lunes, 23 de abril de 2012


LAS NUEVAS DAMAS DE BENEFICENCIA

Publicado en Revista "Realidad Económica" Nº 180. Buenos Aires. Mayo/Junio de 2001.
                                                                                                            
Hace algunos días, la Fundación Novum Millenium, ligada al cavallismo, organizó una cena de caridad en el lujoso hotel Marriot Plaza, recaudando 300 mil dólares para la Fundación Felices los Niños, conducida por el sacerdote católico Julio César Grassi,(1) también ligado proselitistamente a Cavallo. En el espectáculo benéfico actuaron Raúl Portal (vicepresidente de la Fundación dedicada a la infancia), el mago Emanuel, la cantante Adriana Varela y el bailantero Ricky Maravilla. Entre los 350 asistentes participaron políticos y empresarios. Entre estos últimos asistieron y contribuyeron con su óbolo representantes de FIAT, Techint, Macri, Soldati, Repsol-YPF, Roemmers, Telefónica, Toyota, Socma, Exxel Group, Aguas Argentinas, Coca-Cola, Citroën, Autopistas del Sol, Peugeot, Deheza, Zanon, BGH, Ledesma, Banca Nazionale del Lavoro, Caja de Valores, Banco General de Negocios, Deutsche Bank, etc.  Entre los políticos destacaron Adolfo Sturzenegger, Diego Santilli, Carlos Ruckauf y Domingo Cavallo. La ausente mirada de los niños pobres iluminó la feliz velada de cena y baile.  Más de uno de los benéficos  comensales (políticos o empresarios) seguramente habrá pensado  ¿qué sería de nosotros sin los pobres?.

En 1900, Alfredo Palacios (quien cuatro años después fue el primer diputado socialista de América Latina) decía: “Desgraciadamente las sociedades de beneficencia son mistificaciones burdas con que se engaña a los tontos. Están formadas en su mayor parte por encopetadas burguesas que consideran deprimente acercarse a un conventillo para enterarse de la situación del miserable. Dan fiestas y kermeses con el objeto de exhibir fastuosos trajes y brillantes alhajas. El pobre es lo último que se tiene en cuenta por estas caritativas damas”.

Hoy, a más de cien años, los representantes de los sectores de riqueza más concentrada del país cenaron alegremente y pagaron a  precio de oro las camisetas de Boca Juniors y River Plate (subastadas en la ocasión), evidenciando su enorme vocación por los pobres.  De la tradición española recordamos aquellos versos que decían: “el señor don Juan de Robres, con caridad sin igual, hizo hacer este hospital, y primero hizo los pobres”.

Nos resistimos a aceptar acríticamente la “bondadosa” beneficencia que “cae magnánimamente” sobre las familias previamente empobrecidas, como consecuencia de decisiones políticas que contribuyen a modelar sociedades más desiguales.

En este caso, la particular gravedad del episodio deviene de la presencia de los gobernantes, la cual simbólicamente estatiza una práctica estructurante de la desigualdad social.

Nítidamente podemos observar cómo se viene cristalizando el reenvío de la asistencia (como derecho social) hacia la caridad privada (como gracia arbitraria). Si, en el transcurso histórico, veníamos avanzando de la caridad y la beneficencia hacia las políticas sociales, ahora estamos retrocediendo vertiginosamente y resulta claro el retorno desde las políticas sociales (entendidas como derecho) hacia la caridad privada (como figura optativa, a asumir voluntariamente por los sectores pudientes).

El empleo, el salario y las políticas sociales universales (de carácter preventivo especialmente), nos conectan con una propuesta de sociedad que tienda hacia la integración y no hacia la exclusión; hacia la equidad y no hacia la injusticia social; hacia el fortalecimiento de una nación para todos y no hacia la dualización de sus habitantes, con derechos marcadamente diferenciados, según pertenezcan a uno u otro sector social.

La pérdida de la noción de la asistencia como derecho se emparenta con los actuales procesos de refilantropización. Cabría recordar que siempre los filántropos necesitaron más a los pobres, que los pobres a los filántropos. Ojalá que esta afirmación no se consolide definitivamente con relación a la clase política de nuestro país.

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(1)      El cura Julio César Grassi fue detenido (por unos pocos días) el 24 de octubre de 2002 por corrupción de menores, acusado de abusar sexualmente de adolescentes, cuando los mismos estaban internados en el Hogar que la Fundación posee en la localidad de Hurlingham. El 10 de junio de 2009 fue condenado a 15 años de prisión por los delitos cometidos, pero aún así continúa en libertad y hasta con permiso para visitar el Hogar de niños y niñas que él dirigía y donde abusó de los menores.

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