viernes, 20 de junio de 2014

SOBRE LOS FONDOS BUITRES

Me permito adjuntar la Declaración emitida por la Federación Argentina de Asociaciones Profesionales de Servicio Social (FAAPSS) en repudio del fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de Norteamérica, que favorece abiertamente a los llamados "fondos buitres" que intentan detener el proceso de desarrollo económico y social en Argentina.
 
En el trasfondo de esa decisión, que fortalece las posiciones más obscenas del capitalismo financiero, seguramente estará presente la fecha de noviembre de 2005 en Mar del Plata. Fue en esa fecha y en esa ciudad de Argentina que se llevó a cabo la Cuarta Cumbre de las Américas, y ahí con el liderazgo de Kirchner, Chávez y Lula se enterró la iniciativa del imperio norteamericano que pretendía imponer el proyecto del ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) que hubiera perjudicado notoriamente a todos los países latinoamericanos.
 
Norteamérica tiene memoria de largo alcance, pero también los latinoamericanos tenemos firme memoria para identificar a los enemigos de nuestra Patria Grande, como la soñaron San Martín, Bolívar, Artigas y Morazán.
 
Las y los trabajadores sociales sabemos de sobra a qué sectores sociales se perjudicará más, de progresar estas medidas de estrangulamiento económico y  de sometimiento que -ayer y hoy- impulsan los imperios y sus personeros que asumen las más extremas lógicas de expoliación de nuestros pueblos.
  

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Prof. Norberto Alayón
Facultad de Ciencias Sociales (UBA)
Blog: 
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POSADAS, ARGENTINA 20 de Junio de 2014.
POSICIÓN DE LA FAAPSS ANTE EL FALLO DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LOS ESTADOS UNIDOS
La FEDERACIÓN ARGENTINA DE ASOCIACIONES PROFESIONALES DE SERVICIO SOCIAL (FAAPSS), tomando posición en la situación generada por el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, en relación al juicio que vienen llevando contra nuestro país los denominados “fondos buitres”, MANIFIESTA:
1. SU MÁS ENÉRGICO REPUDIO contra este fallo que favorece abiertamente a un grupo absolutamente minoritario y altamente especulativo, de tenedores de bonos de la deuda externa argentina, y pone en riesgo lo acordado con el 92,4 % de acreedores a los cuales el Gobierno Argentino les viene abonando regularmente en tiempo y forma la deuda renegociada.
2. QUE ESTA DECISIÓN DE LA CORTE NORTEAMERICANA NO ES INOCENTE sino que, muy el contrario, se ajusta el más estricto espíritu capitalista, empeñado sólo y exclusivamente en incrementar las ganancias del capital financiero especulativo que pretende ahogar a los países latinoamericanos que, como Argentina, vienen apostando a un desarrollo independiente como países libres y soberanos, con pleno derecho a decidir su propio destino y cómo llevarlo a cabo.
3. QUE ESTE FALLO asimismo atenta contra el crecimiento económico del país, las políticas de redistribución del ingreso, la inversión pública en infraestructura social, el financiamiento de las provincias argentinas, la investigación y el desarrollo tecnológico, la educación pública, los programas de salud y de vivienda, las políticas de protección y de inclusión social, entre otros.
4. QUE EL COBRO COMPULSIVO que pretenden los fondos “buitres”, apañados por jueces norteamericanos que actúan como juez y parte, amenaza seriamente el Patrimonio Nacional y el destino del Pueblo Argentino y coloca la especulación financiera, la codicia  y la usura por encima de los derechos que nos asisten como ciudadanos de un país libre y soberano, amenaza nuestra libertad y el derecho a decidir nuestros propios recursos, hipoteca nuestro futuro y cercena nuestras posibilidades de realización como país.
5. QUE EN ESTA HORA DIFÍCIL PARA NUESTRO PAÍS ES NECESARIO dejar a un lado los intereses sectoriales, grupales y personales, por más legítimos que sean, y APOSTAR FUERTEMENTE A LA UNIDAD NACIONAL construyendo una muralla de voluntades que resistan y se opongan al atropello y al saqueo que una vez más intenta EL IMPERIALISMO FINANCIERO INTERNACIONAL. 

jueves, 1 de mayo de 2014

SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO

A raíz de las renovadas propuestas de reinstauración del Servicio Militar Obligatorio reproduzco una nota de oposición a estas iniciativas, publicada en el Diario "Página 12" de Buenos Aires, el 4 de octubre de 2010 (página 19).
 
