EL
CURA GRASSI Y EL POLICÍA GARRIDO
Publicado en "El Diario". Puerto Madryn, Chubut. Junio 22 de 2009.
En octubre de 2002 (hace casi siete años), el
cura Julio César (¡nombre
omnipotente si los hay!) Grassi fue
detenido, por un par de días en una comisaría, acusado de abusar sexualmente de
niños que estaban alojados en el Hogar “Felices los Niños” de Hurlingham, bajo
su dirección.
El policía
Aldo Garrido, fue asesinado en ocasión de robo, en el centro comercial de
San Isidro, hace cuatro meses (en febrero de 2009), por Débora Acuña y su
pareja Ernesto Luque.
Los asesinos de Garrido fueron condenados,
con pertinente celeridad en cuatro meses, a prisión perpetua. La mujer podrá
solicitar el beneficio de la libertad condicional, al cumplir 35 años de
detención. El hombre, por ser reincidente, no podrá acceder a la libertad
condicional y se estima que deberá permanecer en prisión 50 años.
Se trata de casos bien distintos: por la
índole de los delitos; porque en un caso la condena se produjo a los cuatro
meses, y en el otro a los siete años; por el origen y la “valoración” social de
los delincuentes (los unos, gente sin profesión y asesinos, y el otro, cura y
pedófilo); los asesinos comunes contaron con defensores oficiales, mientras el
cura violador tuvo a su disposición diversos, prestigiosos y onerosos estudios
de abogados.
El pasado 10 de junio el sacerdote católico
Grassi fue condenado a 15 años de prisión por los delitos cometidos, pero aún
así continúa en libertad y hasta con permiso para visitar el Hogar de niños y
niñas que él dirigía y donde abusó de los menores. El sentido común siempre
aconsejó que no resulta prudente permitir que una comadreja ingrese a un
gallinero.
El Tribunal que juzgó al cura
Grassi consideró que "de acuerdo a la descripción de los hechos (...)
resulta clara la orientación sexual de los tocamientos, beso en la boca y
fellatio, por lo que el tema en trato no merece mayores comentarios". Y
luego agregó: "Con respecto a la corrupción, evidentemente Grassi, para
satisfacer sus bajos deseos, no trepidó en llevar adelante, con un menor de 13
años, conductas que -no podía ignorar-, eran aptas para desviar el normal
desarrollo de su sexualidad".
Hace 8 años, en junio de 2001, otra estrella
brillaba en el firmamento del celestial cura Grassi, mientras desplegaba
activamente sus hábitos, no precisamente cristianos, violando a los niños que
él mismo acogía en su Hogar. En aquella época, la Fundación Novum Millenium, ligada al cavallismo, había organizado una cena de
“caridad”, recaudando 300 mil dólares para la Fundación Felices
los Niños, conducida por el cura.
La presencia y el esplendor de ese momento
para el cura Grassi, que ahora se comprueba (aunque parece que ya muchos lo
sabían desde hacía tiempo, incluyendo la jerarquía eclesiástica) que venía
desarrollando una activa vida sexual con los niños, hizo que llegara hasta ser
mencionado y sugerido por Sonia Cavallo, la influyente esposa del no menos
influyente ministro de Economía Domingo Cavallo, para ocupar el cargo de
ministro de Bienestar Social de la
Nación.
Los jueces que juzgaron y condenaron en
cuatro meses a los asesinos del policía Garrido afirmaron en su fallo que Acuña
(la mujer), al dispararle a Garrido “demostró una frialdad que hiela la
sangre”. Probablemente haya sido así. Cuando el sacerdote Grassi, según el
propio Tribunal que lo juzgó, condenó y dejó en libertad, “tocaba, besaba en la
boca y le practicaba fellatio” al niño de 13 años que estaba internado en el
Hogar (¡vaya qué hogar!), ¿qué habrá demostrado: frialdad o calor? Y a la
población, y en especial a los niños violados y a los que sigan siendo violados
en el futuro, ¿qué les producirán los aberrantes -y a menudo impunes- delitos
como los cometidos por el cura Grassi?
¿Les helará la sangre o les hará hervir la sangre?
A pesar de las diferencias, en
un caso (los asesinos de Garrido) se juzgó y condenó prestamente; en el otro
(el del violador Grassi) se demoró casi 7 años y el delincuente ni siquiera
está detenido. Para el ciudadano común, no necesariamente especialista pero
tampoco zonzo, se le reavivan reminiscencias de la fábula de la liebre y la
tortuga: acelerados unos y retardados otros.
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