tendencias destituyentes. Funcionarios de las dos últimas
dictaduras, hoy continúan su activa y relevante participación en el partido
Unión PRO, que suele presentarse como impulsor de la “nueva política”. En el
campo del periodismo político o directamente de la política, expresada a través
del accionar periodístico, Mariano Grondona refleja un caso paradigmático,
altamente eficaz y representativo de esos intereses. En el terreno de los medios
de comunicación, y en particular de los diarios, el tradicional matutino
La Nación , es
una oda histórica sin grietas.
Hoy, la anulada Resolución 125 y la firme avanzada por la
reducción de las retenciones, apunta a dos objetivos claves: el primero, como
siempre, es preservar las mayores tasas de ganancia de los sectores económicos
altamente concentrados, que no dudan –por su propio interés de clase- en ningún
momento, en la defensa de un país para pocos, lo cual ya contiene en sí mismo,
una clara perspectiva antidemocrática. Y el segundo, que se desprende
automáticamente del primero, es escamotear recursos para una distribución más
equitativa de la riqueza nacional, lo cual le quitaría oxígeno al Gobierno,
aumentando su debilidad y arrinconándolo cada vez más hacia el retroceso y
empujándolo hacia el precipicio.
El
diputado del partido Unión PRO no hace más que decir la cruda y cruel verdad. No
quieren que un proyecto distinto, aún balbuceante y contradictorio, “respire” y
prospere. Lo quieren ahogar, y si logran que quede exhausto y con mínima
respiración, tendrán las mejores posibilidades para derrotarlo y
enterrarlo.
Desde adentro y desde afuera del Gobierno, convendrá
visualizar claramente esta dura encrucijada, que requerirá detectar, utilizar y
liberar las mejores fuerzas, en todos los campos, para profundizar la
construcción de una sociedad más justa, con empleo y sin pobreza, con salud y
educación para todos.
Con
“aire” solamente el Gobierno no podrá garantizar estos objetivos; pero si no lo
dejan respirar terminarán tumbándolo, y si ello desgraciadamente llegara a
acontecer, por el principal accionar de los sectores conservadores y de los
aliados objetivos, pero también por la inacción o la ceguera de los gobernantes,
no perderá sólo el kirchnerismo, perderá el país
todo.
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