Reportaje de Telémaco Subijana y Federico
Ghelfi
Iniciativa entrevistó en exclusiva a
Norberto Alayón, Trabajador Social, docente universitario y Profesor Titular de
la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Fue Vice-Decano de dicha Facultad en el
período 1998-2002; y Profesor Titular de la UNNE (Universidad Nacional del
Nordeste), de la UNAM (Universidad Nacional de Misiones), y de la UNCPBA
(Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires). En esta
oportunidad reflexiona acerca de aspectos inherentes al ejercicio de su
profesión, opina sobre la implementación de la AUH y describe cuáles considera
que son los desafíos pendientes en materia social. También analiza el proceso
electoral, en el que señala el vacío programático de la oposición
política.
En su libro Asistencia y asistencialismo – ¿pobres controlados o
erradicación de la pobreza? usted estudió la diferencia entre ambos
términos ¿Nos podría comentar esa distinción?
En rigor, hay una diferencia conceptual sustantiva que hace a la
consideración de fondo acerca de los aspectos promocionales que debe tener toda
labor de asistencia. En particular, he trabajado la diferencia entre asistencia
y asistencialismo desde hace tiempo, planteando y reivindicando la asistencia
como un derecho y no como una práctica asistencial desde una perspectiva
clientelista. Es decir, se debe tener un enfoque reparador en contra de la
dependencia y el patronazgo, que debilitan indudablemente la vigencia de los
derechos sociales y la construcción de ciudadanía.
En ese sentido, asistencia y asistencialismo se basan en dos concepciones
absolutamente contrapuestas, aunque no se puede dejar de reivindicar la
asistencia en épocas de crisis donde no sólo no existe el empleo ni políticas
sociales universales, sino que a veces hasta se carece de atención básica. En la
propia Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, muchos aspectos de
lo social no son debidamente contemplados y la gente queda carente de esos
servicios.
De este modo, en el libro formulo, por un lado, una diferencia pero, por
otro, se trata de una reivindicación activa en cuanto a que la gente tiene
derecho a ser asistida cuando no tiene otras alternativas, ya sea porque no
acceden a un empleo, porque el salario es insuficiente o por la ausencia de
políticas sociales universales.
¿Cuáles son los principales ejes de trabajo actuales del trabajador
social? ¿Cuáles son los desafíos profesionales en este contexto tanto nacional
como internacional?
El trabajo social es una profesión intrínsecamente ligada a la defensa de los
derechos humanos en su concepción más amplia y más abarcativa, sumado a la
perspectiva de contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de la
población. En ese sentido, hay dos ejes centrales: uno que no es privativo del
trabajo social -y hay que recordarlo permanentemente en nuestro país que ha
sufrido dictaduras terribles- que es la contribución a un posicionamiento que
tienda a la defensa de la democracia como sistema único de vida política y
social. Simultáneamente, y esto es lo central, los trabajadores sociales debemos
abocarnos a la preservación y defensa activa de los derechos sociales. Cabe
destacar que hay una diferencia significativa entre lo que uno debe entender
como una democracia con derechos sociales y una democracia con pobreza e
indigencia. Son dos paradigmas y dos encuadres cualitativamente distintos.
Indudablemente puede existir (y ocurre en ocasiones como de hecho lo hemos
tenido nosotros en la década del 90) un funcionamiento democrático en el país
pero con restricción de los derechos sociales. La Argentina de los ´90, cuando
primó el neoliberalismo, es un claro ejemplo de lo anterior. En ese sentido, la
pobreza se constituye como un factor que debilita y cuestiona la esencia misma
de la democracia. Es por este motivo que considero importante reivindicar una
democracia con derechos sociales y, de ese modo, pensar al trabajo social como
una profesión que contribuye -desde su especificidad- al mejoramiento de las
condiciones de vida de la población, especialmente en áreas como la salud, la
educación y la vivienda. En rigor, el trabajo social tiene participación muy
amplia en los distintos órdenes de la vida, y se debe generar una contribución
en el respeto de los derechos humanos, de las diversidades, de los derechos de
los pueblos originarios; en suma, un profundo respeto ético a los sectores
históricamente más vulnerados, en los que se requiere poner el eje central
debido a su postergación histórica. Ese es el lugar donde el trabajo social
puede, debe y está en condiciones de generar una contribución importante.
