Nota publicada por el diario “Miradas al Sur”.
Domingo 31 de mayo de 2009 – páginas 6 y
7
Norberto Alayón *
* Profesor Titular Regular y Ex
Vicedecano
de
la Facultad
de Ciencias Sociales de la
UBA
Nuestra
Argentina no nos permite aburrirnos o, como en este caso, dejar de
indignarnos.
Resulta que
la Unión
Industrial Argentina (UIA) le reclama a las autoridades
argentinas que revea, es decir que impida, la incorporación de la República de Venezuela
como miembro pleno del Mercosur.
La verdad que,
en períodos democráticos, nadie está impedido de pedir o reclamar. Se puede
pedir cualquier cosa. Pero éste no es un reclamo alocado de algún grupo
gravemente afiebrado, en forma repentina, por la llamada gripe
porcina.
Se trata de un
grupo predominantemente consistente (con toda la amplitud de lectura que tiene
esta cuestión de la consistencia) que quiere marcar terreno, que quiere advertir
y condicionar al gobierno nacional, que se afana (perdón, por el uso de este
verbo) en pretender fijar la política exterior.
Esta Unión
seguramente tiene añoranzas de otros períodos, de otros gobiernos y de otros
funcionarios, que servían más puntualmente a los intereses de las grandes
empresas “argentinas”.
Hace ya mucho
tiempo, el Dr. Juan Alemann (ex Secretario de Hacienda del dictador militar
Rafael Videla y del dictador civil José Alfredo Martínez de Hoz) reconoció
claramente que “…en definitiva, el Estado es el socio oculto de todas las
empresas privadas”. Y hay que reconocer que tenía razón Alemann. En algunos
momentos de la historia, el Estado es el “socio oculto” de las empresas privadas
y en otros es el “socio desfachatado” que ya no necesita disimular, momentos en
los cuales los sectores del gran capital despliegan obscenamente sus enormes
privilegios, con toda soberbia y hasta como si se tratara de un hecho “lógico y
normal”.
Quienes
detentan el poder económico, apuntan
a apropiarse o, por lo menos, condicionar el poder político, y también controlar el
poder ideológico (la educación y los
medios de comunicación de masas, es decir los canales de televisión, las radios
y los diarios).
El caso de
Argentina, con la dictadura cívico-militar iniciada en 1976, fue paradigmático y
extremadamente revelador en este sentido. El Ministro de Economía de entonces
(José Alfredo Martínez de Hoz), distinguido representante de los intereses de la
oligarquía, operaba en función de los objetivos del proyecto general casi como
el verdadero “presidente” del país, mientras los militares (detentadores del
poder formal de conducción) eran el brutal y sanguinario instrumento de
represión que hacía posible el modelo de acumulación, que -en definitiva- fue el
comienzo en el país del neoliberalismo, que años más tarde se desplegó y se
impuso arrasadoramente.
Cierta lógica
de algunas grandes empresas argentinas (y también del mundo) parece funcionar de
esta manera: cuando sus ganancias no son óptimas o cuando registran pérdidas,
acuden y reclaman al Estado para que las proteja, para que las compense, para
que las subvencione; por el contrario, cuando registran fabulosas ganancias, se
“olvidan” del Estado, del interés nacional y de las necesidades del conjunto de
los argentinos. Bonito modo de entender el propio lema de la Unión Industrial Argentina, que
reza “Sin industria no hay Nación”.
En su
Comunicado de Prensa, la
UIA expresa una sentida preocupación porque “las decisiones
sistemáticamente adoptadas por el Gobierno venezolano ponen en riesgo el proceso
de integración regional”. Enhorabuena el sincero interés que manifiesta
la UIA por la
imprescindible y justa integración latinoamericana (aún inconclusa), que orientó
las heroicas gestas de Bolívar, San Martín, Artigas, Morazán. Pero
la UIA , ¿piensa en
serio contribuir con la causa de la integración latinoamericana, reclamando que
Venezuela no ingrese al Mercosur?
Cuando la
empresa Sidor, del Grupo Techint, es nacionalizada por Venezuela, recibe una
importante y justa indemnización de 1.970 millones de dólares, habiendo mediado
una activa gestión del gobierno nacional. Cuando Techint recibe los primeros 400
millones de dólares de la indemnización, los deposita fuera de la Nación , en un banco
internacional. Puede ser pertinente preguntar: ¿Techint es una empresa nacional
o una empresa multinacional con capitales
argentinos?
Seguramente
Juan Alemann velaría mejor por los extendidos intereses de muchas de las
empresas que integran la
UIA.
Muchos empresarios “nacionales” se enriquecieron de
manera exponencial e inimaginable con los negocios que encararon con el Estado
argentino o con la protección del Estado, especialmente durante la dictadura
cívico-militar y durante el menemismo, y también durante el alfonsinismo,
la Alianza y
el kirchnerismo. Para muchos empresarios, que se autodenominan “nacionales”,
defensores intransigentes y a cualquier precio de sus intereses, lo primero es
lo primero, y la
Argentina después. Aunque, por supuesto, lo van a negar
enfáticamente, muchos añoran y echan de menos a Juan Alemann, a su hermano
Roberto (también ministro de Economía de la dictadura, embajador en EE.UU. y
representante de la
Unión de Bancos Suizos), a José Alfredo Martínez de Hoz, a
quienes sin duda alguna correspondería enjuiciar y castigar por “traición a
la
Patria ”.
Aunque no será
una empresa nada fácil, por el tradicional perfil de los empresarios argentinos,
será necesario e imperioso, para el verdadero bien del país, "nacionalizar" la
UIA.
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