viernes, 18 de mayo de 2012


¿TRABAJO SOCIAL CRÍTICO versus TRABAJO SOCIAL NACIONAL Y POPULAR?



Norberto Alayón (*)


(*) Trabajador Social. Profesor Titular (Carrera de Trabajo Social-UBA)

Publicado en Semanario "Trincheras" Nº 81. Posadas, Misiones. Mayo de 2012.


Entre septiembre de 1977 y abril de 1978 escribí un texto sobre antecedentes históricos del Trabajo Social en Argentina, que fue publicado originalmente en Lima, Perú por el Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS). La 5ta. edición fue publicada en 2007 por la Editorial Espacio de Buenos Aires.

En las “Consideraciones finales” del libro decía: “Nos proponemos continuar la indagación sobre éstos y otros aspectos del Trabajo Social, circunstancialmente no incluidos en esta oportunidad. Pero especialmente nos interesa dejar esbozada una hipótesis de trabajo, con aspiraciones de llegar a demostrarla, sobre la existencia histórica -con sus avances y retrocesos- de un Trabajo Social liberal-oligárquico, de un Trabajo Social popular y de un Trabajo Social tecnicista. Lo estudiado en este primer intento, nos orienta en ese sentido.”  Y agregaba: “Finalmente, deseamos puntualizar que este ensayo sólo aspiró a desbrozar el camino y destacar la necesidad de investigaciones que relacionen -como debe ser- la Historia y la Política con el quehacer profesional y su interdependencia.”

Con frecuencia se formulan (y yo también lo hice y lo hago) afirmaciones tajantes, que suelen operar casi como consignas que nos permiten ubicarnos rápidamente, en el lenguaje coloquial, pero que no siempre despejan con mayor precisión las complejidades que encierran las “categorías” o las categorizaciones.

Cuando hace 34 años atrás, yo hablaba de un “Trabajo Social liberal-oligárquico”, de un “Trabajo Social popular”, y de un “Trabajo Social tecnicista”, creo que sabía -con mayor contundencia que hoy, pero tal vez con menor rigor- a qué me refería. 

En el primer caso (“Trabajo Social liberal-oligárquico”), apuntaba a caracterizar a aquellas prácticas profesionales que se nutrían conceptualmente de las posiciones más conservadoras, negadoras de la vigencia de un orden social intrínsecamente injusto, plagadas de prejuicios interesados acerca del fenómeno estructural de la pobreza, que implementaban mínimas medidas paliativas y básicamente acciones de control social de las clases populares.

En el segundo caso (“Trabajo Social popular”) hacía referencia a una concepción antagónica con la anterior, que resaltaba el origen estructural y social de los problemas y necesidades insatisfechas que padecen los sectores populares, rescatando la impostergable puesta en vigencia de los derechos sociales para el conjunto de la población y, en particular, de los sectores más expoliados de la sociedad. Desde esta perspectiva, la profesión podría (y puede) contribuir (modesta, pero eficazmente) a la consolidación de una mayor justicia social.

En el tercer caso (“Trabajo Social tecnicista”) daba cuenta de los avances de carácter instrumental que se producían en la profesión, pero que evidenciaban serias limitaciones al no acompasarse con la necesaria comprensión de las causas de los problemas y con políticas de índole estructural que atacaran los núcleos duros de la explotación y la marginación.

Las consignas, con mucha frecuencia, no suelen decir demasiado. Muchas veces esconden limitaciones diversas, reduccionismos, hasta extravíos. Nos sirven sí para “comunicarnos” prestamente, para creer entendernos sin mayores explicaciones como con el uso del lenguaje en el ámbito familiar, pero nos pueden alejar de la comprensión debidamente fundamentada de la complejidad de la realidad.

Por ejemplo, referirse hoy a “Trabajo Social crítico” puede querer decir mucho, pero también puede decir poco. Lo mismo que referirse a “Trabajo Social nacional y popular”: puede querer decir mucho, pero también puede decir poco. 

Y cabe el interrogante siguiente: “un Trabajo Social crítico”, ¿puede no ser “nacional y popular”? Y “un Trabajo Social nacional y popular”, ¿puede no ser “crítico”? Si “un Trabajo Social nacional y popular” no es crítico, ¿qué sería? ¿acrítico y ciegamente obsecuente? Si “un Trabajo Social crítico” no es nacional y popular, ¿qué sería? ¿antinacional y antipopular? Claro que hay que recordar que, en el campo propiamente político, en nuestros países ha habido (y hay) una “izquierda nacional” y una “izquierda antinacional”. 

Me adelanto rápido, intentando emular la contundencia de hace más de tres décadas: un Trabajo Social “crítico” debe ser “nacional y popular”. Y un Trabajo Social “nacional y popular” debe ser “crítico”.

Un “Trabajo Social crítico” debe ser crítico precisamente de las estructuras de dominación y dependencia aún no definitivamente erradicadas en nuestros países, pero también debería estar en condiciones de reconocer y apoyar los procesos nacionales y populares (aunque inconclusos y pasibles de profundización).  En caso contrario, la legítima aspiración “crítica” se esteriliza, se extravía o bien puede contribuir objetivamente -más allá de las intenciones que se invoquen- a la no concreción de los cambios necesarios, fortaleciendo -de hecho- las posiciones más refractarias.

Un “Trabajo Social nacional y popular” debe preservar su capacidad de análisis crítico, aún  partiendo de su propia adhesión al proyecto “nacional y popular”, precisamente para garantizar el pleno cumplimiento de los más caros objetivos a favor de los derechos e intereses de los sectores populares.

Es necesario que todos comprendamos a fondo la diferencia entre “criticar para avanzar” (y esto hay que apoyarlo) y “criticar para paralizar y retroceder” (y esto hay que combatirlo).