LOS POBRES, AL CUARTEL

                                                                                                          Norberto Alayón (*)


(*) Trabajador Social - Profesor Titular (Facultad de Ciencias Sociales-UBA)


El Senado dio media sanción a un proyecto denominado Servicio Cívico Voluntario, con 33 votos a favor, 31 en contra, 2 abstenciones y 5 ausencias. La propuesta, apoyada por la oposición y el pleno respaldo del Vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, está dirigida a jóvenes de entre 14 y 24 años que no estudian ni trabajan, a quienes se les “proporcionará cursos de formación teórico-práctica en temas de defensa civil y capacitación técnica de oficios”. El entrenamiento “se desarrollará en instalaciones de las Fuerzas Armadas”, recibiendo los alumnos “alimentación y vestimenta”, además de “alojamiento en la unidad que se afecte al Servicio”. Se puntualiza expresamente que los participantes “deberán respetar los reglamentos de las Fuerzas Armadas, referidos a normas de convivencia”. El primer objetivo, que consta en el artículo 2º del proyecto aprobado, es “otorgar espacios de contención a jóvenes en situación de riesgo”.

¿Por qué a los mentores de esta iniciativa, pensar en “espacios de contención” para adolescentes y jóvenes en “situación de riesgo” (en condiciones de pobreza y desprotección, habría que precisar) los lleva a pensar en los cuarteles? ¿Desde cuándo los cuarteles son espacios de contención? O habría que preguntarse a qué contención se refiere la norma o en qué pensaron sus autores. ¿Acaso aspiran a una suerte de intento de revitalización directa o subliminal del felizmente fenecido Servicio Militar Obligatorio? Hasta el propio Ejército rechazó el proyecto, que ahora deberá ser tratado por la Cámara de Diputados.

El mismo día que se aprobó este proyecto de ley en el Senado, el Vicepresidente Cobos publicó un artículo de enfático apoyo, titulado “Un desafío para la sociedad”, en un centenario matutino de la ciudad de Buenos Aires. Y un agudo y prehistórico lector, de esos que envían comentarios a los diarios, develó la verdadera y profunda esencia punitiva de esta iniciativa. Le escribió un mensaje de marcado respaldo a Cobos por su nota, finalizando con este ilustrativo párrafo: “Y no tenga miedo de incluir a las Fuerzas Armadas en planes educativos: no sólo los vacunos necesitan bretes”.

Rápidamente se entiende el significado de brete, pero puede resultar útil repasar algunas de las acepciones que figuran en los diccionarios: “en las estancias y mataderos, sitio cerrado con fuertes maderos, para marcar en ellos las bestias o matarlas”; “cepo o prisión estrecha de hierro”.

¿Cuánto de control, de disciplinamiento, de vigilancia, de reforzamiento de la desigualdad, de discriminación, de estigmatización hacia esos jóvenes pobres contiene esta aparentemente beatífica propuesta?

El funcionamiento social empuja y condena a millones de jóvenes a la marginalidad y a la exclusión, y luego aparecen algunos presuntos redentores (con mayor gravedad en este caso, por tratarse de 33 Senadores de la Nación) que proponen “recuperarlos” y “reinsertarlos” a través del confinamiento en los cuarteles militares.  La democracia debe garantizar -y está en condiciones de hacerlo- que las políticas públicas dirigidas a los sectores vulnerados y vulnerables se canalicen a través de las instituciones oficiales y comunitarias pertinentes del campo de lo social, evitando el enmascaramiento de pretendidas “medidas de seguridad“, como si se trataran de políticas sociales inclusivas. Y sobre todo, debería garantizar que las instituciones en las que los jóvenes universalmente se forman y educan (la escuela, en primer lugar) sean las que los incluya y contenga.

Una vez más se intenta, por medio de este proyecto de ley, cristalizar la existencia de sociedades duales, convalidar la diferenciación social y vigilar y controlar a los pobres, en vez de apuntar a trabajar sobre las causas más profundas de la pobreza.

En suma, para los jóvenes pobres el disciplinamiento cuartelario y para los jóvenes pudientes  los colegios y las universidades privadas.


martes, 18 de marzo de 2014

MENOS POLICÍAS Y MÁS ASISTENTES SOCIALES

Nota publicada en el Diario "Tiempo Argentino" de Buenos Aires, el 9 de marzo de 2014.

                                                                                                                         
Norberto Alayón (*)

(*) Trabajador Social. Profesor Titular (Facultad de Ciencias Sociales-UBA)

Para determinadas concepciones, las protestas sociales que reivindican derechos incumplidos constituyen un accionar desestabilizador que justifica la represión policial.

En el marco de un proyecto político, de perfil popular, que tienda a atenuar las inequidades generadas por el modelo de funcionamiento social, aparece un sugerente interrogante, de carácter conceptual y político: ¿sería necesario que haya más asistentes sociales y menos policías?