¿Qué asignaturas quedan pendientes en materia social?
Hay cuestiones pendientes de carácter estructural que son significativamente
importantes para el futuro del desarrollo político y social de nuestro país, y
que, de alcanzarlas, indicarían una transformación cualitativa. Quizás el
principal ejemplo tiene que ver con una reforma tributaria e impositiva.
Entiendo que es una asignatura pendiente muy difícil de abordar pero es
imprescindible para generar y garantizar la posibilidad de orientarnos hacia un
desarrollo económico y social más equitativo, particularmente en sus causales
más significativas. En caso de no abordarlo, estaremos ante el peligro
permanente de perseverar en sociedades no suficientemente igualitarias. En un
país como la Argentina, encarar la reforma impositiva es poco menos que hacer la
revolución, porque los sectores poderosos de alta concentración económica se
resisten fuertemente al tema. A lo sumo aceptan algunas modalidades de
desarrollo capitalista con inclusión social, que es un avance interesante que se
está dando en estos últimos periodos en el país, pero siempre y cuando no les
afecte totalmente su base de acumulación. Entonces, es desde allí donde se debe
realizar un aporte realmente importante.
Hay que ahondar y profundizar lo máximo posible las medidas que,
complementando la política económica, apunten a luchar contra la pobreza y la
indigencia. Debemos decir que se está haciendo mucho y se viene marchando muy
bien pero, como el propio gobierno lo reconoce, aún quedan cuestiones para
seguir avanzando. Hay que tener en consideración un planteo realista de acuerdo
a las condiciones objetivas por las que atraviesa nuestro país. Pero uno aspira,
y no dejamos de seguir reivindicándolo, a que por lo menos la pobreza se
reduzca, para no quedarnos solo en el planteo de la aspiración absoluta, que
sería la eliminación total. De modo que todo lo que apunte a propuestas o
programas que impliquen mayor inclusión, mayor transferencia de riqueza a los
sectores populares, debe ser plenamente apoyado, y defendido activamente
Desde la implementación de la Asignación Universal por Hijo se debate
la disyuntiva entre transformarse en un complemento al sistema de asignaciones
familiares o en un ingreso por fuera del salario. ¿Cómo cree que debe
implementarse la medida? ¿Estas políticas deben ser pensadas fuera del mercado
laboral?
Si hay un elemento que debemos complementar y profundizar es la Asignación
Universal por Hijo, porque estamos en condiciones de hacerlo. Debería salir por
ley, de modo que se que garantice y transparente absolutamente un derecho tan
importante. No relativizo la medida, sino todo lo contrario: la AUH ha sido
revolucionaria porque implica una transferencia sustantiva a los sectores más
vulnerables. Teniendo en cuenta la persistencia de los niveles de trabajo
informal en la Argentina, hay que combatir esa inseguridad porque estos sectores
sociales no cuentan con los derechos establecidos por las leyes en relación a
los salarios formales. De allí la necesidad de implementar medidas
complementarias. Ojalá pudiéramos resolverlo todo por la vía de la formalidad
laboral, pero en tanto existan modalidades incompletas en nuestro propio
desarrollo que requieren excepcionalidades, a veces alternativas que no son las
que desearíamos, pero son las posibles coyunturalmente. Eso hay que evaluarlo
con cuidado. Como decía Paulo Freire “para poder mañana hacer lo que hoy es
imposible, tenemos que ir haciendo lo que hoy es posible”. En ese sentido, esta
frase da cuenta de la necesaria agudeza que hay que tener para interpretar los
momentos coyunturales específicos, porque uno podría decir de manera global:
“que se erradique definitivamente la pobreza, construyamos un régimen diferente
al sistema capitalista”, pero no es tan fácil; la historia marca posibilidades
concretas y sobre ellas hay que cabalgar, no sobre aspiraciones en abstracto que
muchas veces se transforman en inviables. Esto no tiene que ver con un nivel de
claudicación, sino de tener la agudeza suficiente como para interpretar las
coyunturas y las limitaciones históricas concretas.
La economía social adquirió un gran dinamismo luego de la crisis del
2001. ¿Qué perspectiva tiene de su desarrollo?