Con Paulo Freire me reafirmo, en su expresión: “para poder mañana lo que hoy es imposible, tenemos que ir haciendo lo que hoy es posible”, y ello no significa claudicación ni resignación, sino agudeza política para comprender y enfrentar en concreto (más allá del “consignismo” abstracto) los desafíos coyunturales -pero también estratégicos- de la historia nacional y latinoamericana.


Buenos Aires, Mayo de 2012.

martes, 24 de abril de 2012

POLÍTICAS SOCIALES, ¿UNIVERSALES O FOCALIZADAS?. Publicado en Página 12


 NOTA PUBLICADA EN EL DIARIO "PÁGINA 12" - Buenos Aires - Marzo 19 de 2012
 
POLÍTICAS SOCIALES: ¿UNIVERSALES O FOCALIZADAS?
                                                                                  
                                                                                                     
Empecemos por el final, afirmando, en una suerte de consigna: políticas sociales universales, sí; focalizadas, también.

El fundamentalismo neoliberal, en su perspectiva de arrasar con los derechos sociales, propició e impulsó con éxito la implementación de políticas focalizadas para “atacar” la pobreza, en desmedro de las políticas universales que tienden a garantizar los derechos para el conjunto de la población.

Ya es suficientemente conocido el fracaso del neoliberalismo y de sus políticas sociales para enfrentar a fondo el drama de la pobreza. De todos modos, hay que reconocer que las políticas sociales -por sí solas- (por más progresistas que sean) no resultan suficientes para contrarrestar el desempleo, el subempleo o para erradicar la pobreza.

La existencia de la pobreza deviene y está en la propia naturaleza del sistema capitalista. La esencia del capitalismo se centra en la búsqueda de ganancia y en la acumulación privada, en desmedro de la distribución equitativa de la riqueza socialmente producida (es decir, por todos).

Pero el carácter básicamente antidemocrático del capitalismo se puede (y se debe) atenuar o neutralizar políticamente por la acción del Estado, mediante el derecho laboral y las políticas sociales.

El desarrollo económico no implica automáticamente desarrollo social. Para ello es necesario que el desarrollo económico vaya acompañado de vigorosas políticas de Estado, de carácter distributivo, que apunten a atacar la pobreza y que tiendan hacia una mayor igualdad. Como dijera el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, “el Estado es un animal extraño, mitad ángel y mitad monstruo, pero, sin él, muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables, a la caza de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca”.  

Por cierto no es lo mismo la apropiación de riqueza por la vía de un salario significativo que perciban los trabajadores, que su distribución por la vía de políticas de subsidios, políticas asistenciales, etc.  Por supuesto, la variante preferida debiera ser la apropiación directa de riqueza por parte de los trabajadores, y si se tuviera que optar entre apropiación y distribución, la alternativa óptima sería la primera. 

No obstante, resulta estratégica la defensa, la reivindicación y el fortalecimiento de los derechos sociales y la existencia de amplias y crecientes medidas de inversión en lo social, ya que cumplen una función de redistribución de la riqueza y de contribución hacia una mayor igualdad en la sociedad. Toda medida que procure mejorar la distribución (primaria o secundaria) de la riqueza requiere ser apoyada firmemente. Por ejemplo, la moratoria previsional y la permanente actualización de las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo y también los subsidios (al transporte, a la luz, al gas, al agua, al boleto estudiantil, las exenciones a personas con discapacidades, los descuentos a jubilados, los créditos diferenciados, etc.) significan importantes políticas de distribución secundaria de la riqueza.

Lo primero que suelen atacar y reducir los gobiernos conservadores son las políticas de bienestar social, que constituyen el aspecto más democrático de la acción pública, en tanto van dirigidas hacia el campo de los sectores populares de la sociedad. Por el contrario, los gobiernos que asuman una perspectiva progresista deben ampliar al máximo posible las políticas sociales (universales y focalizadas) en beneficio de los sectores sociales históricamente más castigados.

El empleo formal, los salarios dignos, las políticas sociales universales y las políticas asistenciales, nos conectan con una propuesta de sociedad que tienda hacia la integración y no hacia la exclusión; que tienda hacia la equidad y no hacia la injusticia social; que tienda hacia el fortalecimiento de una nación para todos y no hacia la dualización de sus habitantes, con derechos marcadamente diferenciados, según pertenezcan a uno u otro sector social.

En nuestras injustas sociedades (capitalistas), todo lo que se le transfiere a los sectores sociales previamente empobrecidos y vulnerados, es siempre inferior a lo que les corresponde como seres humanos. De ahí que, sin dudar, nos posicionamos a favor de las políticas sociales universales en primer término, pero también defendemos las políticas sociales de asistencia, de subsidios, etc., toda vez que contribuyen a sostener o realizar un mayor bienestar de los sectores trabajadores o de conjuntos con necesidades particulares.
  
 

MACRI, GULMANELLI Y LOS POBRES. Publicado en "Miradas al Sur"


NOTA PUBLICADA EN EL SEMANARIO "MIRADAS AL SUR" - Buenos Aires - Marzo 18 de 2012


MACRI, GULMANELLI Y LOS POBRES


                                                                       
Un grupo de niños que vive en la Villa 31 de Retiro concurre a una escuela primaria, dependiente del Gobierno de la Ciudad, distante a unas 30 cuadras de sus casas. Las diversas dificultades que se les presentan para asistir a la escuela (de seguridad ante el tránsito, de colectivos que no les paran en el barrio, de costos económicos) llevó a sus padres a reclamar, desde hace dos años, que el gobierno de Mauricio Macri les asigne dos micros para el traslado de sus hijos. El gobierno del partido PRO se negó firmemente a las reiteradas solicitudes de los vecinos y ello concluyó con una movilización que interrumpió y cortó el tránsito vehicular en esa zona del barrio de Retiro.

