NOTA PUBLICADA
EN EL DIARIO "PÁGINA 12" DE BUENOS AIRES - FEBRERO 21 DE
2012
CARTA A
LOS INGLESES PROGRESISTAS
¿Por qué y para qué escribir una
carta a los ingleses progresistas, a los ingleses no conservadores, en el marco
del recuerdo de los 30 años de la Guerra de Malvinas, acaecida en 1982?
Si los ingleses, como se dice,
fueron y son “piratas” imperialistas que vienen generando severos daños y
padecimientos a escala mundial, ¿para qué intentar escribirles a aquellos otros
ingleses que tengan valores y prácticas acordes a la vigencia de un mundo más
justo para todos los habitantes del planeta?
Resulta necesario aclarar -de
entrada- lo que es sabido de sobra, pero que suele olvidarse o reducirse a
simplificaciones poco felices. Una cosa son los ciudadanos, los pueblos, y otra
los gobiernos coyunturales que, con concepciones diversas y en ocasiones
opuestas, representan a sus países.
¿Todos los ingleses son la misma
cosa? ¿Todos piensan y actúan igual? ¿Todos los argentinos son la misma cosa?
¿Todos piensan y actúan igual?
David Cameron es inglés, Eric
Hobsbawn también. Mauricio Macri es argentino, Cristina Kirchner también es
argentina. Jorge Rafael Videla es argentino, Adolfo Pérez Esquivel también. El
Che Guevara era argentino, Bartolomé Mitre también. Margaret Thatcher es
inglesa, Estela Carlotto es argentina. William Shakespeare era inglés, Jorge
Luis Borges era argentino. José Alfredo Martínez de Hoz es argentino, John
Maynard Keynes era inglés. Osvaldo Bayer es argentino, Anthony Giddens es
inglés. John Lennon era inglés, Luis Spinetta era argentino. A la vez, en
Argentina siempre hubo y hay argentinos “pro ingleses”.
Como se puede observar, nada es
lineal ni está exento de complejidades y contradicciones. Y los gobiernos de un
mismo país, ¿son siempre lo mismo? La Gran Bretaña de Thatcher ¿fue igual a la de Tony
Blair? La Argentina de Galtieri
¿fue igual a la de Néstor Kirchner? El
Chile de Pinochet ¿fue igual al de Bachelet y aún de Piñera? El Perú de Fujimori ¿fue igual al de
Humala? El Brasil de Collor ¿fue igual
al de Lula? El Uruguay de Sanguinetti
¿fue igual al de Mujica? El Paraguay de
Stroessner ¿fue igual al de Lugo?
La Cuba de
Batista ¿fue igual a la de Castro?
La
Nicaragua de Somoza ¿fue igual a la de
Ortega?
Ni los gobiernos, ni los ciudadanos
de los respectivos países son todos iguales, ni piensan todos igual. Cada cual
representa y porta concepciones no idénticas que es necesario develar y
caracterizar con más precisión que las que provienen del mero sentido común y de
los reduccionismos más subjetivos.
Entonces, convendría acordar en que
no todos los ingleses son “malos” y que no todos los argentinos son “buenos”. Si
se nos disculpa acudir a cierta simplificación, para entendernos más fluidamente
(aún a riesgo seguro de emplear conceptualizaciones muy generales), hablemos a
grandes rasgos de “conservadores” y de “progresistas”.
Hay en Inglaterra, por supuesto,
conservadores y progresistas. Hay en Argentina, por supuesto, conservadores y
progresistas. Pero acontece que hay temas, como la dominación colonial de
Malvinas, que entrecruzan complejamente los posicionamientos de conservadores y
progresistas.
Hay, en Argentina, conservadores que
están a favor de la causa nacional de Malvinas; y hay, en Argentina,
progresistas que están indiferentes y hasta en contra de la causa Malvinas. En
este caso, ¿los conservadores se vuelven progresistas y los progresistas se
vuelven conservadores? Cabe recordar también que es improbable que alguien
llegue a ser absolutamente progresista en todos los órdenes de la vida o -a la
inversa- absolutamente conservador en todos los asuntos. Los cruces suelen ser
asombrosos.
Pero, entonces, ¿por qué los
ingleses tienen fama de imperialistas?
Bueno, la historia real y concreta no admitiría desmentidas: Irlanda,
Escocia, Gales, India, Hong Kong, Gibraltar, Malvinas, Nueva Ámsterdam (Nueva York), Canadá,
Australia, Nueva Zelanda, Samoa, Jamaica, Trinidad y Tobago, Bermudas, Granada,
Bahamas (Guyana), Barbados, Guyana Británica, Honduras Británica (Belice),
Chipre, Malta, Ceilán (Sri Lanka), Birmania (Myanmar), Nepal, Qatar, Singapur,
Egipto, Sudán, El Cabo, Sudáfrica, Rhodesia, Ghana, Nigeria, Uganda, Kenia,
Sierra Leona, Gambia, entre tantos otros, soportaron y padecieron su presencia
colonial. Aún en este siglo XXI, de los 16 enclaves coloniales supervivientes,
10 pertenecen a Gran Bretaña.
