miércoles, 13 de julio de 2016

“EL NEGOCIO DE LA EDUCACION – Prof. Norberto Alayón
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Nota publicada en el diario “Página 12” de Buenos Aires hace 15 años (el 20 de marzo de 2001). El presidente de la Nación era el radical Fernando de la Rúa que hoy apoya al empresario neoliberal Mauricio Macri. El economista Hugo Oscar Juri era el Ministro de Educación entre el 25/9/2000 y el 20/3/2001, habiendo sucedido al economista Juan José Llach quien estuvo a cargo de dicha cartera entre el 10/12/1999 al 25/9/2000. A Juri lo sucedió el sociólogo Andrés Delich hasta la debacle final del 20/12/2001. En julio de 2016 la batalla por el negocio de la educación continúa aún más presente con el brutal impulso de la restauración conservadora del gobierno neoliberal del presidente Mauricio Macri.
                                              
“La educación, como la salud, es un bien público que no debe quedar sometida a la cruda lógica del mercado, ni tampoco a los intereses particulares de determinados grupos.

Las universidades privadas -en su enorme mayoría- representan los intereses particulares de grupos religiosos, de grupos ideológico-políticos o directamente de grupos empresariales.

A su vez, la universidad pública está orientada por el interés de la sociedad en su conjunto, de donde deriva su carácter universalista y, por ende, esencialmente democrático. El necesario sustento económico estatal a la educación universitaria se justifica por la obligación que le cabe al Estado de responder a los intereses de la Nación y de la comunidad que la conforma.          

La tracción que ejercen los grupos privados para que el Estado proteja sus intereses específicos (en desmedro de los del conjunto) no es nueva. Pero ahora el avance sobre la anhelada rentabilidad de la educación paga se muestra extremadamente voraz y a cara descubierta.

FIEL, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas que orientan Ricardo López Murphy, Daniel Artana, Manuel Solanet, Mario Teijeiro y entre cuyos Vocales y Consejeros Directivos participan Guillermo Alchourón, Enrique Crotto, Santiago Soldati, Jorge Aguado, Alejandro Bulgheroni y Amalia Lacroze de Fortabat, postula con convicción que "el objetivo básico de esta propuesta es crear un contexto competitivo en educación superior..." "Un elemento esencial de una competencia justa es que las instituciones privadas y estatales enfrenten condiciones similares. Una política esencial para ello es la eliminación de subsidios a las universidades nacionales y la instauración de un sistema de préstamos y becas disponibles tanto para estudiantes de instituciones privadas como de las públicas. Existe también otro privilegio de las universidades estatales que debe ser removido: la ausencia de un costo de alquiler sobre las propiedades usufructuadas por las universidades públicas."

La falacia de estos argumentos radica en que colocan en el mismo plano a instituciones de diferente naturaleza. Las empresas educativas, como cualquier empresa, compiten en el mercado; mientras que la universidad pública es una institución cuyo fin es contribuir al desarrollo social y moral de la sociedad. La Universidad no presta un servicio a individuos particulares; aporta al mejoramiento de la comunidad que conforma la Nación. Al mismo tiempo, las condiciones de acceso a la educación superior comunes para todos (cualquiera sea la capacidad adquisitiva de cada uno) tiende a favorecer la igualdad, no sólo en el ingreso, sino también en la convivencia cotidiana.

Una propuesta que reduce la sociedad y la política a la mera competencia en el mercado, es una expresión reduccionista y empobrecida, aún de los principios más básicos de la democracia moderna y tiende a afectar la calidad de la participación social y política.

Lo que se evidencia, tras las propuestas de recortes al presupuesto universitario, es la renovada presión de ciertos grupos económicos y políticos para que el Estado resigne la defensa de los intereses del conjunto a favor de intereses sectoriales.

A pesar del avance del fundamentalismo neoliberal, aún no se han podido apropiar del llamado "negocio de la educación". Este es el principal objetivo de los embates contra la universidad pública. Lisa y llanamente, aspiran transformar la educación en mercancía. Por eso hoy atacan tan fuertemente el financiamiento estatal del sector universitario.”