La irrupción en las calles de las familias desoídas por la pertinaz insensibilidad social del gobierno de Macri, sacudió irremediablemente la modorra y el retardo clásico (ante este tipo de necesidades) que caracterizan a los funcionarios del PRO.

Y, entonces, apareció en el firmamento Máximiliano (Max) Gulmanelli, para negociar alguna alternativa de resolución del ya muy dilatado problema. Max, el Director General de Educación de Gestión Estatal del Ministerio de Educación de la ciudad, citó a los padres y, en la sala del ministerio donde estaban reunidos para dialogar y conciliar posiciones, los rodeó con agentes de la Policía Metropolitana.  Se trata del mismo ministerio en el cual Macri había designado en  2009 a Abel Posse, aquel cónsul de dos dictaduras, en reemplazo de Mariano Narodowski que tenía empleado en su cartera al célebre espía Ciro James.

Seguramente los papás de los niños se habrán sentido cálidamente protegidos y contenidos por la policía que el funcionario Max ordenó ingresar. Nada garantiza mejor el diálogo sincero y productivo de los ciudadanos con sus gobernantes, que la presencia de policías en una reunión, resoplándole a uno en la nuca, mientras intenta articular argumentos para reivindicar necesidades no satisfechas. Y esto acaba de ocurrir, ahora en marzo de 2012, en democracia.

Si se hubiera tratado de una reunión con padres de escuelas privadas, confesionales o no, ¿el gobierno de Macri los hubiera rodeado con policías, mientras dialogaban?

Precisamente el Ministerio de Educación de la ciudad de Buenos Aires, ¿induce, con este tipo de prácticas policíacas, a fortalecer el prejuicio clasista y estigmatizante de que los pobres serían agresivos y violentos?

Los padres de los niños a quienes no se les asignan dos colectivos para poder concurrir a estudiar, ¿cómo se sentirán ante semejante maltrato y autoritarismo? El retrógrado accionar de Gulmanelli,  ¿incentivará en ellos una posible reacción de violencia simétrica a la que recibieron?

Las familias vulneradas, ¿podrán confiar mañana en el diálogo, como mecanismo fértil y maduro para la resolución de conflictos en democracia? ¿les brindará confianza este tipo de instituciones y este tipo de dirigentes?

Gulmanelli no es un joven funcionario sin antecedentes. Graduado en el CONSUDEC (Consejo Superior de Educación Católica) y en la Universidad Católica de Santiago del Estero, fue -desde 2004 hasta 2008- asesor del Dr. Santiago de Estrada (Secretario de Estado de las dos últimas dictaduras) en la Vicepresidencia 1ª de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires. Fue miembro fundador de la Red Luján, de dirigentes políticos cristianos, Secretario del Departamento de Escuelas Parroquiales del Arzobispado de Buenos Aires, y Director y Rector de diversos institutos y colegios católicos. Entre 2008 y 2009 fue Jefe de Despacho de la Vicejefatura del Gobierno de la Ciudad. Desde 2010, es conductor -junto al sacerdote Guillermo Marcó- del programa “Entre el cielo y la tierra”, de Radio Rivadavia. Conductor, también, del programa “Siempre hay más”, en Canal 21 perteneciente al Arzobispado de Buenos Aires. Presidente de la Fundación Fragua, con sede en la Capital Federal, desde 2009. Completando sus distinguidos antecedentes, fue Coordinador General de Hogares de la Fundación Felices los Niños, dirigida por el Padre Julio César Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso sexual de adolescentes, que estaban internados en el “hogar” de la propia Fundación.

Tanta tradición “cristiana” no le impidió a Gulmanelli violentar, discriminar  y estigmatizar a los padres de los niños pobres, rodeándolos durante la entrevista de conciliación con agentes de la Policía Metropolitana, mientras intentaban acordar una solución al conflicto.

¿Cabría pedirle a Macri, como Jefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la sustanciación de un inmediato sumario y la remoción del Director General Gulmanelli del cargo, que pertenece, nada más y nada menos, que al área de educación?


CARTA A LOS INGLESES PROGRESISTAS. Publicado en Página 12.


 
NOTA PUBLICADA EN EL DIARIO "PÁGINA 12" DE BUENOS AIRES - FEBRERO  21 DE 2012
 
 
CARTA A LOS INGLESES PROGRESISTAS
  
                                                                                                            
¿Por qué y para qué escribir una carta a los ingleses progresistas, a los ingleses no conservadores, en el marco del recuerdo de los 30 años de la Guerra de Malvinas, acaecida en 1982?

Si los ingleses, como se dice, fueron y son “piratas” imperialistas que vienen generando severos daños y padecimientos a escala mundial, ¿para qué intentar escribirles a aquellos otros ingleses que tengan valores y prácticas acordes a la vigencia de un mundo más justo para todos los habitantes del planeta?

Resulta necesario aclarar -de entrada- lo que es sabido de sobra, pero que suele olvidarse o reducirse a simplificaciones poco felices. Una cosa son los ciudadanos, los pueblos, y otra los gobiernos coyunturales que, con concepciones diversas y en ocasiones opuestas, representan a sus países.

¿Todos los ingleses son la misma cosa? ¿Todos piensan y actúan igual? ¿Todos los argentinos son la misma cosa? ¿Todos piensan y actúan igual?

David Cameron es inglés, Eric Hobsbawn también. Mauricio Macri es argentino, Cristina Kirchner también es argentina. Jorge Rafael Videla es argentino, Adolfo Pérez Esquivel también. El Che Guevara era argentino, Bartolomé Mitre también. Margaret Thatcher es inglesa, Estela Carlotto es argentina. William Shakespeare era inglés, Jorge Luis Borges era argentino. José Alfredo Martínez de Hoz es argentino, John Maynard Keynes era inglés. Osvaldo Bayer es argentino, Anthony Giddens es inglés. John Lennon era inglés, Luis Spinetta era argentino. A la vez, en Argentina siempre hubo y hay argentinos “pro ingleses”.

