Publicado en Diario "Primera Edición". Posadas, Misiones. Abril 11 de 2011.
BASTA DE CHICOS
POLICÍAS
En noviembre de 2010 escribí una
nota sobre “Los niños y niñas policías”, la cual fue publicada en distintos
boletines y páginas digitales del país. En la misma hacía referencia a la
irradiación de variadas experiencias de “Policía infantil” y “Gendarmería
infantil” en las provincias de Chubut, Salta y Misiones.
Llamaba la atención acerca de la
proliferación de estos programas de involucramiento policial de los niños y
niñas, existentes en más de una decena de las provincias argentinas, lo cual
implicaba una suerte de militarización de nuestra
infancia.
Indudablemente, desde estas
supuestas cándidas e inofensivas propuestas se tiende a fortalecer y reproducir
en la sociedad -desde la propia infancia- un estilo de comportamiento cultural
que privilegia una férrea disciplina militarizada, basada en el orden, las
órdenes y la rigurosa obediencia.
Para ello se cuenta con la
aceptación activa de algunos pocos y también con la aceptación pasiva de la
mayoría de la población, que por diversas razones no llega a advertir los
riesgos que estas prácticas contienen y dejan de levantar una voz siquiera de
alerta y rechazo ante este avance, crecientemente extendido, que pretende
imponer una concepción militarista de la vida y la familiarización con las
armas, aunque no las porten ellos, desde la más
temprana edad.
La excusa para impulsar e irradiar
estas experiencias policiales procura centrarse en el eventual servicio que
prestarían para la “contención de los niños marginalizados”. Resulta imperioso
enfatizar que el lugar de los niños -pobres o no- está en la casa y en la
escuela (que en virtud de la
Ley 1420 del siglo XIX establece la educación obligatoria,
laica y gratuita), y no en las brigadas, escuadras o cuerpos policiales, bajo la
estricta lógica de los entrenamientos y adoctrinamientos
militares.
Como en tantas otras ocasiones,
surge, con nitidez, la clásica y perversa asociación de pobreza con
delincuencia. El estigma, la duda, el miedo, siempre recaen sobre los pobres y
los humildes. Y, entonces, a los niños pobres habrá que encauzarlos,
reeducarlos, readaptarlos, disciplinarlos, inculcarles “valores netamente
argentinos”, porque sino serán el peligro del mañana.
El reconocido especialista brasileño
Edson Seda me comentaba, en correspondencia personal del 24 de noviembre de
2010, que “en Brasil hemos tenido cosas parecidas, como niños ‘patrulheiros’ o
‘guardinhas’ y otras denominaciones, organizadas por jueces y ciertas ONGs del
pasado. No lo tenemos más, porque todos los programas de protección de la
infancia tienen que ser aprobados por un Consejo paritario (entre el mundo
gubernamental y el no gubernamental) en cada municipio. Este tipo de programas,
en Brasil, son considerados hoy discriminatorios, y los Consejos no los
aprueban”.
Es evidente que se torna necesario
introducir cambios progresivos en la línea de la defensa de los derechos de la
infancia y la adolescencia y, al día de hoy, reparamos en una muy buena y
significativa noticia: siguiendo
instrucciones del Ministerio de Seguridad de la Nación la policía de
Misiones desarticulará 32 entidades de policía infantil que funcionan en esa
provincia. La decisión ministerial se fundamentó en requerimientos de
organismos de derechos humanos que señalaron que “los niños y los menores de
edad no deben educarse dentro de ambientes de las instituciones de seguridad,
nacionales o provinciales”.
Es de desear que este impulso de
recuperación de la sensatez, en favor de la infancia y, a la vez, de la sociedad en su conjunto, se extienda
también a otras provincias como Catamarca, La Rioja , Jujuy, Mendoza, San Juan, Neuquén, Santa
Fe, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, donde persisten -lamentablemente desde hace
muchos años- experiencias de militarización de niños, niñas y
adolescentes.
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