Bregar por la vigencia de sociedades más equitativas, más justas, constituye un objetivo loable y un imperativo que identifica a los proyectos políticos de carácter popular. En contraposición, las propuestas y modelos conservadores se reconocen en la existencia de sociedades profundamente desiguales, con acceso marcadamente diferenciado a los bienes y servicios producidos por el conjunto de la sociedad.

La búsqueda de una mayor justicia social requiere, principalmente, de una propuesta de carácter estructural que ataque en su génesis las lógicas de inequidad que caracterizan al capitalismo.

Toda alternativa política que propicie y defienda una mayor inclusión y bienestar de los sectores sociales históricamente más relegados, necesariamente tendrá que afectar los intereses de aquellos otros sectores de impúdica concentración de riqueza que se resisten a una mayor distribución (en pro del bien común), de lo que han acumulado, generalmente en base a privilegios diversos y a la explotación del trabajo ajeno.

A la par, la puesta en marcha de políticas sociales inclusivas, de mayor igualación, de contención y promoción social de los sectores más vulnerados, debe acompañar y apuntalar todo proyecto general que se precie y reconozca como popular.

Pero no todo el mundo piensa igual acerca de qué hacer con los pobres que genera el sistema. ¿La propuesta debería ser meramente controlar a los pobres o bien tratar de combatir la pobreza y actuar sobre sus nocivos efectos?

De “vigilar y castigar” ya nos hablaba el filósofo francés Michel Foucault, hacia mediados de los 70 del siglo pasado. La disyuntiva podría plantearse, entonces, entre vigilar y castigar a los pobres o bien evitar la discriminación y apostar a la promoción y ampliación de derechos, por medio de vigorosas políticas de inclusión y de distribución de riqueza que mejore la calidad de vida de los mismos. ¿Más policías para la primera opción o más asistentes sociales (trabajadores sociales) para la segunda?

Los trabajadores sociales (o asistentes sociales) son los graduados de las carreras de Trabajo Social que se cursan predominantemente en universidades, públicas y privadas, de todo el país. El Trabajo Social es una profesión cuyos objetivos están dirigidos a contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de la población (en particular de los sectores más desfavorecidos por las propias características del funcionamiento social) y a la defensa irrestricta de los derechos humanos, en su más abarcativa acepción.

No se trata de idealizar en abstracto (a los trabajadores sociales), ni tampoco de demonizar en abstracto (a los policías). Pero corresponde distinguir, que el trabajador social se suele caracterizar por poseer vocación y formación para la promoción humana y el desarrollo de procesos socio-educativos de las personas, familias y comunidades. Y el policía se suele caracterizar por su vocación y formación para el control y la represión. Ambas son profesiones legítimas, pero que cumplen funciones esencialmente dispares.

Usualmente se piensa más en reprimir que en prevenir. ¿A quiénes se reprime y se castiga más en nuestras sociedades? Por cierto, se castiga más a los más pobres, a los más desprotegidos, a los más estigmatizados. La criminalización de la pobreza no es una ficción; es una terrible constatación cotidiana.

Una sociedad cabalmente moderna no debe ser impropiamente permisiva, pero tampoco puede admitir -si se precia de democrática- la vigencia de criterios inequitativos para las acciones de punición y para la administración de la justicia.

De paso conviene recordar que ni más castigo, ni aumento de las penas, ni más cárceles, ni más cámaras de seguridad (¡ahora las instalaron hasta en el Obelisco!), podrán combatir eficazmente la violencia, si no se ataca a ésta en sus orígenes, en las causales de índole estructural que sobredeterminan su presencia.

Las tareas de reparación, de atención de las necesidades sociales, de apoyo a la reivindicación de derechos, de estímulo a la organización comunitaria, de promoción de actividades culturales diversas (musicales, teatrales, deportivas, educativas, cooperativas, etc.), que suelen impulsar los asistentes sociales en los barrios, constituyen un valioso y estratégico aporte para luchar contra la desigualdad social. En suma, para fortalecer la equidad y la propia democracia y apoyar la construcción de una sociedad más humana.

Para la consolidación de una sociedad con mayor justicia social cabe bregar a fondo por más empleo, por mejores salarios, por educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación para todos los habitantes. Para contribuir al logro de estos objetivos, sería mejor que hubiera más asistentes sociales y menos policías.

Buenos Aires, marzo 9 de 2014.


sábado, 22 de febrero de 2014



¡Populista, sí: a mucha honra!

Nota publicada en el Diario "Página 12" de Buenos Aires. Febrero 17 de 2014

                                                                                                          
                                                                                                                 Norberto Alayón (*)

(*) Trabajador Social. Profesor Titular
     (Facultad de Ciencias Sociales-UBA)

En el lenguaje corriente, ciertos políticos y académicos descalifican, abominan del término “populismo”. Los “izquierdistas” critican al populismo porque éste no apunta a erradicar el sistema capitalista. Los conservadores lo critican porque, aún incompletamente, defiende más los intereses de los sectores populares.