Como se puede observar, nada es lineal ni está exento de complejidades y contradicciones. Y los gobiernos de un mismo país, ¿son siempre lo mismo?  La Gran Bretaña de Thatcher ¿fue igual a la de Tony Blair?  La Argentina de Galtieri ¿fue igual a la de Néstor Kirchner?  El Chile de Pinochet ¿fue igual al de Bachelet y aún de Piñera?  El Perú de Fujimori ¿fue igual al de Humala?  El Brasil de Collor ¿fue igual al de Lula?  El Uruguay de Sanguinetti ¿fue igual al de Mujica?  El Paraguay de Stroessner ¿fue igual al de Lugo?  La Cuba de Batista ¿fue igual a la de Castro?  La Nicaragua de Somoza ¿fue igual a la de Ortega?

Ni los gobiernos, ni los ciudadanos de los respectivos países son todos iguales, ni piensan todos igual. Cada cual representa y porta concepciones no idénticas que es necesario develar y caracterizar con más precisión que las que provienen del mero sentido común y de los reduccionismos más subjetivos.

Entonces, convendría acordar en que no todos los ingleses son “malos” y que no todos los argentinos son “buenos”. Si se nos disculpa acudir a cierta simplificación, para entendernos más fluidamente (aún a riesgo seguro de emplear conceptualizaciones muy generales), hablemos a grandes rasgos de “conservadores” y de “progresistas”.

Hay en Inglaterra, por supuesto, conservadores y progresistas. Hay en Argentina, por supuesto, conservadores y progresistas. Pero acontece que hay temas, como la dominación colonial de Malvinas, que entrecruzan complejamente los posicionamientos de conservadores y progresistas.

Hay, en Argentina, conservadores que están a favor de la causa nacional de Malvinas; y hay, en Argentina, progresistas que están indiferentes y hasta en contra de la causa Malvinas. En este caso, ¿los conservadores se vuelven progresistas y los progresistas se vuelven conservadores? Cabe recordar también que es improbable que alguien llegue a ser absolutamente progresista en todos los órdenes de la vida o -a la inversa- absolutamente conservador en todos los asuntos. Los cruces suelen ser asombrosos.

Pero, entonces, ¿por qué los ingleses tienen fama de imperialistas?  Bueno, la historia real y concreta no admitiría desmentidas: Irlanda, Escocia, Gales, India, Hong Kong, Gibraltar, Malvinas,  Nueva Ámsterdam (Nueva York), Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Samoa, Jamaica, Trinidad y Tobago, Bermudas, Granada, Bahamas (Guyana), Barbados, Guyana Británica, Honduras Británica (Belice), Chipre, Malta, Ceilán (Sri Lanka), Birmania (Myanmar), Nepal, Qatar, Singapur, Egipto, Sudán, El Cabo, Sudáfrica, Rhodesia, Ghana, Nigeria, Uganda, Kenia, Sierra Leona, Gambia, entre tantos otros, soportaron y padecieron su presencia colonial. Aún en este siglo XXI, de los 16 enclaves coloniales supervivientes, 10 pertenecen a Gran Bretaña.

Y encima Inglaterra (más precisamente sus sectores dominantes) se erigió, en su momento, en la “madre patria” de los estadounidenses, cuyo poderoso país se convirtió en la más oprobiosa e inhumana experiencia de dominación mundial. El espíritu permanentemente guerrero e invasor de Inglaterra también fue heredado por EE.UU, que lo desplegó y sigue desplegando a límites inimaginables. Algunos hijos, a veces, salen igual o peor que sus padres.

En Argentina, la influencia e intervención de Inglaterra ha sido nefasta, para decirlo suavemente y hasta con cierta forzada insensibilidad, para no obnubilar el análisis. Las Invasiones Inglesas en 1806 y 1807; el “empréstito” de Baring Brothers en 1824; la invasión a Malvinas en 1833 y la expulsión de sus habitantes; la Batalla de la Vuelta de Obligado en 1845 (ahí también con los franceses, que no deberían olvidarse de Indochina, Argelia, etc.); la inducción y soporte a la fratricida Guerra contra Paraguay entre 1865 y 1870; la explotación devastadora de La Forestal del quebracho chaqueño, santafesino y santiagueño; los ferrocarriles; los frigoríficos; el hundimiento del crucero General Belgrano (fuera de la zona de exclusión) en 1982, en el preciso momento en que la propuesta de paz del Presidente peruano Fernando Belaúnde Terry estaba avanzada; el arrogante y provocador incumplimiento de las Resoluciones de Naciones Unidas. ¡La pérfida Albion no se privó de nada con la Argentina! Y para sus “éxitos” y consecuente desgracia argentina, también hay que recordar que contó con el apoyo y acompañamiento de muchos argentinos (gobernantes, empresarios, militares, académicos, escritores).

Para los argentinos, preocupados por el pasado, el presente y el futuro de su país y particularmente por la defensa del legítimo derecho al pleno bienestar de sus connacionales, resulta muy difícil contener la indignación, la exasperación y hasta los calificativos al analizar el vil comportamiento que siempre tuvo Inglaterra para con nuestro país.

Las riquezas que Inglaterra expolió del mundo entero son incalculables y garantizaron, a la par de su esplendor económico y desarrollo como potencia, la lubricación y el atenuamiento de las luchas y reivindicaciones de los propios trabajadores ingleses. Los ingleses, conservadores o progresistas, debieran reconocer, con autenticidad, que fueron y son tributarios de las exacciones que sus gobiernos imperiales aplicaron -a sangre, fuego y diplomacia- en todo el mundo. Y que aún hoy, en 2012, se obstinan impúdicamente en perpetuar.

