lunes, 23 de abril de 2012

CRISTINA: NO TE VAYAS CON CHÁVEZ. Publicado en Página 12


Nota publicada en Diario "Página 12". Buenos Aires. Agosto 5 de 2009.
 
 
Cristina: no te vayas con Chávez 
                                                                                                              

Hace un par de días, en la agradable y apacible ciudad de Victoria, provincia de Entre Ríos, pude observar en un muro, a escasas cuadras de la plaza principal, una anónima pintada con aerosol que rezaba lo siguiente:
Cristina: No te vayas con Chavez. Andate con Chuda.

Había visto y escuchado por televisión el delicado adjetivo con que algunos hombres y mujeres se refieren a la Presidenta y también lo había leído en algún diario, pero sin la relación con Chávez y con el requerimiento de que abandone el cargo. Releí con atención la pintada y me llevó a interrogarme acerca de qué trasunta este tipo de expresiones ofensivas. ¿Será pura grosería de alguien soez, aunque con cierta creatividad? ¿Se tratará de un chistoso ocasional o de alguien con opinión política que entrecruza el insulto obsceno a una Presidenta con la misoginia? ¿Será un mero exabrupto irresponsable de alguien inmaduro que le parece bien insultar con ese estilo a una presidenta mujer? ¿Provendrá de alguien con mucha rabia o que percibe que sus intereses (políticos, económicos, sociales) están afectados?

Si hubiera sido un varón el Presidente constitucional en ejercicio, ¿esa misma persona que realizó la pintada, hubiera empleado un insulto de similar tenor, que aparece como una agresión de género? Es cierto que a los presidentes varones también se los insulta, pero -en esos casos- los insultos fuertes suelen ir dirigidos a su condición de hijo y a la “profesión” de su mamá, actividad históricamente demandada en todas las sociedades, aunque precisamente de mala reputación.

Grosería, misoginia, afectación de intereses, proyectos políticos opuestos, o bien suma y/o mezcla de esos distintos componentes, podrían explicar el ánimo y la decisión del pintor callejero (o de la pintora) en cuestión. Pero lo principal está en el imperativo del verbo usado para con la Presidenta constitucional: “andate”.

¿Cómo que andate? La actual Presidenta Cristina Fernández fue elegida democráticamente en 2007 y tiene mandato hasta 2011. Se puede disentir, se puede y se debe criticar el accionar del Gobierno en todo aquello con lo que no estemos de acuerdo, según nuestra propia perspectiva. Pero pretender que una Presidenta constitucional se vaya antes de terminar su mandato, porque su política no coincida con nuestra posición o con nuestros intereses, implica un comportamiento antidemocrático, destituyente, golpista.

Los sectores de mayor concentración económica (los verdaderos dueños del poder) y sus acólitos políticos y religiosos se sentían cómodos y favorecidos por el peronismo menemista de 1989-1999 y no le exigían a Menem que se fuera del gobierno. Cabe también recordar que estos mismos sectores apoyaron y hasta fueron parte de las dictaduras cívico-militares de 1966 y 1976.

Durante el pasado mes de abril, en el programa televisivo que conduce Mariano Grondona, se registró un diálogo sumamente clarificador (y vale reconocer que también estremecedor) entre este lúcido constructor de opiniones políticas y coherente representante de los intereses antipopulares, y Hugo Biolcati, presidente de la Sociedad Rural Argentina. Biolcati afirmó: “El gobierno de Kirchner va a durar dos años más... y dos años más, van a ser muy duros.”  Y Grondona expresó: “¿Dos?... ¿Te parece?...  No sé qué va a pasar después del 28 de junio”. Y Biolcati sonriéndose, le contestó: “Eso era lo que te quería escuchar”. Grondona cerró con una cínica y temeraria re-pregunta a su entrevistado: “¿Hay un señor que se llama Cobos, no…?  Creo que es vicepresidente…”

No se requiere de una agudeza superlativa, para identificar el proceder antidemocrático de estos sectores sociales y de sus “intelectuales orgánicos”. Por supuesto, Mariano Grondona nunca exigiría en público que la Presidenta se fuera (andate) antes de 2011 y mucho menos con ese tipo de adjetivos tan poco románticos y elegantes como el que usó el pintor de Victoria.

Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina y uno de los cuatro jinetes de la apocalíptica Mesa de Enlace, en noviembre de 2008, ya había anunciado que “había que ir desgastando y erosionando, desde donde se pueda, a este gobierno”.

Los antepasados de Biolcati, de Llambías, de Garetto, de Miguens, de Alchourón, de Crotto, de Martínez de Hoz como síntesis (como clase social, no necesariamente como individuos) son aquellos que en el siglo XIX se apropiaron indebidamente de enormes y valiosas extensiones de tierra en nuestro país, y que en el siglo XX, como muestra de ostentación de su poderío económico y de cierto tipo de construcción social y cultural,  realizaban viajes de placer a Europa llevando vacas a bordo de los transatlánticos para poder tomar leche fresca todos los días.

Desconozco el pedigree personal de un ejemplar como Biolcati, quien en la Apertura Oficial de la 123 Exposición Rural de Palermo (cuyo predio administra Francisco de Narváez), desplegó un uso intensivo del vocablo patria -mencionándolo literalmente decenas de veces en un discurso relativamente breve- que explica fehacientemente qué y cómo entienden la Patria estos sectores sociales, y que, a la vez, debe haber enardecido el polvo de los verdaderos patriotas. Y desde esa posición de clase, de esa caracterización que tienen de sí y del resto, de cómo entienden y ansían que debe funcionar la sociedad, es que Biolcati en genuina y coherente representación de la Sociedad Rural dijo su verdad. Para ellos, es decir para los sectores de mayor riqueza económica, que no quieren perder sus históricos privilegios, “el Estado es un predador insaciable”.

Más allá, entonces, de la persona en sí que haya pintado el muro de Victoria, social y políticamente hay que entender con rigor (y también con preocupación) que el pintor entrerriano no es un loquito suelto. No se trata de un mero hecho aislado y espontáneo. Hay sectores sociales y personajes en particular que apuestan al quiebre democrático.

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