Se lo usa, se lo invoca de manera peyorativa, como un insulto, como si fuera una “mala” palabra. Por cierto, populismo se deriva de lo popular, de pueblo. ¿Estará mal hablar de lo popular/pueblo o encarar políticas en defensa de lo popular?

En contraposición, ¿estos sectores preferirían emplear el concepto de elitismo o de grupos selectos (no populares) que serían diferentes y mejores que la gente común? Intentan vilipendiar y construir una idea estigmatizante, desvalorizada de lo popular, desde su propia posición de clase. Algunos por odio de clases y otros por inveterada miopía intelectual, reflotan la vieja antinomia de “popular versus antipopular”.

Juan Cruz Varela, hermano de Florencio, fue un escritor y político argentino, instigador -junto a Salvador María del Carril- del fusilamiento de Manuel Dorrego, perpetrado por Juan Lavalle. En 1828, después de la caída del gobierno popular de Dorrego, desde Montevideo escribió los siguientes versos: “La gente baja ya no domina y a la cocina se volverá”. Fantástica y desgraciada oda antipopular, que refleja el pensamiento de muchos, de ayer y de hoy. Lo que estaba y está por supuesto también en juego en la actualidad, es la disputa por quién ejerce el poder: uno u otro sector social.

En el basamento ideológico del retrógrado sistema de segregación racial, denominado “apartheid”, se mencionaba que “El más educado de los negros es, por definición, inferior al menos educado de los blancos”. Si adecuáramos esta afirmación a las categorías “rico/pobre”, podríamos leer, remedando a los seguidores del “apartheid”: “El más educado de los pobres, es, por definición, inferior al menos educado de los ricos”.

El desprecio que algunos vuelcan sobre el populismo parece asimilarse a las críticas que se verifican, en el ámbito de la justicia, hacia las concepciones “garantistas”, que tienden precisamente a garantizar los derechos de todos. ¿Qué otra cosa se debería ser? ¿Antigarantista?  Por ejemplo, al dictador Videla, a Martínez de Hoz, a la Sociedad Rural Argentina, a los Macri de hoy, los seducían y los seducen las ideas y las políticas antigarantistas. Quieren garantías (y especialmente privilegios) sólo para los poderosos.

Las políticas progresistas de Inclusión Previsional, de la Asignación Universal por Hijo, el Programa PROCREAR de viviendas, el Programa Conectar Igualdad, el Programa PROGRESAR han sido recurrentemente tildadas de populistas, de demagógicas. ¡Menos mal que existen estas políticas que propenden a una mayor justicia social! Estas medidas, ¿son criticadas por impericia, por irresponsable liviandad, por interés político de mera y burda oposición? Y ni qué hablar de aquellas extraviadas (para decir lo menos) expresiones de ese dirigente político nacional, que avergonzarían y enfurecerían a don Hipólito Yrigoyen, cuando criticó la Asignación Universal por Hijo y dijo que la misma “se iría por la canaleta del juego y de la droga”.

Resultan asombrosas, cuando no tristemente patéticas, las opiniones de algunos cientistas sociales que aparentan pasar como objetivos y rigurosos, arremetiendo sistemáticamente contra lo popular, contra el populismo, obteniendo el beneplácito y la adulación de poderosos diarios, canales y radios que representan los intereses más antipopulares y que, como es coherente con su ideología, hasta apoyaron la dictadura cívico-militar-eclesiástica iniciada en 1976.

Muchos de estos cientistas sociales provienen del campo del “progresismo” o del “izquierdismo”. Muchos hasta fueron funcionarios del menemismo y del gobierno de la Alianza y poco o nada hicieron desde los ministerios y reparticiones de Desarrollo Social. Convendría repasar y recordar sus nombres, para ver si se trata de las mismas personas.

Critican al kirchnerismo por populista. Lo mismo hacen otros con Evo Morales en Bolivia, con Rafael Correa en Ecuador, con Dilma Rousseff en Brasil. Lo que es un mérito, en beneficio de las mayorías más desprotegidas, intentan transformarlo en algo descalificable, en algo abyecto. Resulta evidente que no critican para mejorar y avanzar; critican para debilitar y retroceder.

En 2014, en el marco concreto de la cruda realidad internacional y nacional, resulta absolutamente pertinente apoyar las políticas de carácter popular, en línea con la defensa de los sectores más postergados.

De merecer una crítica o un epíteto insultante, de parte de los diversos sectores objetivamente antipopulares (“izquierdistas” o conservadores, cientistas sociales o no) preferiría y hasta me halagaría que me dijeran “populista”. La ceguera reaccionaria y provocativa de muchos, me induce a asumir en la encrucijada actual, la afirmación de ¡Populista, sí: a mucha honra!  