Resistirse ante este nuevo ataque a la universidad pública constituye una contribución profundamente democrática, tendiente a la realización de una sociedad más plena e igualitaria.


viernes, 8 de julio de 2016

“¿El trabajador social es un político?”
Prof. Norberto Alayón - Julio 8 de 2016.
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En el mes de agosto de 1990 se llevó a cabo, en Buenos Aires, el XI Simposio Internacional de Trabajo Social, organizado por la Federación Internacional de Trabajadores Sociales (FITS).

En dicho evento disertó el reconocido intelectual brasileño Paulo Freire. Paralelamente ofreció una charla abierta para estudiantes y profesionales, la cual se llevó a cabo el 9 de agosto en el Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

Después del golpe militar que se produjo en Brasil en 1964, instalando en la presidencia al Gral. Castelo Branco, Freire se exilió en Bolivia en septiembre de ese año. Acaecido otro golpe militar en Bolivia, que impuso como presidente al Gral. René Barrientos, se trasladó a Chile en el mes de noviembre, pocos días después de haber asumido la presidencia de ese país el demócrata cristiano Eduardo Frei. Trabajó en educación popular hasta principios de 1969 (antes de la elección del gobierno popular de Salvador Allende), asesorando al Ministerio de Educación, al Instituto de Desarrollo Agropecuario y al Instituto de Reforma Agraria. Muchos años más tarde fue Secretario de Educación de Sao Paulo, Brasil, por el Partido de los Trabajadores.

En la conversación informal expuso, ante la pregunta de un colega de Chubut acerca del rol del trabajador social, resaltando lo siguiente: “cuando me preguntan sobre el rol del trabajador social en uno u otro campo, se corre el riesgo de pensar que haya un rol universal del trabajador social. La cuestión es que el trabajador social como cualquier educador es un ser -como cualquier hombre y cualquier mujer- histórico, haciéndose y rehaciéndose en la historia, social y no individualmente. El trabajador social es, justamente por ser un trabajador social, un político, lo sepa o no. Ahí no cuenta la subjetividad del trabajador social, lo que cuenta es la objetividad de su práctica. La práctica del trabajador social es política, independientemente de que el trabajador lo sepa. Lo bueno es que lo sepa. La respuesta sería: depende de la opción política del trabajador social, depende de la competencia científica y técnica del trabajador social, depende de la coherencia que el trabajador social tenga en su acción en función de su opción política, depende de los límites institucionales, políticos, culturales y económicos, etc. a los que el trabajador esté sometido. Esto significa que la respuesta al mismo tiempo es difícil, porque no hay una sola, sino que hay diferentes hipótesis. Sin embargo, creo que deberíamos decir que una de las tareas básicas del trabajador social, si este trabajador o educador social es progresista, es plantear, tantas veces como le sea posible, al grupo de obreros o a la comunidad en general, la cotidianeidad misma, la experiencia cotidiana de los grupos para que, tomando su propia experiencia cotidiana en la que se constituye su saber como sentido común, puedan descubrir o hacer otra lectura más crítica de su cotidianeidad, iluminando con esta lectura crítica la razón de ser de su situación opresiva.”  

Y agregó: “Hoy, en la conferencia del Congreso, decía que una de las tareas de los trabajadores sociales progresistas en este fin de siglo, es desarrollar prácticas desocultadoras de lo real y nunca ‘ocultantes’. Esto es, una práctica de develamiento de la ideología que nos domestica, para que, aclarando la penumbra que esta ideología genera, podamos iluminar la realidad concreta que necesitamos transformar.”

Reflexionar, conjuntamente con los sectores populares, sin pretensiones paternalistas ni “iluminadoras”, acerca de los orígenes de la pobreza, de la vulneración, de la discriminación, en suma de la injusticia social, que predomina en el funcionamiento de nuestras sociedades, puede significar una contribución sustancial de la práctica de los trabajadores sociales que potencie la inescindible dimensión política de esta profesión. Es desde esta perspectiva, que cabe caracterizar al trabajador social como un actor político (en tanto opera sobre lo social), que pueda estar en condiciones de asumir análisis críticos (de la política social, de las instituciones y de su propia práctica) y desplegar acciones concientizadoras acerca de los procesos de carácter estructural que afectan particularmente a los sectores sociales tradicionalmente más vulnerados. En un sentido amplio, toda práctica social es una práctica política.

