lunes, 23 de abril de 2012


SEMBLANZA DE SELA SIERRA

 Setiembre de 2006

Ante la información y sugerencia de Cristina Melano de escribir una nota recordatoria de Sela Sierra, decidí aceptar y redactar algunas líneas al respecto.

No obstante, es necesario aclarar -en primer término- que  no me agradan los homenajes usuales hacia profesionales, escritores, políticos y aún hacia familiares, que reflejan banales zalamerías y una retahíla de edulcoradas y grandilocuentes ponderaciones de las eventuales virtudes de la persona en cuestión. 

Reniego de esas tendencias frecuentes que tienden a transformar en una suerte de héroes inalcanzables a los homenajeados, especialmente si han fallecido.  Es lo mismo que acontece con los “próceres” de nuestra historia: inmaculados, insuperables, impolutos, rebosantes de virtudes, endiosados; es decir, casi no humanos. Y si no estuviéramos hablando de humanos, ¿qué sentido tienen las exageraciones, que en definitiva terminan poniendo en duda las reales virtudes, de quienes ya no podrán sonrojarse ante tantas alabanzas?

Hecha esta aclaración, trataré de evocar con justicia algunos aspectos -los que yo conocí o viví- en relación a Sela Sierra.

La conocí a Sela, hacia 1966 ó 1967, en las oficinas de la Editorial Hvmanitas de la Avenida Corrientes. Había ido a entrevistarme con Aníbal Villaverde, su esposo y Director de la editorial. Ahí la vi por primera vez, en una ocasión un tanto tensa ya que yo era un joven trabajador social, miembro por entonces de la Editorial ECRO, “adversaria” de Hvmanitas. No obstante ello, la charla fue realmente cordial.

Me pareció lo que era: afable, entusiasta, intensamente encariñada con la profesión, inquieta, perspicaz, conversadora (muy conversadora).

Desde 1960 era profesora de la Escuela de Asistentes Sociales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (hoy Facultad de Derecho de la UBA). Precisamente esta Escuela, fundada en 1941 e incorporada a la Universidad en 1946, fue el origen de la actual Carrera de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Y en 1964, Sela había fundado el Ateneo de Asistentes Sociales de Buenos Aires, importante organización profesional que en los años 80 se constituyó como Asociación Metropolitana de Asistentes Sociales y luego devino en el actual Consejo Profesional de Graduados en Servicio Social o Trabajo Social de la ciudad de Buenos Aires, a partir de la Ley 23.377.

Desde el 68 me fui a vivir al interior del país y la perdí de vista, aunque la “seguía” por sus artículos en la revista “Selecciones de Servicio Social” o en algún encuentro en los eventos de la profesión.

Ya era suficientemente conocido su breve y  pionero texto “Introducción a la asistencia social”, publicado precisamente por Hvmanitas en 1963 y que llegó a tener, por lo menos, cuatro ediciones.  Por esos mismos años –en 1964- publicó un artículo sobre el “Papel de la asistencia social en el ambiente actual”, en la Revista de la Dirección de Asistencia Social, del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública de la Nación.

Y en noviembre de 1969, como corolario de una tenaz tarea que venía realizando desde 1967, esta luchadora colega que fue Sela funda la Federación Argentina de Asociaciones de Asistentes Sociales (lo que hoy en día constituye la Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social – FAAPSS).  

Hacia 1975 nos volvimos a ver en su editorial, ocasión en que Villaverde y ella me ofrecieron amablemente participar en el número especial de la revista “Selecciones”, que estaban preparando sobre la temática de la Reconceptualización. Este número 26 de la revista, que incluía también -por supuesto- un artículo de Sela, tuvo una enorme repercusión en toda América Latina y luego, en enero de 1976, fue reeditado como libro bajo el título “Desafío al Servicio Social”, con un muy sugestivo subtítulo “¿Está en crisis la Reconceptualización”?  Poco tiempo después, en marzo de 1976, un golpe cívico-militar inauguró la más oprobiosa y genocida dictadura que debió soportar nuestro país.

En 1978, como Directora del Departamento de Servicio Social de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, con sede en Tandil, organizó un Encuentro de Escuelas de Servicio Social de las Universidades Nacionales, que produjo -para esa época de Argentina- una interesante síntesis de las reflexiones del evento, conocida como “Documento de Tandil”.

Precisamente en Tandil, Sela desarrolló su más intensa actividad académica, como docente y directora de la Carrera, convocando a destacadas y destacados colegas, con un sentido plural, para el dictado de las distintas asignaturas.

A la muerte de Aníbal Villaverde, acaecida en mayo de 1980, lo sucedió en la dirección de la Editorial Hvmanitas, continuando luego -en la década de los 90- en la actividad editorial de Lumen-Hvmanitas, hasta su deceso en este 2006.

Yo había vuelto de Perú en el último trimestre de 1982, y en marzo de 1983 - cuando aún no había concluido del todo la ya desgastada dictadura militar- me invitó a incorporarme como profesor en la Carrera de Servicio Social de Tandil, donde ella continuaba como Directora. Así lo hice, con su anuencia tácita para sortear el llenado de algunos formularios persecutorios, que trababan el ingreso a los organismos públicos de aquellos que teníamos “antecedentes”, no santos para la mayoría bárbara de la época.

Con frecuencia me incitaba y atizaba con la actividad política (sabedora de mis viejas e inconclusas inclinaciones), diciéndome reiteradamente –muchas veces en público- que yo tenía que volver a dedicarme a esa labor. Por distintas razones, no le hice caso totalmente.

A Sela le gustaba reivindicar las expresiones musicales y artísticas del interior. Se identificaba con la “latinoamericaneidad”, tal como ella la mencionaba, haciendo referencia a las afinidades y desventuras comunes que recorrían nuestro trágico y, a la vez, esperanzado continente.

Nunca aprendí a tutearla..., aunque no es necesario aclarar demasiado que yo también soy de épocas pretéritas. Se la veía siempre elegante y coqueta y también muy atenta de su prestancia. Con sus particulares características, Sela se hizo querer por muchos y muchas, de adentro y de afuera de la profesión, lo cual no es poco.

Yo, que no creo en el cielo ni en el infierno, no la veré más a Sela, y ella tampoco a mí. No creer es casi triste y desesperanzador, pero es así de certero.

Pero si me la volviera a encontrar, extrovertida y pícaramente embarullada y embarullante como siempre, le daría un afectuoso beso y le diría, con la emoción de un aún ilusionado escéptico: descanse en paz Sela, usted fue una auténtica asistente social.

3 comentarios:

  1. Ayer, después del homanje en la UBA me dio ganas de volver a leer, lo que habías escrito.. como siempre qe una re-visita un texto en cuenta cosas nuevas. Gracias pero este recuerdo de nuestra colega.

    ResponderEliminar
  2. Hermosa Sela!!! Fue directora de mi tesis en la UNCPBA. En el año 94/95.

    ResponderEliminar
  3. Sela has estado desde el primer dia que abrace esta carrera , al ultimo. Hoy ya jubilada y habiendo cambiado de profesion , te encuentro en mi siempre. Gracias por habernos dado tanto. Te amo infinitamente. Liz

    ResponderEliminar