Para los argentinos es un deshonor y una herida abierta, recordar, por ejemplo, la participación de nuestro país en la Guerra de la Triple Alianza que destruyó al Paraguay, o la intervención de militares argentinos (a pedido de EE.UU.) persiguiendo y asesinando en Nicaragua a ciudadanos de ese país de Centroamérica. Simétricamente, entendemos que debe ser muy penoso para la gran cantidad de ingleses progresistas, sobrellevar las impropias acciones de su país.  

En la guerra de 1982 murieron 649 argentinos y 255 británicos. Conviene reparar en que los Imperios cuanto más se degradan y se desprestigian mundialmente, más peligrosos se pueden volver. Británicos bien nacidos y argentinos bien nacidos debiéramos estar muy atentos y alertas al respecto. Argentina ya se desembarazó de la genocida dictadura cívico-militar y está correctamente apelando y accionando en la perspectiva del diálogo y la resolución pacífica del conflicto.

Tenemos con ustedes, los ingleses, una gran causa colectiva para compartir y luchar denodadamente: nada más y nada menos que la construcción de un mundo más justo e igualitario.

Ninguna ingenuidad o claudicación nos invade. Esta carta simplemente aspira a propiciar y compartir la reflexión con los ingleses progresistas (que son muchos), ajenos a la perseverancia de históricos comportamientos imperiales. Cameron y Thatcher, por ejemplo, no son destinatarios de esta carta. Ni tampoco dudamos, en absoluto (y lo reafirmamos con cabal convicción y sinceridad), acerca del legítimo e imprescriptible derecho de soberanía que nos asiste a los argentinos sobre las Islas Malvinas. Soberanía sobre nuestras tierras, soberanía sobre nuestros mares, soberanía sobre nuestras riquezas, en pos de garantizar la seguridad y el bienestar de nuestro pueblo.

ACTO POR DERECHOS HUMANOS. Diciembre 2011.


Consejo Profesional de Graduados en
Servicio Social o Trabajo Social (Capital Federal)


Acto por el Día Internacional de los Derechos Humanos
Martes 20 de Diciembre de 2011 – 18 horas
 Bartolomé Mitre 1741 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires


18,00 hs. Apertura
Exhibición del Video “Reconstruyendo la Memoria”.

18,20 hs. Palabras de la Lic. Alejandra Del Grosso, Directora de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

18,45 hs. Palabras del Profesor Norberto Alayón.

Cierre. Homenaje a Colegas y Estudiantes desaparecidos. Descubrimiento de la Segunda Placa conmemorativa.

IGLESIA Y ACCIÓN SOCIAL. Publicado en Página 12


Nota publicada en el Diario "Página 12" de Buenos Aires - 26 de Septiembre de 2011


IGLESIA Y ACCIÓN SOCIAL


La participación de la Iglesia Católica en muy diversas prácticas de acción social registra antecedentes históricos de muy larga data. Ya a principios del siglo XVII fue fundada en Buenos Aires la Hermandad de la Santa Caridad, dedicada a la atención de los pobres de la época.

En la yuxtaposición del ejercicio de los propios objetivos evangélicos de la Iglesia y en la ausencia de Estados verdaderamente laicos, se cimenta la profunda y permanente intervención religiosa en la cuestión social, asumida tanto por los sectores tradicionales y hasta reaccionarios, como por los sectores más dinámicos y progresistas de la institución religiosa.

La indebida delegación de las funciones propias del Estado deja en manos de otras instituciones, en este caso la Iglesia, las tareas de atención de la problemática social, quedando el crédito por tal labor a favor de determinadas organizaciones no estatales -que irradian sus propios objetivos ideológicos, religiosos, políticos- utilizando los recursos presupuestarios provenientes del conjunto de la comunidad (y no sólo de los sectores religiosos), con insuficiente o directamente nula supervisión y control de dichos fondos por parte del Estado.

Las tareas de acción social, que asumen las organizaciones religiosas, no sólo implican la prestación concreta de tal o cual servicio, sino también la transmisión de creencias, valores, uso de símbolos, preceptos religiosos, impartidos (férreamente en muchos casos) a los propios receptores o beneficiarios de los programas en cuestión.

Para legitimar este accionar, empleando los dineros públicos (patrimonio del conjunto de la comunidad), se esgrimen varios argumentos, a saber:

1) Que la enorme mayoría de la población profesaría la religión católica y, en consecuencia, sería “lógico y natural” que el Estado sostenga y financie tales actividades por intermedio de la propia Iglesia. Si la mayoría de la comunidad es portadora activa y responsable de determinada creencia religiosa, debería estar en sobradas condiciones económicas para sufragar por sí misma -sin apelar a los fondos del Estado, es decir a los recursos de todos, lo cual incluye a otras religiones y también a quienes no profesan ninguna- las tareas de “ayuda al prójimo”, según sus propias convicciones y valores. ¿Para qué entonces reclamar que el Estado los subsidie? De ello se podría deducir que tal mayoría no es real, o bien que dicha mayoría no asume consecuentemente los valores que proclama su propia religión.

2) Que el Estado sería ineficiente, poco transparente o corrupto en sus prácticas y que las organizaciones religiosas sí podrían garantizar la mejor prestación de los servicios en la atención de los sectores más vulnerados de la sociedad y el cumplimiento cabal de los objetivos más trascendentes, prescindiendo de relaciones de dependencia, de subordinación, de sometimiento, de contraprestaciones, de adhesiones políticas o filosóficas, de participación en campañas, marchas y manifestaciones, etc. Esta pretendida justificación ignora -a sabiendas- que la eficiencia, la transparencia, la calidad e integridad de las acciones, o bien la corrupción y la malversación de los recursos, el alejamiento, la desviación o la directa inobservancia de los más supremos objetivos (en suma el “bien” y el “mal”), están “democráticamente repartidos” en todos los estamentos de la sociedad, en todos los grupos sociales, en todos los actores, en todas las instituciones, sean éstas religiosas o no. Baste recordar el trágico ejemplo de la Fundación Felices los Niños, conducida por el sacerdote Julio César Grassi, acusado de abusar sexualmente de adolescentes que estaban internados en el Hogar que él mismo dirigía y que contaba con gran reconocimiento social y con importantísimos subsidios del Estado y de empresas privadas.  En junio de 2009, Julio Grassi fue condenado a 15 años de prisión por los delitos cometidos, aunque continúa en libertad.