Por otra parte, sobre las organizaciones gremiales de los docentes, destacó un aspecto crucial que no suele ser tenido suficientemente en cuenta. Afirmó que “un sindicato de educadores tendría que tener momentos de grandes peleas por reivindicaciones salariales, pero jamás reducir su lucha a esto. Un sindicato de educadores tendría que preocuparse también por algo que es fundamental y que es la formación permanente de sus cuadros. Es importante no dejar la formación permanente -que ni siquiera es permanente- de los educadores, en manos del Estado burgués. Debe entrar en ese campo y preocuparse por esas cosas, que yo creo que son fundamentales y hasta ahora han sido abandonadas.”


La debida capacitación de los docentes, en sus distintos niveles, también constituye un aporte estratégico para contribuir a identificar y comprender rigurosamente el sistema social vigente y, a la vez, ir apuntalando los cambios que conduzcan hacia un orden social más justo y equitativo.

lunes, 4 de julio de 2016

"El capitalismo corruptor" - Nota que publiqué en el diario "Página 12" de Buenos Aires el 2 de enero de 2014. Relacionada con el momento actual (julio 2016) ante la reiterada presencia de empresas y empresarios, nacionales y extranjeros, corruptos y corruptores.
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Empecemos rememorando lo mero principal: en esencia, el capitalismo es profundamente corrupto y corruptor. Como decía el viejo proverbio español, “lo que por sabido se calla, por callado se olvida”. Para no olvidar, entonces, recordamos que el capitalismo es el sistema político-económico-social que predomina en casi todo el mundo.
El juez federal Ariel Lijo acaba de procesar (a fines de 2013) a ex ejecutivos de la empresa alemana Siemens por el pago de sobornos, por 106 millones de dólares, a funcionarios del gobierno de Carlos Menem, para quedarse con el negocio de la informatización de los DNI en la “Década Infame” de los ´90. El juez consideró probado que las coimas existieron y dictó 17 procesamientos y embargos millonarios a los directivos de Siemens, a los funcionarios de Menem y también a integrantes del Grupo Socma (de la familia Macri) por su relación con el delito cometido.
La corrupción no es un fenómeno exclusivamente inherente a lo estatal. Se trata de un comportamiento que, en sintonía y correlato con el modelo de funcionamiento social, atraviesa al conjunto de la sociedad, incluyendo -obviamente- también a la clase política.
La corrupción no es patrimonio exclusivo de los poderes del Estado, se trate del Ejecutivo, del Legislativo o del Judicial. Seguro que hay -y está muy mal- políticos corruptos, legisladores corruptos, jueces corruptos. Y también hay empresas corruptas (pensemos sólo al pasar en "Papel Prensa"), empresarios corruptos, medios de comunicación corruptos, sindicalistas corruptos, corporaciones profesionales corruptas, lobistas corruptos, organizaciones internacionales corruptas.
Pero el “sentido común” de la gente adjudica y relaciona, casi automáticamente, la corrupción sólo con los políticos. Y no se trata de ser ingenuos ni indulgentes con determinados políticos corruptos. Pero hay que advertir que cuanto menos política haya, que cuanto menos Estado funcione, más actuarán a sus anchas los corruptos de adentro y de afuera, y especialmente los grandes mercaderes (sean los Estados imperiales, las empresas internacionales de enorme poder económico, los grupos financieros del mundo, los “serviciales” bancos, etc.).
En suma, como se decía certeramente en otras épocas (y que es necesario seguir teniendo presente), nos referimos a los principales expoliadores y corruptos de toda laya, los cuales para garantizar su reproducción y vigencia buscan y logran corromper a distintos actores de la función pública y, lo que no es menor, logran pasar como cínicos ángeles impolutos, sorteando el descrédito que también los debería alcanzar a ellos.