Esto no es un tema sencillo. Por un lado, me parecen muy interesantes las
distintas modalidades ligadas a la concepción de la economía social, pero habría
que tener en cuenta también que las mismas surgen como una especie de reparación
ante dificultades de carácter estructural de cara a las políticas económicas. Si
esas alternativas de economía social implican la posibilidad que algunos
sectores en la escala micro-local puedan mejorar su condiciones, considero
beneficioso que se las apoyen. Pero cabe resaltar que en ocasiones se presentan
algunos límites a ese tipo de experiencias por lo que, de alguna manera, tiene
que existir la posibilidad de un nivel de competencia en la lógica del mercado.
De ese modo, se puede trabajar para que se posibilite el despliegue y la
inserción necesaria de esas experiencias. En muchas oportunidades uno puede
observar que hay algunos emprendimientos que son fantásticos por el esfuerzo y
que producen cierto tipo de productos con una calidad que se le hace difícil
competir con otros sectores económicos. En consecuencia, eso puede revelar un
gran trabajo que termina siendo frustrado por la dificultad de generar un
producto de determinada calidad. Eso, en determinado momento, termina
fracasando.
Es necesario generar un proceso de desarrollo económico que permita la
obtención de determinados niveles de riqueza, con su consecuente distribución.
Esto debe incluir la generación de excedentes porque, de otro modo, se dificulta
el sostén estructural de dicho proceso. Por todo, me parece acertado promocionar
instancias de economía social a condición de que eso no opere como un
debilitamiento de aquellos ámbitos de las políticas económicas centrales,
ligadas al empleo formal, a lo que la
OIT llama “empleo decente”. Esto
es lo que va a generar definitivamente un proceso de reactivación sustentable de
la economía.
Ante los avances de determinadas áreas sociales, ¿hacia dónde cree
que debe orientarse el trabajo del Estado en relación a la articulación de las
diferentes demandas?
En ocasiones aparece una especie de subdivisión de la problemática social que
por momentos obstaculiza la comprensión de un origen común en la generación de
esos problemas, que está ligado a las características que predominan en nuestros
modelos de funcionamiento social. Ahora bien, entender ese origen común
generador de problemáticas sociales tampoco nos debe llevar al extremo de no
reconocer determinadas especificidades y, en ese sentido, es lógico que haya
particularidades si se trata de políticas más ligadas, por ejemplo, a la
tercera edad o a la primera infancia. Es decir que hay particularidades que van
requiriendo de una atención especializada. Esto no está mal siempre que se tenga
en cuenta que no implique una especie de delegación y segmentación que impida la
comprensión del origen de esos problemas. La problemática social en la cual se
ve inmersa buena parte de la población suele tener un origen central ligado
fundamentalmente a la ausencia de políticas generales (que habiliten
alternativas de inclusión social) o a la ausencia de políticas de empleo. Cuando
determinados sectores de la sociedad carecen de un empleo, de seguridad social,
las consecuencias serán una cantidad de problemas irradiados en
particularidades. Esa familia va a tener problemas de salud, de educación, de
vivienda. Llegada a una instancia de marginalidad, esto puede arrojar una mayor
vulnerabilidad con peores consecuencias. Pero no debemos olvidar que estos
problemas son derivados de un origen inicial común que después se desagrega en
problemáticas aparentemente particularizadas. Por este motivo, todas estas
medidas tienen que tener siempre el recordatorio y la comprensión de la
importancia del componente de la
prevención. No hay nada más preventivo
para los problemas sociales que un buen trabajo y un buen salario, y eso después
tiene que estar acompañado de políticas que habiliten la educación, la salud,
etc. Si nosotros podemos simplemente garantizar mejor empleo y mejor salario
tenemos una parte significativa de la resolución y de la auto-resolución de los
problemas por parte de la propia gente.
En relación al proceso electoral nacional, ¿considera que están en
juego dos modelos sociales diferentes?
La oposición, que ha tenido un resultado poco favorable en las últimas
elecciones, no siempre da cuenta de una propuesta siquiera consistente. Algunas
incluso son definitivamente reaccionarias y conservadoras, mientras que otras
pueden estar señalando algunos límites al funcionamiento actual. Ahora bien,
además de que estas propuestas no tienen posibilidades ciertas, no me da la
impresión de que puedan estar en condiciones de mejorar la alternativa actual en
manos del gobierno nacional.