Buenos Aires, febrero 17 de 2014.

sábado, 15 de febrero de 2014

LOS DERECHOS DE LA GENTE

Nota publicada en el Diario "Tiempo Argentino" de Buenos Aires, el 10 de febrero de 2014.
 

                                                                                              Norberto Alayón (*)
(*) Trabajador Social. Profesor Titular (Facultad de
     Ciencias Sociales-UBA)


En este febrero de 2014, como es sabido, atravesamos en el país por un período de variados y sistemáticos intentos de debilitamiento y desestabilización del gobierno, por medio de acciones especulativas de los sectores económicos y políticos más concentrados, que ven limitados (aunque parcialmente y hasta muy escasamente en muchos casos) sus enormes e históricos privilegios.

Se pusieron claramente en evidencia distintas maniobras de retención y no liquidación de las exportaciones, complementándose con aviesas y hasta ilegales operaciones cambiarias con la transacción del dólar y luego aumentos injustificados de precios en consumos básicos, no disponibilidad de productos, engaños e incumplimientos de los precios acordados con las autoridades, todo lo cual puso sobre el tapete el papel que debe cumplir la ciudadanía ante los abusos que perpetran -con extrema impunidad- los sectores del gran capital, acostumbrados a querer decidir y mandar por sobre el poder político emanado de la soberanía popular, que constituye la esencia misma de la democracia.

Ante estos obscenos abusos se articuló una importante reacción por parte de los consumidores, que confluyó en una propuesta de boicot de compra por un día de alimentos en los supermercados (extranjeros y nacionales) y también de combustibles.

El activismo de la ciudadanía en pos de la vigencia y preservación de sus derechos, en pos del llamado “empoderamiento”, habilita un fructífero espacio para la reflexión (y la acción) acerca de cómo entender y definir la participación de la gente.

Desde el campo profesional del Trabajo Social, hace ya bastantes años venimos afirmando que promover los derechos de la gente y reclamar activamente para que se cumplan debe ser entendido como un deber y no sólo como un derecho de los ciudadanos. El reforzamiento de esta noción nos parece muy importante para reafirmar la necesidad de una ciudadanía atenta y vigilante del cumplimiento cotidiano de sus derechos, que vaya desterrando las conductas pasivas o simplemente expectantes acerca de si los derechos están meramente formulados o por el contrario están -como debe ser- plenamente vigentes.

Esta participación activa de la comunidad será la garantía cierta de que los derechos se ejerciten tal como estén legislados, evitando que se reproduzca ese sentimiento escéptico y generalizado según el cual una cosa es la Constitución Nacional, las Constituciones Provinciales, las leyes, las normas, las ordenanzas y otra -muy distinta- la realidad.

La tensión que está en el núcleo de la noción de ciudadanía es -en definitiva- la que se da entre las necesidades de los grupos sociales para su sobrevivencia y reproducción (instituidas como derechos)) y las “necesidades” del mercado, que se imponen sobre aquellas cuando estos derechos se pierden o se debilitan las instituciones que deben garantizarlos (el Estado).

De ahí que, para la promoción y defensa de los derechos, resulta clave develar y cuestionar la naturaleza de las relaciones sociales vigentes, en cuyo marco los abusos son posibles, identificando con rigor la presencia simultánea y contradictoria del binomio derechos-violación de los derechos.

Cabe recordar que los derechos se construyen y reconstruyen con la vigilancia permanente de su cumplimiento, pero que también se pueden diluir o directamente perder si no se ejercita su defensa cotidiana. Es la reivindicación y reclamo ante las obligaciones incumplidas por parte de los Estados nacionales, provinciales o municipales lo que contribuye a la constitución de las personas como sujetos plenos de derechos.

La lucha por la defensa de los derechos de un sector de la sociedad fortalece también la defensa de los derechos del conjunto de la población. El reconocimiento de que los habitantes sin derechos no son ciudadanos, abre la posibilidad de generar un impulso de activismo, en pos de la consolidación de los derechos no vigentes, y perfila la construcción de un nuevo tipo de relaciones sociales.

El pleno funcionamiento de Estados democráticos, con ampliación de derechos para todos los habitantes, permitirá -por lo menos- limitar la inhumana irracionalidad del sistema capitalista.


Buenos Aires, febrero 10 de 2014.    

lunes, 13 de enero de 2014

EL CAPITALISMO CORRUPTOR

Nota publicada en el Diario "Página 12" de Buenos Aires - Enero 2 de 2014

                                                                                                                          Norberto Alayón(*)

(*) Profesor Regular Titular
     Facultad de Ciencias Sociales (UBA)

Empecemos rememorando lo mero principal: en esencia, el capitalismo es profundamente corrupto y corruptor. Como decía el viejo proverbio español, “lo que por sabido se calla, por callado se olvida”. Para no olvidar, entonces, recordamos que el capitalismo es el sistema político-económico-social que predomina en casi todo el mundo.

