lunes, 23 de abril de 2012


EL CURA GRASSI Y EL POLICÍA GARRIDO


Publicado en "El Diario". Puerto Madryn, Chubut. Junio 22 de 2009.
                                                                                                                          

En octubre de 2002 (hace casi siete años), el cura Julio César (¡nombre omnipotente si los hay!) Grassi fue detenido, por un par de días en una comisaría, acusado de abusar sexualmente de niños que estaban alojados en el Hogar “Felices los Niños” de Hurlingham, bajo su dirección.

El policía Aldo Garrido, fue asesinado en ocasión de robo, en el centro comercial de San Isidro, hace cuatro meses (en febrero de 2009), por Débora Acuña y su pareja Ernesto Luque.

Los asesinos de Garrido fueron condenados, con pertinente celeridad en cuatro meses, a prisión perpetua. La mujer podrá solicitar el beneficio de la libertad condicional, al cumplir 35 años de detención. El hombre, por ser reincidente, no podrá acceder a la libertad condicional y se estima que deberá permanecer en prisión 50 años.

Se trata de casos bien distintos: por la índole de los delitos; porque en un caso la condena se produjo a los cuatro meses, y en el otro a los siete años; por el origen y la “valoración” social de los delincuentes (los unos, gente sin profesión y asesinos, y el otro, cura y pedófilo); los asesinos comunes contaron con defensores oficiales, mientras el cura violador tuvo a su disposición diversos, prestigiosos y onerosos estudios de abogados.

El pasado 10 de junio el sacerdote católico Grassi fue condenado a 15 años de prisión por los delitos cometidos, pero aún así continúa en libertad y hasta con permiso para visitar el Hogar de niños y niñas que él dirigía y donde abusó de los menores. El sentido común siempre aconsejó que no resulta prudente permitir que una comadreja ingrese a un gallinero.

El Tribunal que juzgó al cura Grassi consideró que "de acuerdo a la descripción de los hechos (...) resulta clara la orientación sexual de los tocamientos, beso en la boca y fellatio, por lo que el tema en trato no merece mayores comentarios". Y luego agregó: "Con respecto a la corrupción, evidentemente Grassi, para satisfacer sus bajos deseos, no trepidó en llevar adelante, con un menor de 13 años, conductas que -no podía ignorar-, eran aptas para desviar el normal desarrollo de su sexualidad".

Hace 8 años, en junio de 2001, otra estrella brillaba en el firmamento del celestial cura Grassi, mientras desplegaba activamente sus hábitos, no precisamente cristianos, violando a los niños que él mismo acogía en su Hogar. En aquella época, la Fundación Novum Millenium, ligada al cavallismo, había organizado una cena de “caridad”, recaudando 300 mil dólares para la Fundación Felices los Niños, conducida por el cura.

La presencia y el esplendor de ese momento para el cura Grassi, que ahora se comprueba (aunque parece que ya muchos lo sabían desde hacía tiempo, incluyendo la jerarquía eclesiástica) que venía desarrollando una activa vida sexual con los niños, hizo que llegara hasta ser mencionado y sugerido por Sonia Cavallo, la influyente esposa del no menos influyente ministro de Economía Domingo Cavallo, para ocupar el cargo de ministro de Bienestar Social de la Nación.

Los jueces que juzgaron y condenaron en cuatro meses a los asesinos del policía Garrido afirmaron en su fallo que Acuña (la mujer), al dispararle a Garrido “demostró una frialdad que hiela la sangre”. Probablemente haya sido así. Cuando el sacerdote Grassi, según el propio Tribunal que lo juzgó, condenó y dejó en libertad, “tocaba, besaba en la boca y le practicaba fellatio” al niño de 13 años que estaba internado en el Hogar (¡vaya qué hogar!), ¿qué habrá demostrado: frialdad o calor? Y a la población, y en especial a los niños violados y a los que sigan siendo violados en el futuro, ¿qué les producirán los aberrantes -y a menudo impunes- delitos como los cometidos por el cura Grassi?  ¿Les helará la sangre o les hará hervir la sangre?

A pesar de las diferencias, en un caso (los asesinos de Garrido) se juzgó y condenó prestamente; en el otro (el del violador Grassi) se demoró casi 7 años y el delincuente ni siquiera está detenido. Para el ciudadano común, no necesariamente especialista pero tampoco zonzo, se le reavivan reminiscencias de la fábula de la liebre y la tortuga: acelerados unos y retardados otros. 

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