Como primera y más antigua verdad, hay que recordar que funcionamos dentro de
un sistema capitalista y, en ese sentido, hay una limitación y una contradicción
que es muy difícil de superar. Este sistema está basado en la búsqueda del lucro
y la ganancia y es intrínsecamente generador de pobreza y constructor de
sociedades desiguales. Todo esto, por la vía de una apropiación diferenciada de
la riqueza producida por todos. Por esto, aquí nos encontramos frente a una
discusión compleja. Nuestros países adolecen de una doble dificultad: padecemos
la vigencia del sistema capitalista, y simultáneamente, la ausencia de
desarrollo capitalista. Los niveles de atraso que registran nuestros países son
notorios en relación al uso de la energía, a los medios de comunicación, a las
carreteras, a la incorporación e inclusión de muchas comunidades del interior
del país, etc. Entonces, existe esta doble vertiente en donde por un lado hay
que poner un límite al sistema capitalista por la vía del derecho laboral y de
la implementación de políticas sociales para que el mismo no sea tan voraz e
inequitativo; y, por otro lado, hay que generar un mayor despliegue de
desarrollo de manera que mejoren algunas condiciones de atraso, de las cuales
nuestros países tienen que desprenderse. Ante contextos en los que coexiste un
funcionamiento cuasi feudal en algunos ámbitos de nuestro país, dicha situación
es todavía peor que el propio desarrollo capitalista.
En este sentido, se deben marcar ciertas posiciones disparatadas y
políticamente inviables, de las que todo el mundo puede estar presto a decir. En
este contexto, no me parece que haya ninguna alternativa a las propuestas que
lleva adelante el gobierno nacional. Hay que tener en cuenta el período
histórico y el funcionamiento del mundo, pero sin que esto implique renunciar a
aquellas aspiraciones posibles de concretar en los próximos años. También
debemos reconocer que hay que profundizar los rumbos, mejorar e incentivar
significativamente aquellas políticas que favorezcan a la mayoría de la
población y, a la par, estar profundamente atentos a que hay que generar
modalidades de relativización de la lógica capitalista. Todo esto para ponerle
límites, por vía del derecho laboral y de políticas sociales universales que
implican la redistribución de la riqueza. Hay que dar batalla para continuar
avanzando en la dignificación de los salarios, y generar un proceso de mejor
distribución funcional del ingreso. Argentina tuvo una época semejante, cuando
había un 50-50% entre capital y trabajo. Si bien se ha mejorado mucho, todavía
tenemos ese desafío pendiente. Hay que pelearlo permanentemente; tanto el
capital como el trabajo son los dos factores esenciales de la generación de la
riqueza pero tiene que haber primero una re-distribución equitativa. No puede
ser que la riqueza vaya exageradamente a manos del capital en desmedro del
esfuerzo que han hecho los trabajadores.
Ud. hacía mención previamente de las realidades compartidas entre los
países de la región. En este sentido, ¿qué nos puede decir respecto al cambio de
enfoque -ahora centrado en las políticas universales- de los diferentes
gobiernos latinoamericanos?
En los diferentes países de América Latina se está verificando una corriente
muy importante -a ser defendida- que se correlaciona con un posicionamiento más
activo en pos de la defensa de los intereses continentales y de la unidad
latinoamericana. En este sentido, considero que la tendencia hacia la
implementación de políticas de carácter universal es absolutamente superadora de
aquellas que se planteaban en la época del neoliberalismo. No solo por el
carácter focalizado de esas medidas sino también por la miserabilidad de los
recursos. Esta última cuestión no puede dejar de ser tenida en cuenta y en
ningún momento deber ser subalternizada por cualquier otro aspecto de carácter
conceptual. Dicho de otro modo: si se formula una política de carácter universal
y los recursos y montos son reducidos, la insignificancia de esos montos
cuestiona, relativiza y frustra la pertinencia conceptual de una política
universal. A la cuestión conceptual de una política de carácter universal tiene
que estar ligada profundamente la magnitud de los recursos. Por todo ello, lo
que se tiene que transferir son aquellos recursos suficientes que permitan
dignificar la vida de la gente. Considero un avance auspicioso y sumamente
relevante la generación de políticas sociales universales en los distintos
países de Latinoamérica.