El juez federal Ariel Lijo acaba de procesar a ex ejecutivos de la empresa alemana Siemens por el pago de sobornos, por 106 millones de dólares, a funcionarios del gobierno de Carlos Menem, para quedarse con el negocio de la informatización de los DNI en la “Década Infame” de los ´90. El juez consideró probado que las coimas existieron y dictó 17 procesamientos y embargos millonarios a los directivos de Siemens, a los funcionarios de Menem y también a integrantes del Grupo Socma (de la familia Macri) por su relación con el delito cometido.

La corrupción no es un fenómeno exclusivamente inherente a lo estatal. Se trata de un comportamiento que, en sintonía y correlato con el modelo de funcionamiento social, atraviesa al conjunto de la sociedad, incluyendo -obviamente- también a la clase política.

La corrupción no es patrimonio exclusivo de los poderes del Estado, se trate del Ejecutivo, del Legislativo o del Judicial. Seguro que hay -y está muy mal- políticos corruptos, legisladores corruptos, jueces corruptos. Y también hay empresas corruptas (pensemos sólo al pasar en Papel Prensa), empresarios corruptos, medios de comunicación corruptos, sindicalistas corruptos, corporaciones profesionales corruptas, lobistas corruptos, organizaciones internacionales corruptas. ¡Mi Dios, la corrupción parece estar en todos los lados! Y ya que invocamos a Dios, recordemos que hay corrupción hasta en el Vaticano y en diversas cúpulas religiosas.

Pero el “sentido común” de la gente adjudica y relaciona, casi automáticamente, la corrupción sólo con los políticos. Y no se trata de ser ingenuos ni indulgentes con determinados políticos corruptos. Pero hay que advertir que cuanto menos política haya, que cuanto menos Estado funcione, más actuarán a sus anchas los corruptos de adentro y de afuera, y especialmente los grandes mercaderes (sean los Estados imperiales, las empresas internacionales de enorme poder económico, los grupos financieros del mundo, los “serviciales” bancos, etc.).

En suma, como se decía certeramente en otras épocas (y que es necesario seguir teniendo presente), nos referimos a los principales expoliadores y corruptos de toda laya, los cuales para garantizar su reproducción y vigencia buscan y logran corromper a distintos actores de la función pública y, lo que no es menor, logran pasar como cínicos ángeles impolutos, sorteando el descrédito que también los debería alcanzar a ellos.

Y ya que estamos, a la luz de la ausencia de luz de estos últimos días, no estaría mal que nos preguntáramos acerca del comportamiento comercial de las empresas Edenor y de Edesur.

Las embajadas, especialmente las del llamado primer mundo, sistemáticamente operan y presionan sobre nuestros Estados para defender los intereses económicos de las empresas de sus respectivos países.

En este caso puntual, referido al anómalo proceder de la empresa Siemens, sería edificante que la Embajada de Alemania en Argentina se expidiera, por lo menos reprobando el delictuoso accionar de esa gran compañía alemana que representa -en alguna medida- a dicho país europeo.
  
Buenos Aires, enero de 2014.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Del Proceso de Videla al PRO de Macri

 nota publicada en el Semanario "Miradas al Sur" Nº 289 (Buenos Aires, diciembre 1º de 2013).

                                                                                                                                 Norberto Alayón (*)

(*) Profesor Titular Regular
    Facultad de Ciencias Sociales-UBA


Ricardo Zinn (1926-1995), economista, autor del famoso slogan “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, expresó que “otro objetivo del gobierno militar fue la disminución de gastos en asistencia social” (La Opinión, mayo 1979).

En esos días de 1979 presentó la versión en inglés de su libro “La segunda fundación de la República” (de agosto de 1976) en el Harvard Club de Nueva York. En la ocasión argumentó que “los objetivos del Gobierno tienen como meta la efectiva apertura de la economía y la reducción drástica del gasto público, al que calificó de grave peligro para la existencia del país como sociedad libre”. Aseguró que había que corregir “los sesenta años de aventuras populistas y demagógicas que provocaron la decadencia político-económica en la Argentina”, señalando a la vez que “por primera vez en muchas décadas tenemos un sistema político basado en instituciones y no en personas, y en una política económica que asegura la corrección de defectos estructurales causados por muchos años de mala administración”.

Según Zinn, la obra presentada tenía como propósito hacer pública “la situación de un país que sufrió dos monstruosas desgracias: la populista distorsión de la democracia y la agresión marxista interna y exterior”. Enfatizó que “sólo los valores morales resultantes de un esfuerzo racional y ético hacen posible aplicar la democracia occidental”, agregando que “únicamente por la restauración de esos valores puede volver a funcionar la democracia”.

