Publicado en Diario "Página 12". Buenos Aires. Abril 27 de 2010.
EL
FILÁNTROPO TINELLI
Miembros de Ideas del Sur, la productora de
Marcelo Tinelli, se presentaron en Colonia Uriburu en la isla Apipé, de la
provincia de Corrientes. Según una dirigente local lo hicieron como “supuestos
empresarios canadienses quienes les comunicaron a los pobladores que las 237
familias que vivían ahí se tenían que ir a la brevedad, porque ellos habían
comprado las tierras. Y que si no se iban, los desalojarían por la fuerza,
además de derrumbar con topadoras sus casas y la escuela del pueblo”.
El “gracioso” episodio de engaño era para el
programa “Showmatch” y consistía en filmar la angustia de los habitantes ante
el inminente e irreversible desalojo de sus tierras. Como compensación por el
sufrimiento, Tinelli les donaría una lancha para viajar hasta la localidad de
Ituzaingó, gesto que la productora define como una “acción solidaria”.
¿A quién benefician más los supuestos actos
filantrópicos? ¿Al que recibe o al que da? En este caso del “gran” Tinelli, el
que da obtiene un objetivo beneficio económico. Y además la auto creencia de
que hizo una obra de bien, lo cual empalaga -con frecuencia- el espíritu de los
débiles de cerebro, pero fuertes de billetera. Y el que recibe, primero debe
soportar un perjuicio mayor (el miedo, la inseguridad por tener que abandonar y
perder lo propio) y luego se hace acreedor a una compensación ínfima en
relación al daño previamente recibido. Y encima el menoscabo por haber sido
víctima de una acción de mofa, que lo puede dejar con una sensación de
impotencia y de eventual inferioridad hacia el futuro.
Los isleños son usados para un experimento
mediático degradante, pero que proporciona buenos frutos al abusador de la
inocencia de la gente. Y contribuye a construir y a fortalecer, en toda la
sociedad, un hecho perverso y regresivo: que algunos sectores sociales no
tienen acceso a los derechos y que sólo pueden recibir alguna dádiva por la vía
de procederes indebidos que los lesionan aún más y los reducen a la categoría
subhumana de individuos pasibles de ser burdamente timados por otros
“poderosos” y de ser expuestos públicamente para el desdén, la risa, el
regocijo o la conmiseración de otros.
¡Qué más sería necesario decir de alguien
como Tinelli! Pero también hay millones
de personas que ven regularmente su programa y hasta legitiman el accionar de
este personaje que se cree chistoso. Tal vez se produzca un cierto fenómeno de
regocijo o alivio ante la desigualdad y las carencias que puedan sufrir otros.
En definitiva (por suerte, tal vez piensen), hay otros que están peor que uno.
O será aquello del “muerto que se ríe del degollado”.
Este tipo de acciones, constituyen una forma
más de consolidar y reproducir -desde su esencia- la vigencia de sociedades
desiguales y la naturalización y el convencimiento de la férrea inmutabilidad
de la desigualdad. Unos “tienen” y aparentan repartir solidariamente a los más
débiles, y otros están exentos de derechos, padecen los problemas, son objeto
de burla pública, y encima hasta deben quedar agradecidos con los “magnánimos
filántropos” que los eligieron para la diversión televisiva.
Como siempre decimos, la historia
-y ahora también el actual episodio del “gracioso” Tinelli- demuestra que los
“filántropos” necesitan más a los pobres, que los pobres a los “filántropos”.
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