La concepción de derechos y precisamente la vigencia y el cumplimiento estricto de los más amplios derechos sociales para el conjunto de la población, habrá de constituir una garantía estratégica para evitar que las instituciones estatales y no estatales (religiosas o no), reproduzcan relaciones de patronazgo y de sumisión, sostenidas en la perversa ecuación de que toda persona o grupo que recibe algo (por la vía del no derecho), siempre queda en deuda con el que se lo da.

HAY QUE PONERLE LÍMITES A LA LÓGICA CAPITALISTA. Septiembre 2011



Norberto Alayón: “Hay que ponerle límites a la lógica capitalista por vía del derecho laboral y de políticas sociales universales que impliquen la redistribución de la riqueza”. Entrevista al reconocido Trabajador Social



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Reportaje de Telémaco Subijana y Federico Ghelfi
Iniciativa entrevistó en exclusiva a Norberto Alayón, Trabajador Social, docente universitario y Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Fue Vice-Decano de dicha Facultad en el período 1998-2002; y Profesor Titular de la UNNE (Universidad Nacional del Nordeste), de la UNAM (Universidad Nacional de Misiones), y de la UNCPBA (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires). En esta oportunidad reflexiona acerca de aspectos inherentes al ejercicio de su profesión, opina sobre la implementación de la AUH y describe cuáles considera que son los desafíos pendientes en materia social. También analiza el proceso electoral, en el que señala el vacío programático de la oposición política. 