Del 2 de junio al 17 de julio de 1975 había sido vice-ministro de Economía de María Estela Martínez de Perón. Fue reconocido como el autor intelectual del “Rodrigazo”, aquel brutal plan de ajuste lanzado por el ministro Celestino Rodrigo que aumentó entre 50 y 180 por ciento el tipo de cambio, las tarifas de servicios públicos y el transporte, los combustibles y desató una remarcación de precios que arruinó a miles de industriales y redujo a una tercera parte el poder adquisitivo de los salarios (Raúl Dellatorre, Página 12, julio 2006).

Durante el Proceso de Reorganización Nacional de 1976-1983 (la dictadura cívico-militar) Zinn fue asesor de José Alfredo Martínez de Hoz. Luego fue director del Banco de Italia y Río de la Plata (ligado al grupo FIAT) y presidente de SEVEL, en la que aparecían vinculados la automotriz de Turín y el Grupo Macri. Diseñó el Plan de Entidades Financieras que generó facilidades al Grupo Macri, uno de los más beneficiados durante la dictadura. Fue impulsor del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA) y del Instituto de Altos Estudios Empresariales (IAE), hoy parte de la Universidad Austral. Después de finalizada la dictadura militar, participó de la Ucedé (Unión de Centro Democrático), tuvo fuertes relaciones con la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), y la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), al tiempo que colaboró frecuentemente con el diario “La Nación. En los primeros años de la presidencia de Carlos Menem fue asesor de María Julia Alsogaray en las privatizaciones de ENTEL y SOMISA, junto con Mariano Grondona (h).

Este portador de semejantes antecedentes antipopulares y antinacionales desdeñaba de los “gastos” en asistencia social y bregaba por la firme disminución de los mismos. No era (ni es) el único que, impulsando la cruel lógica neoliberal, se resisten a la implementación de políticas sociales y asistenciales como mecanismo, aunque parcial, de disminución de la exclusión y de la pobreza.

Con justeza el economista peruano Javier Iguiñiz afirma que “hay una desvalorización de lo asistencial, porque se está pensando como que corrompe a la gente, que la hace entrenarse en estirar la mano. Yo estoy muy en contra de esta perspectiva. Uno siempre puede sacar casos individuales: el borracho tal o el drogado cual que vive de la limosna estatal y por lo tanto cultiva su propio vicio. Pero ésos no son los casos estadísticamente significativos; se los usa para denigrar el apoyo que mucha gente sana y muy trabajadora merece recibir. Considero que es una forma de expresar la mezquindad de mucha gente y desprestigiar el apoyo que merecen otros”. (Página 12, junio 2012).

El gobierno del PRO de Mauricio Macri recortó 3 millones de pesos del presupuesto destinado al Programa de Intervención Social en Villas de Emergencia y Núcleos Habitacionales Transitorios y los transfirió a la promoción y desarrollo de eventos como “Buenos Aires Ciudad de Moda” y el Festival Internacional de Diseño de Servicios Especializados, Comerciales y Financieros. Previamente ya había suprimido otros 130 millones de pesos de distintos programas de asistencia social (del Programa Ciudadanía Porteña que tiene por objetivo “disminuir los niveles de desigualdad” y del Instituto de Vivienda de la ciudad) para indemnizar a propietarios de comercios, viviendas y automóviles afectados por una inundación que se registró en la Capital Federal.

En 1976 fue designado por la dictadura cívico-militar el aviador Osvaldo Cacciatore como Intendente de la ciudad de Buenos Aires, permaneciendo en el cargo hasta 1982. El mismo impulsó, en su autoritaria gestión, una suerte de “limpieza étnica” en la ciudad, desalojando compulsivamente a miles de personas y expulsando a los habitantes de las villas y barrios pobres. El propio Mauricio Macri, presidente del Partido PRO y Jefe de Gobierno de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires, declaró públicamente su admiración por el funcionario de facto Cacciatore, como “el mejor Intendente que tuvo la ciudad”. Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a expresar su adhesión y simpatía para con aquellos actores políticos -a pesar de no ser democráticos- con los cuales uno se siente contenido y representado en su ideología y en sus prácticas. Esta alabanza de Cacciatore da cuenta de las propias concepciones de Macri y de sus proyectos. 

