domingo, 30 de julio de 2017



“LA ARGENTINA NO ESTÁ MUERTA” 

Esta semana estuve participando como Expositor en sendos eventos de Trabajo Social llevados a cabo en las ciudades de Cusco y Lima, organizados por el Colegio de Trabajadores Sociales del Perú.
Ello me hizo rememorar mi residencia en Lima, entre 1979 y 1982, período en el cual me desempeñé como Coordinador Académico del Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS), organismo académico de la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social (ALAETS). Argentina, en ese momento, padecía la dictadura cívico-militar instaurada a partir de marzo de 1976.
Además de mi actividad profesional escribía algunas notas periodísticas y me acordé de la que había publicado en “El Diario de Marka”, el 25 de marzo de 1981, bajo el seudónimo de Andrés Rial, con el título “La Argentina no está muerta”.
Hoy, en julio de 2017, la Argentina no está sometida a una dictadura cívico-militar como la de aquella época, aunque atraviesa, desde diciembre de 2015, una gravísima restauración conservadora, que despliega su proyecto neoliberal  con claros indicios de autoritarismo, lo cual permite asociar a la vigencia de una suerte de “democracia dictatorial” o de “dictadura democrática”.
La presidencia de Mauricio Macri es, sin duda, la continuidad ideológica-política de la dictadura cívico-militar de José Alfredo Martínez de Hoz y de Jorge Rafael Videla.
En este marco, me permito compartir a continuación el texto de aquella nota publicada en Lima en 1981, convencido de que -a pesar del brutal retroceso actual- la Argentina sabrá recuperar la necesaria perspectiva nacional y popular en pos del bienestar general.

“El domingo 22 de marzo (de 1981) leímos el artículo del compañero Miguel Gómez. Lo hacíamos con identificación, pero con relativa insatisfacción. Dolorosamente cierto es su recordatorio de atrocidades, que podría completarse aún más.
Pero nuestra insatisfacción proviene de que el artículo parece trasuntar, aunque seguramente no ha sido ese su cometido, sólo tristeza y desesperanza ante la derrota sufrida. La verdadera Argentina ha recibido heridas mortales en estos últimos 5 años, pero no la han podido sepultar, no está muerta.
La Argentina profunda, la Argentina americana y no europea, la Argentina de San Martín, de las montoneras federales del siglo pasado, del yrigoyenismo, del peronismo, del Che Guevara, NO ESTÁ VENCIDA.
El pueblo trabajador, creador y genuino representante de esa Argentina está lamiéndose sus heridas aún, pero a la vez va recuperando su palabra y su capacidad de lucha.
Claro, por cierto, que con modalidades de lucha cautelosas y graduales de acuerdo a las condiciones objetivas y al propio estado de sus fuerzas.
Los apocalípticos hijos del fascismo y del capitalismo que han usurpado el poder el 24 de marzo de 1976, quisieran quedarse “toda la vida”; pero no podrán por mucho seguir dándole cuerda al reloj del atraso y de la dependencia.
Así también lo quería en 1966, el oligofrénico -políticamente hablando- Juan Carlos Onganía, que expresó sus deseos de “quedarse por 20 años”. La movilización popular del “Cordobazo” de 1969 tiró abajo a ese pigmeo oligárquico.
Como decía Martín Fierro “no hay tiempo que no se acabe, ni tiento que no se corte”; y esto ya lo siente el régimen oligárquico de Martínez de Hoz, Videla y Harguindeguy y ahora el “nuevo” Viola, que van abriendo compuertas intentando relativizar la fuerza creciente de la oposición. Lentamente las fuerzas sociales y políticas del país salen del letargo impuesto por el terror y el asesinato y van reconstituyendo inexorablemente su capacidad de expresión y de lucha.
El grupo delirante que se apoderó del poder se propuso abolir medio siglo de crecimiento interno y retrotraernos a las épocas de las vacas gordas y nos peones flacos. La contrarrevolución avanzó muchísimo, pero no podrá continuar haciéndolo por mucho más.
En los próximos días el nefasto dictador Videla, jefe nominal del proyecto oligárquico, cederá su puesto en la Casa Rosada y con él se alejarán Martínez de Hoz y Harguindeguy. Es lo único bueno que puede esperarse de este trío cipayo, que encabezó la delincuencia política y económica que padece la Argentina.
Viola, el sucesor elegido “democráticamente” por sólo tres personas (la Junta Militar) en “representación” de 28 millones de argentinos, pretende la continuidad de un régimen fundado en el desprecio a la voluntad popular, en el feroz autoritarismo, en la destrucción de la cultura, en el arrasamiento de la economía, en el hambre, y en el desempleo generalizado. La oligarquía nativa, ociosa y parasitaria, servidora idónea del imperialismo, aspira un país donde impere “la paz de los cementerios”, como garantía para preservar sus infames privilegios.
Pero la clase trabajadora argentina y el pueblo en su conjunto no están resignados, sino que se están reponiendo de los golpes recibidos. Demostrativo de ello es la creciente actividad de los partidos políticos, a pesar de estar prohibido su funcionamiento. Grupos de sindicalistas, empresarios, sectores de la Iglesia, intelectuales, agrupaciones feministas, etc. van desarrollando múltiples expresiones de enfrentamiento y resistencia al proyecto antinacional.
Los argentinos se están recobrando de las severas heridas y van aumentando las manifestaciones de oposición, en concordancia -claro está- con las rígidas medidas de control que aún imperan en el país. Recordemos que a pesar del decreto que la disolvió y confiscó sus bienes y de la nueva ley de Asociaciones Profesionales, la Confederación General del Trabajo (CGT) ha vuelto a constituirse. La represión y las maniobras divisionistas del gobierno, no han podido neutralizar la voluntad de lucha del movimiento obrero argentino.
Cuando el pueblo logre recuperarse cabalmente de dichas heridas, toda la fuerza de este gobierno, que pretende marchar a contrapelo de la historia, desaparecerá.
Cesará también, por supuesto, la exportación de asesinos y mercenarios a países hermanos. Y estarán prestos los contingentes de argentinos para continuar la gesta sanmartiniana inconclusa, derrotar al enemigo en un segundo y definitivo Ayacucho y abrir el camino para la constitución última de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.”