En su libro Asistencia y asistencialismo – ¿pobres controlados o erradicación de la pobreza? usted estudió la diferencia entre ambos términos ¿Nos podría comentar esa distinción?
En rigor, hay una diferencia conceptual sustantiva que hace a la consideración de fondo acerca de los aspectos promocionales que debe tener toda labor de asistencia. En particular, he trabajado la diferencia entre asistencia y asistencialismo desde hace tiempo, planteando y reivindicando la asistencia como un derecho y no como una práctica asistencial desde una perspectiva clientelista. Es decir, se debe tener un enfoque reparador en contra de la dependencia y el patronazgo, que debilitan indudablemente la vigencia de los derechos sociales y la construcción de ciudadanía.
En ese sentido, asistencia y asistencialismo se basan en dos concepciones absolutamente contrapuestas, aunque no se puede dejar de reivindicar la asistencia en épocas de crisis donde no sólo no existe el empleo ni políticas sociales universales, sino que a veces hasta se carece de atención básica. En la propia Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, muchos aspectos de lo social no son debidamente contemplados y la gente queda carente de esos servicios.
De este modo, en el libro formulo, por un lado, una diferencia pero, por otro, se trata de una reivindicación activa en cuanto a que la gente tiene derecho a ser asistida cuando no tiene otras alternativas, ya sea porque no acceden a un empleo, porque el salario es insuficiente o por la ausencia de políticas sociales universales.
¿Cuáles son los principales ejes de trabajo actuales del trabajador social? ¿Cuáles son los desafíos profesionales en este contexto tanto nacional como internacional?
El trabajo social es una profesión intrínsecamente ligada a la defensa de los derechos humanos en su concepción más amplia y más abarcativa, sumado a la perspectiva de contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de la población. En ese sentido, hay dos ejes centrales: uno que no es privativo del trabajo social -y hay que recordarlo permanentemente en nuestro país que ha sufrido dictaduras terribles- que es la contribución a un posicionamiento que tienda a la defensa de la democracia como sistema único de vida política y social. Simultáneamente, y esto es lo central, los trabajadores sociales debemos abocarnos a la preservación y defensa activa de los derechos sociales. Cabe destacar que hay una diferencia significativa entre lo que uno debe entender como una democracia con derechos sociales y una democracia con pobreza e indigencia. Son dos paradigmas y dos encuadres cualitativamente distintos. Indudablemente puede existir (y ocurre en ocasiones como de hecho lo hemos tenido nosotros en la década del 90) un funcionamiento democrático en el país pero con restricción de los derechos sociales. La Argentina de los ´90, cuando primó el neoliberalismo, es un claro ejemplo de lo anterior. En ese sentido, la pobreza se constituye como un factor que debilita y cuestiona la esencia misma de la democracia. Es por este motivo que considero importante reivindicar una democracia con derechos sociales y, de ese modo, pensar al trabajo social como una profesión que contribuye -desde su especificidad- al mejoramiento de las condiciones de vida de la población, especialmente en áreas como la salud, la educación y la vivienda. En rigor, el trabajo social tiene participación muy amplia en los distintos órdenes de la vida, y se debe generar una contribución en el respeto de los derechos humanos, de las diversidades, de los derechos de los pueblos originarios; en suma, un profundo respeto ético a los sectores históricamente más vulnerados, en los que se requiere poner el eje central debido a su postergación histórica. Ese es el lugar donde el trabajo social puede, debe y está en condiciones de generar una contribución importante.
¿Qué asignaturas quedan pendientes en materia social?
Hay cuestiones pendientes de carácter estructural que son significativamente importantes para el futuro del desarrollo político y social de nuestro país, y que, de alcanzarlas, indicarían una transformación cualitativa. Quizás el principal ejemplo tiene que ver con una reforma tributaria e impositiva. Entiendo que es una asignatura pendiente muy difícil de abordar pero es imprescindible para generar y garantizar la posibilidad de orientarnos hacia un desarrollo económico y social más equitativo, particularmente en sus causales más significativas. En caso de no abordarlo, estaremos ante el peligro permanente de perseverar en sociedades no suficientemente igualitarias. En un país como la Argentina, encarar la reforma impositiva es poco menos que hacer la revolución, porque los sectores poderosos de alta concentración económica se resisten fuertemente al tema. A lo sumo aceptan algunas modalidades de desarrollo capitalista con inclusión social, que es un avance interesante que se está dando en estos últimos periodos en el país, pero siempre y cuando no les afecte totalmente su base de acumulación. Entonces, es desde allí donde se debe realizar un aporte realmente importante.
Hay que ahondar y profundizar lo máximo posible las medidas que, complementando la política económica, apunten a luchar contra la pobreza y la indigencia. Debemos decir que se está haciendo mucho y se viene marchando muy bien pero, como el propio gobierno lo reconoce, aún quedan cuestiones para seguir avanzando. Hay que tener en consideración un planteo realista de acuerdo a las condiciones objetivas por las que atraviesa nuestro país. Pero uno aspira, y no dejamos de seguir reivindicándolo, a que por lo menos la pobreza se reduzca, para no quedarnos solo en el planteo de la aspiración absoluta, que sería la eliminación total. De modo que todo lo que apunte a propuestas o programas que impliquen mayor inclusión, mayor transferencia de riqueza a los sectores populares, debe ser plenamente apoyado, y defendido activamente
Desde la implementación de la Asignación Universal por Hijo se debate la disyuntiva entre transformarse en un complemento al sistema de asignaciones familiares o en un ingreso por fuera del salario. ¿Cómo cree que debe implementarse la medida? ¿Estas políticas deben ser pensadas fuera del mercado laboral?
Si hay un elemento que debemos complementar y profundizar es la Asignación Universal por Hijo, porque estamos en condiciones de hacerlo. Debería salir por ley, de modo que se que garantice y transparente absolutamente un derecho tan importante. No relativizo la medida, sino todo lo contrario: la AUH ha sido revolucionaria porque implica una transferencia sustantiva a los sectores más vulnerables. Teniendo en cuenta la persistencia de los niveles de trabajo informal en la Argentina, hay que combatir esa inseguridad porque estos sectores sociales no cuentan con los derechos establecidos por las leyes en relación a los salarios formales. De allí la necesidad de implementar medidas complementarias. Ojalá pudiéramos resolverlo todo por la vía de la formalidad laboral, pero en tanto existan modalidades incompletas en nuestro propio desarrollo que requieren excepcionalidades, a veces alternativas que no son las que desearíamos, pero son las posibles coyunturalmente. Eso hay que evaluarlo con cuidado. Como decía Paulo Freire “para poder mañana hacer lo que hoy es imposible, tenemos que ir haciendo lo que hoy es posible”. En ese sentido, esta frase da cuenta de la necesaria agudeza que hay que tener para interpretar los momentos coyunturales específicos, porque uno podría decir de manera global: “que se erradique definitivamente la pobreza, construyamos un régimen diferente al sistema capitalista”, pero no es tan fácil; la historia marca posibilidades concretas y sobre ellas hay que cabalgar, no sobre aspiraciones en abstracto que muchas veces se transforman en inviables. Esto no tiene que ver con un nivel de claudicación, sino de tener la agudeza suficiente como para interpretar las coyunturas y las limitaciones históricas concretas.
La economía social adquirió un gran dinamismo luego de la crisis del 2001. ¿Qué perspectiva tiene de su desarrollo?