El sociólogo brasileño Emir Sader, refiriéndose a los actuales gobiernos posneoliberales de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay, menciona certeramente que los mismos “defienden la centralidad de las políticas sociales -más que justificada en el continente más desigual del mundo- y no de los ajustes fiscales”. Asimismo, “defienden un rol activo en lo económico y social del Estado, en lugar del Estado mínimo y de la centralidad del mercado”. Agregando que “la lucha de resistencia al neoliberalismo y la construcción de alternativas posneoliberales es la más grande tarea contemporánea de la izquierda. Porque el neoliberalismo es el traje que viste el capitalismo en el período histórico actual”. (Página 12, noviembre 2013).

Esteban Bullrich, licenciado en Sistemas y Master en Administración de Empresas por la Escuela Kellogg de USA, es el ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires desde diciembre de 2009. Reemplazó en el cargo al pensador de derecha Abel Posse, cuya gestión duró 11 días y quien a su vez había reemplazado a Mariano Narodowski, procesado judicialmente en 2010, conjuntamente con Mauricio Macri, por un famoso caso de espionaje y escuchas telefónicas ilegales.

Bullrich sostuvo que la Asignación Universal por Hijo (AUH) “es una política del fracaso” y que el aumento del beneficio “genera un problema para toda la sociedad”. Agregó que “aumentar la AUH es demostrar por parte del Gobierno que es incapaz de resolver los problemas de pobreza, que la única forma que tiene de resolver los problemas de la gente no es dando trabajo y libertad con el trabajo o mejor educación sino dándole más plata”. Y vaticinó que “en caso de que Macri llegue a la Presidencia en 2015 se trabajaría para transformarlo en un subsidio al trabajo, que genere fuentes de trabajo reales, no ficticias”. (Ámbito, septiembre 2012).

Estas afirmaciones de Bullrich se emparentan con lo que fue la ideología de la dictadura cívico-militar y del neoliberalismo de los 90, cuando se transformó al trabajo (o lo que se suponía como trabajo) en un recurso de la asistencia para quienes no se esperaba que hallaran un empleo en el mercado formal. Eran esos los subsidios a cambio de alguna contraprestación, sin ningún acceso a la seguridad social, asociada al empleo registrado. Contrariamente, sus componentes se restringían y se privatizaban. Así, con la reforma del régimen de asignaciones familiares, sus montos (que se adicionan al salario) se hicieron insignificantes; y con la reforma del régimen jubilatorio, se crearon seguros individuales administrados por las AFJP, nuevos agentes del mercado de capitales.

Contrapuesta a esa política es la AUH, creada como un componente de la seguridad social, extendiendo derechos sociales a población excluida de la misma. Aunque comprende solamente parte de las asignaciones familiares que cobran los asalariados formales y se mantienen diferencias y ciertas disparidades, constituye un dispositivo que amplía esos derechos del trabajo a los hogares de trabajadores del mundo de la informalidad, donde ciertamente se hallan los mayores índices de pobreza. La promesa de Bullrich “de eliminar la AUH y reemplazarla por planes laborales" es claramente, entonces, la promesa de la eliminación de un derecho social y su reemplazo por planes asistencialistas para los que quedan fuera del trabajo, volviendo a excluirlos de la seguridad social. Eso es, en concreto, lo que se desprende de las palabras de Bullrich: volver a los principios del individualismo y a un Estado neoliberal, que es precisamente el proyecto del PRO. Para esos principios y ese Estado, los “derechos” dependen del mercado; es decir, no hay derechos, sino capacidad (o no) de consumo. Los derechos sociales ponen límites (variables) a esa dependencia. Ningún derecho existe si no es instituido estatalmente como derecho. El derecho al trabajo, a condiciones dignas para el mismo y a la seguridad y protecciones ante avatares de la vida, exige la intervención del único órgano con capacidad de imponerlo legítimamente, que es el Estado y por la ley. 

Bernardo Kliksberg enfatiza que “la Asignación Universal por Hijo apoyó en la Argentina, en sus tres años de existencia, a 3,5 millones de niños desfavorecidos. Combinado con un fuerte aumento de la inversión en la creación de escuelas en las áreas pobres, y de la ampliación de los servicios en salud, mejoró sustancialmente las tasas de aprobación escolar y de salud”. Agregando que “la realidad muestra que es imprescindible un Estado que regule activamente, en protección del interés colectivo”. Y pregunta: “¿A quién le conviene que el Estado sea débil y no regule (como quería Zinn ya en los 70; y como quiere el PRO ahora); a quién le conviene que se sigan aplicando las políticas de austeridad, a pesar de sus impactos regresivos, y desacreditar sistemáticamente políticas públicas sociales, aunque den claros resultados?” (Página 12, noviembre 2013).

La concepción ideológica y las acciones concretas de aquel economista y político Ricardo Zinn y del actual empresario y político Mauricio Macri (líder del PRO) guardan una significativa coincidencia, en sentido opuesto a la imprescindible construcción de una sociedad más igualitaria y justa.


Buenos Aires, diciembre de 2013