Publicado en
Diario “Página 12” , Suplemento Económico Cash, Buenos
Aires, Junio 26 de 2011, página 8
CONTROLAR AL
CAPITAL
Los objetivos de dicha capacitación
tienden a evitar maniobras de vaciamiento, a que las empresas justifiquen
adecuadamente la no distribución de dividendos, a estudiar en detalle las
propuestas de capitalización que, eventualmente, puedan debilitar la
participación de los accionistas minoritarios y a realizar una adecuada
fiscalización en temas impositivos.
Podría parecer una medida
administrativa más o bien tratarse de algo obvio, habida cuenta de que si el
Estado posee acciones en dichas empresas, resulta lógico que participe en la
gestión económica de las mismas. Pero no resulta obvio por varias
razones:
a) por la tradicional resistencia de
ciertos grupos económicos acostumbrados a desplegar operaciones diversas que, en
muchas ocasiones, perjudicaron al Estado y a la sociedad en su
conjunto.
b)
por la connivencia de cierto tipo de Estados que representaron
directamente los intereses más voraces de los grupos de gran poder económico,
los cuales -en definitiva- terminan siendo más poderosos que los propios
gobiernos.
c) por la fragilidad y debilidad
política de ciertos gobiernos que, a pesar de reconocer lo lesivo de esas
prácticas empresariales para el interés común, sucumbieron a los
condicionamientos, a las presiones, a los chantajes, so pena de correr el riesgo
de la desestabilización institucional y hasta de la interrupción de su mandato
constitucional.
Es que tales actores económicos
estuvieron (¿están?) convencidos de que es legítimo tener más poder que los
gobiernos y, en consecuencia, actuaban en y sobre la
Casa Rosada , como si se tratara de su propia
casa (o su propia empresa) por sobre la autonomía y la verdadera legitimidad que
emana de la soberanía popular, expresada por los canales constitucionales
pertinentes.
Se trata de los mismos sectores,
muchas veces de los mismos apellidos y también de los mismos intereses que
aspiran a convertir al Estado en un negocio o bien que el Estado sea su socio,
actuando como sostén y garante de sus impúdicas prácticas en perjuicio de la
comunidad nacional.
Se torna muy necesario, entonces,
actuar con firme decisión política en la defensa del interés colectivo. Un
Estado, con vocación política dirigida a proteger el interés nacional y popular,
no puede prescindir de regular y supervisar el accionar de los sectores del
capital. La política, en representación del interés general, debe primar por
sobre el comportamiento de las empresas.
No se trata de impedir el accionar
del capital, pero sí de controlarlo al máximo de lo posible -teniendo en cuenta
las condiciones y características objetivas en que se desenvuelven nuestras
sociedades- para evitar que su inequitativa “racionalidad” se desmadre y se
despliegue en extremo.
En los años 70, una medida como la
adoptada por la
ANSES habría sido caracterizada como insuficiente, como tibia,
como distractiva de los profundos cambios estructurales que se consideraban
imprescindibles; pero estamos en 2011 y el mundo y la Argentina son lo que son y no
(lamentablemente) lo que hubiéramos querido que fueran.
Como decía Paulo Freire, “para poder
mañana lo que hoy es imposible, tenemos que ir haciendo lo que hoy es posible”,
y ello no significa claudicación o resignación, sino agudeza política para
comprender y enfrentar en concreto los desafíos coyunturales de la historia.
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