EL APORTE UNIVERSITARIO
Publicado en Diario "Página 12". Buenos Aires. Junio 6 de 2000.
Las autoridades de las universidades nacionales aportaremos
el 12 por ciento de nuestros salarios, para atemperar (?), mínimamente, la
crisis económica actual.
Para algunos, lo expresemos o no, se tratará de una
contribución sin convicción, resignada, probablemente estéril.
¿Qué abona esta sensación?
¿La mezquindad del bolsillo propio, la ausencia de solidaridad, o
sentirse concientemente defraudados al comparar el óbolo ínfimo con el
incumplimiento de obligaciones y de aportes por parte de personas y grupos que
acumulan ganancias inconmensurables?
¿Cuánto se podrá recaudar por esta vía? ¿Cuatro, cinco,
siete millones de pesos? Tomada en abstracto parecería una suma
considerable. Más allá de lo que se
pueda recolectar, ¿cuánto pierde en calidad una democracia, cuando debe
apelarse a la beneficencia porque no se
decide cobrarles a los grandes evasores, a los expoliadores, a quienes
concentran riqueza extrema, impúdica y usualmente dolosa?
Comparemos rápidamente algunos montos -entre tantos-
pendientes de pago. Solamente si se le cobrara al grupo Macri el canon que
adeuda por el negocio del correo, se obtendrían 150 millones de pesos. ¿Por qué
no se le cobran los aportes patronales a la empresa Repsol-YPF que obtiene
ganancias de 1.200 millones al año? ¿Por qué no se les cobra el IVA a las
empresas de televisión por cable? ¿Por qué los aportes patronales de las empresas
privatizadas mantienen aún hoy la rebaja que les concedió Domingo Cavallo en
1994? ¿Por qué el Estado subsidia con 23 millones anuales a la empresa privada
que compró Yacimientos Carboníferos Fiscales? ¿Por qué no se les cobra los
cánones atrasados por 50 millones, a los concesionarios del servicio de
ferrocarriles? ¿Por qué no se controlan las importantes evasiones aduaneras?
¿Por qué no se cobran los 85 millones que adeuda el consorcio que controla el
negocio de los aeropuertos?
Nuestro país padece el
14,5 % de desocupación,
aproximadamente un tercio de su población se halla debajo de la línea de
pobreza y soporta una fraudulenta deuda externa de 145 mil millones de dólares,
por la cual paga alrededor de 10 mil millones al año de intereses.
Que las autoridades universitarias se avengan
voluntariamente a donar parte de sus ingresos, mientras no se pone de
manifiesto una decidida vocación política para castigar a los evasores, para
sancionar a las grandes empresas o consorcios que mantienen impagas sus deudas,
mientras se continúa con las políticas de exenciones y subsidios estatales a
poderosos grupos económicos, mientras se perpetúa el drenaje de los recursos
nacionales por medio del dócil pago de la deuda externa, más que un acto de solidaridad puede
transformarse en una trágica caricatura, minando los principios de la equidad
cierta que deben imperar en un régimen democrático.
Los 10 años de menemismo y de plena vigencia de crueles
políticas neoliberales -impulsadas por los diversos organismos del llamado
financiamiento internacional- que nos llevaron a la terrible situación actual,
deberían servir de experiencia para evitar la adopción de medidas similares,
máxime cuando esas recetas están ya absolutamente desprestigiadas a nivel
mundial, por su ineficacia para solucionar los problemas de nuestros países.
Si se tratara de medidas que acompañan políticas orientadas
a avanzar firmemente sobre los intereses de los sectores más poderosos y, desde
ahí, se convocara a la solidaridad del conjunto, otro sería el cantar. Pero que
algunos sectores de la sociedad deban soportar duramente los rigores de la
crisis, mientras otros permanezcan en el jolgorio del enriquecimiento sin
límites, conduce irremediablemente a la irritación y a la desesperanza ante la evidente
inequidad.
La gente estará convencida de colaborar con el conjunto, si
percibe que el esfuerzo demandado no será dilapidado al subsistir sectores que
no sólo quedan exentos de la contribución, sino que además fortalecen su poder
económico y político a costa del bienestar de la sociedad.
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