Y encima Inglaterra (más
precisamente sus sectores dominantes) se erigió, en su momento, en la “madre
patria” de los estadounidenses, cuyo poderoso país se convirtió en la más
oprobiosa e inhumana experiencia de dominación mundial. El espíritu
permanentemente guerrero e invasor de Inglaterra también fue heredado por EE.UU,
que lo desplegó y sigue desplegando a límites inimaginables. Algunos hijos, a
veces, salen igual o peor que sus padres.
En Argentina, la influencia e
intervención de Inglaterra ha sido nefasta, para decirlo suavemente y hasta con
cierta forzada insensibilidad, para no obnubilar el análisis. Las Invasiones
Inglesas en 1806 y 1807; el “empréstito” de Baring Brothers en 1824; la invasión
a Malvinas en 1833 y la expulsión de sus habitantes; la Batalla de la Vuelta de Obligado en 1845
(ahí también con los franceses, que no deberían olvidarse de Indochina, Argelia,
etc.); la inducción y soporte a la fratricida Guerra contra Paraguay entre 1865
y 1870; la explotación devastadora de La Forestal del quebracho chaqueño, santafesino y
santiagueño; los ferrocarriles; los frigoríficos; el hundimiento del crucero
General Belgrano (fuera de la zona de exclusión) en 1982, en el preciso momento
en que la propuesta de paz del Presidente peruano Fernando Belaúnde Terry estaba
avanzada; el arrogante y provocador incumplimiento de las Resoluciones de
Naciones Unidas. ¡La pérfida Albion no se privó de nada con la Argentina ! Y para sus
“éxitos” y consecuente desgracia argentina, también hay que recordar que contó
con el apoyo y acompañamiento de muchos argentinos (gobernantes, empresarios,
militares, académicos, escritores).
Para los argentinos, preocupados por
el pasado, el presente y el futuro de su país y particularmente por la defensa
del legítimo derecho al pleno bienestar de sus connacionales, resulta muy
difícil contener la indignación, la exasperación y hasta los calificativos al
analizar el vil comportamiento que siempre tuvo Inglaterra para con nuestro
país.
Las riquezas que Inglaterra expolió
del mundo entero son incalculables y garantizaron, a la par de su esplendor
económico y desarrollo como potencia, la lubricación y el atenuamiento de las
luchas y reivindicaciones de los propios trabajadores ingleses. Los ingleses,
conservadores o progresistas, debieran reconocer, con autenticidad, que fueron y
son tributarios de las exacciones que sus gobiernos imperiales aplicaron -a
sangre, fuego y diplomacia- en todo el mundo. Y que aún hoy, en 2012, se
obstinan impúdicamente en perpetuar.
Para los argentinos es un deshonor y
una herida abierta, recordar, por ejemplo, la participación de nuestro país en
la Guerra de
la Triple
Alianza que destruyó al Paraguay, o la intervención de
militares argentinos (a pedido de EE.UU.) persiguiendo y asesinando en Nicaragua
a ciudadanos de ese país de Centroamérica. Simétricamente, entendemos que debe
ser muy penoso para la gran cantidad de ingleses progresistas, sobrellevar las
impropias acciones de su país.
En la guerra de 1982 murieron 649
argentinos y 255 británicos. Conviene reparar en que los Imperios cuanto más se
degradan y se desprestigian mundialmente, más peligrosos se pueden volver.
Británicos bien nacidos y argentinos bien nacidos debiéramos estar muy atentos y
alertas al respecto. Argentina ya se desembarazó de la genocida dictadura
cívico-militar y está correctamente apelando y accionando en la perspectiva del
diálogo y la resolución pacífica del conflicto.
Tenemos con ustedes, los ingleses,
una gran causa colectiva para compartir y luchar denodadamente: nada más y nada
menos que la construcción de un mundo más justo e
igualitario.
Ninguna ingenuidad o claudicación
nos invade. Esta carta simplemente aspira a propiciar y compartir la reflexión
con los ingleses progresistas (que son muchos), ajenos a la perseverancia de
históricos comportamientos imperiales. Cameron y Thatcher, por ejemplo, no son
destinatarios de esta carta. Ni tampoco dudamos, en absoluto (y lo reafirmamos
con cabal convicción y sinceridad), acerca del legítimo e imprescriptible
derecho de soberanía que nos asiste a los argentinos sobre las Islas Malvinas.
Soberanía sobre nuestras tierras, soberanía sobre nuestros mares, soberanía
sobre nuestras riquezas, en pos de garantizar la seguridad y el bienestar de
nuestro pueblo.
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