Esto no es un tema sencillo. Por un lado, me parecen muy interesantes las distintas modalidades ligadas a la concepción de la economía social, pero habría que tener en cuenta también que las mismas surgen como una especie de reparación ante dificultades de carácter estructural de cara a las políticas económicas. Si esas alternativas de economía social implican la posibilidad que algunos sectores en la escala micro-local puedan mejorar su condiciones, considero beneficioso que se las apoyen. Pero cabe resaltar que en ocasiones se presentan algunos límites a ese tipo de experiencias por lo que, de alguna manera, tiene que existir la posibilidad de un nivel de competencia en la lógica del mercado. De ese modo, se puede trabajar para que se posibilite el despliegue y la inserción necesaria de esas experiencias. En muchas oportunidades uno puede observar que hay algunos emprendimientos que son fantásticos por el esfuerzo y que producen cierto tipo de productos con una calidad que se le hace difícil competir con otros sectores económicos. En consecuencia, eso puede revelar un gran trabajo que termina siendo frustrado por la dificultad de generar un producto de determinada calidad. Eso, en determinado momento, termina fracasando.
Es necesario generar un proceso de desarrollo económico que permita la obtención de determinados niveles de riqueza, con su consecuente distribución. Esto debe incluir la generación de excedentes porque, de otro modo, se dificulta el sostén estructural de dicho proceso. Por todo, me parece acertado promocionar instancias de economía social a condición de que eso no opere como un debilitamiento de aquellos ámbitos de las políticas económicas centrales, ligadas al empleo formal, a lo que la OIT llama “empleo decente”. Esto es lo que va a generar definitivamente un proceso de reactivación sustentable de la economía.
Ante los avances de determinadas áreas sociales, ¿hacia dónde cree que debe orientarse el trabajo del Estado en relación a la articulación de las diferentes demandas?
En ocasiones aparece una especie de subdivisión de la problemática social que por momentos obstaculiza la comprensión de un origen común en la generación de esos problemas, que está ligado a las características que predominan en nuestros modelos de funcionamiento social. Ahora bien, entender ese origen común generador de problemáticas sociales tampoco nos debe llevar al extremo de no reconocer determinadas especificidades y, en ese sentido, es lógico que haya particularidades si se trata de políticas más ligadas, por ejemplo, a la tercera edad o a la primera infancia. Es decir que hay particularidades que van requiriendo de una atención especializada. Esto no está mal siempre que se tenga en cuenta que no implique una especie de delegación y segmentación que impida la comprensión del origen de esos problemas. La problemática social en la cual se ve inmersa buena parte de la población suele tener un origen central ligado fundamentalmente a la ausencia de políticas generales (que habiliten alternativas de inclusión social) o a la ausencia de políticas de empleo. Cuando determinados sectores de la sociedad carecen de un empleo, de seguridad social, las consecuencias serán una cantidad de problemas irradiados en particularidades. Esa familia va a tener problemas de salud, de educación, de vivienda. Llegada a una instancia de marginalidad, esto puede arrojar una mayor vulnerabilidad con peores consecuencias. Pero no debemos olvidar que estos problemas son derivados de un origen inicial común que después se desagrega en problemáticas aparentemente particularizadas. Por este motivo, todas estas medidas tienen que tener siempre el recordatorio y la comprensión de la importancia del componente de la prevención. No hay nada más preventivo para los problemas sociales que un buen trabajo y un buen salario, y eso después tiene que estar acompañado de políticas que habiliten la educación, la salud, etc. Si nosotros podemos simplemente garantizar mejor empleo y mejor salario tenemos una parte significativa de la resolución y de la auto-resolución de los problemas por parte de la propia gente.
En relación al proceso electoral nacional, ¿considera que están en juego dos modelos sociales diferentes?
La oposición, que ha tenido un resultado poco favorable en las últimas elecciones, no siempre da cuenta de una propuesta siquiera consistente. Algunas incluso son definitivamente reaccionarias y conservadoras, mientras que otras pueden estar señalando algunos límites al funcionamiento actual. Ahora bien, además de que estas propuestas no tienen posibilidades ciertas, no me da la impresión de que puedan estar en condiciones de mejorar la alternativa actual en manos del gobierno nacional.
Como primera y más antigua verdad, hay que recordar que funcionamos dentro de un sistema capitalista y, en ese sentido, hay una limitación y una contradicción que es muy difícil de superar. Este sistema está basado en la búsqueda del lucro y la ganancia y es intrínsecamente generador de pobreza y constructor de sociedades desiguales. Todo esto, por la vía de una apropiación diferenciada de la riqueza producida por todos. Por esto, aquí nos encontramos frente a una discusión compleja. Nuestros países adolecen de una doble dificultad: padecemos la vigencia del sistema capitalista, y simultáneamente, la ausencia de desarrollo capitalista. Los niveles de atraso que registran nuestros países son notorios en relación al uso de la energía, a los medios de comunicación, a las carreteras, a la incorporación e inclusión de muchas comunidades del interior del país, etc. Entonces, existe esta doble vertiente en donde por un lado hay que poner un límite al sistema capitalista por la vía del derecho laboral y de la implementación de políticas sociales para que el mismo no sea tan voraz e inequitativo; y, por otro lado, hay que generar un mayor despliegue de desarrollo de manera que mejoren algunas condiciones de atraso, de las cuales nuestros países tienen que desprenderse. Ante contextos en los que coexiste un funcionamiento cuasi feudal en algunos ámbitos de nuestro país, dicha situación es todavía peor que el propio desarrollo capitalista.
En este sentido, se deben marcar ciertas posiciones disparatadas y políticamente inviables, de las que todo el mundo puede estar presto a decir. En este contexto, no me parece que haya ninguna alternativa a las propuestas que lleva adelante el gobierno nacional. Hay que tener en cuenta el período histórico y el funcionamiento del mundo, pero sin que esto implique renunciar a aquellas aspiraciones posibles de concretar en los próximos años. También debemos reconocer que hay que profundizar los rumbos, mejorar e incentivar significativamente aquellas políticas que favorezcan a la mayoría de la población y, a la par, estar profundamente atentos a que hay que generar modalidades de relativización de la lógica capitalista. Todo esto para ponerle límites, por vía del derecho laboral y de políticas sociales universales que implican la redistribución de la riqueza. Hay que dar batalla para continuar avanzando en la dignificación de los salarios, y generar un proceso de mejor distribución funcional del ingreso. Argentina tuvo una época semejante, cuando había un 50-50% entre capital y trabajo. Si bien se ha mejorado mucho, todavía tenemos ese desafío pendiente. Hay que pelearlo permanentemente; tanto el capital como el trabajo son los dos factores esenciales de la generación de la riqueza pero tiene que haber primero una re-distribución equitativa. No puede ser que la riqueza vaya exageradamente a manos del capital en desmedro del esfuerzo que han hecho los trabajadores.
Ud. hacía mención previamente de las realidades compartidas entre los países de la región. En este sentido, ¿qué nos puede decir respecto al cambio de enfoque -ahora centrado en las políticas universales- de los diferentes gobiernos latinoamericanos?
En los diferentes países de América Latina se está verificando una corriente muy importante -a ser defendida- que se correlaciona con un posicionamiento más activo en pos de la defensa de los intereses continentales y de la unidad latinoamericana. En este sentido, considero que la tendencia hacia la implementación de políticas de carácter universal es absolutamente superadora de aquellas que se planteaban en la época del neoliberalismo. No solo por el carácter focalizado de esas medidas sino también por la miserabilidad de los recursos. Esta última cuestión no puede dejar de ser tenida en cuenta y en ningún momento deber ser subalternizada por cualquier otro aspecto de carácter conceptual. Dicho de otro modo: si se formula una política de carácter universal y los recursos y montos son reducidos, la insignificancia de esos montos cuestiona, relativiza y frustra la pertinencia conceptual de una política universal. A la cuestión conceptual de una política de carácter universal tiene que estar ligada profundamente la magnitud de los recursos. Por todo ello, lo que se tiene que transferir son aquellos recursos suficientes que permitan dignificar la vida de la gente. Considero un avance auspicioso y sumamente relevante la generación de políticas sociales universales en los distintos países de Latinoamérica.