miércoles, 20 de abril de 2016

"EN CONTRA DE LOS NIÑOS POLICÍAS" - Abril 19 de 2016

En la provincia de Catamarca se acaba de crear un cuerpo de Policía Infantil, destinado a niños de entre 6 y 14 años. Hacia el año 2011 se eliminaron en la mayoría de las provincias, con excepción de Salta, este tipo de experiencias de adoctrinamiento y militarización de niños y niñas. En noviembre de 2010 escribí una nota, titulada “Los niños y niñas policías”, publicada en el Boletín del Colegio de Trabajadores Sociales de la provincia de Córdoba y luego incorporada al libro “La Argentina populista” (Espacio Editorial). Me permito reproducir dicha nota a continuación, reiterando mi oposición a este tipo de prácticas, violatorias de la Convención Internacional sobre los Derechos de Niños y Niñas, cuyo texto es Ley Nacional desde 1990 y que fue incorporado, en 1994, a la Constitución Nacional Argentina.

LOS NIÑOS Y NIÑAS POLICÍAS

Recientemente, el cura Adrián Alberto Mari, de 35 años de edad y director de la Pastoral Juvenil, fue pasado a disponibilidad como capellán de la policía de la ciudad de Esquel, provincia de Chubut. La medida fue adoptada por el ministro de Gobierno de la provincia, en virtud de que Mari “no contaba con ningún aval de ningún organismo oficial para realizar adoctrinamiento policial de menores de edad”.

El sacerdote había iniciado una experiencia precisamente de adoctrinamiento policial, con un grupo de 45 niños y niñas, de entre 9 y 14 años. El experimento consistía en encuentros semanales en el Casino de Oficiales de la Policía de Esquel, donde los niños recibían entrenamiento practicando ejercicios de “cuerpo a tierra”, “carrera march”, “salto de rana” y desfile, instrucción ésta brindada por policías en actividad, además de practicar con chalecos antibalas. Los niños iniciaban estas clases saludando a la bandera y entonando la canción “Nuevo Sol”, cuya letra está basada en un discurso del Papa Juan Pablo II en ocasión de su visita a la Argentina en 1982, durante la época de la dictadura cívico-militar.

Entre las argumentaciones de defensa de su proyecto con los niños, el cura Mari destacó la importancia de que los chicos “saquen al policía que hay en su interior”, que se “revalorice la vocación policial”, y que “quiere que los niños saluden en la calle a los uniformados y les regalen un alfajor, por el servicio que prestan”. Curiosa y original afirmación esta última, que podría denotar candidez, cinismo o directamente extravío.

La difusión de la noticia actualizó el recuerdo de la lamentable vigencia de otras experiencias de Policía Infantil y de Gendarmería Infantil, que se vienen llevando a cabo en muchas provincias, en algunos casos desde hace 20 años.

En la provincia de Salta el primer cuerpo infantil de estas características fue creado en 1990 por el Comisario Principal Roberto Manuel Miranda y actualmente existen 75 brigadas en las que están involucrados 5.000 niños y niñas uniformados. Justificando la pertinencia de este entrenamiento militarizado, el Comisario General Pascual Algañaraz afirma que “los formamos como personas de bien, para que respeten los valores perdidos de la familia y los símbolos patrios. El capellán asiste en la parte espiritual y ayuda a los chicos que van a tomar sus comuniones”.

La relación entre las clásicas concepciones de familia tradicional, valores, patria, nacionalismo, catolicismo, constituye un soporte esencial para la vigencia de ideologías profundamente conservadoras. En nombre de “Dios, Patria y Hogar” se cometieron y se cometen acciones que atentan contra el funcionamiento democrático, plural, igualitario de la sociedad.

Sumamente clarificador resulta el contenido de la Resolución Nº 546/90 que dio vida a la Policía Infantil en Salta: “Su misión es incorporar a la niñez como participante activa en la acción preventiva policial, persuadiéndola al rechazo y apartamiento de conductas antisociales y delictivas, creando un ambiente adecuado a fin de que el niño a medida que avance en edad y conocimiento vaya descubriendo los auténticos valores de la vida y comprendiendo la importancia de la función policial en el mantenimiento de la paz social”.

El entrenamiento militarizado de los chicos y chicas salteños, de entre 6 y 13 años, incluye también el aprendizaje de defensa personal, el uso de uniforme y gorra policial, los desfiles, la venia como saludo y la asistencia a misa. Vale recordar que la práctica religiosa en Salta, como en otras provincias del noroeste, está absolutamente arraigada y aceptada en las escuelas públicas, a las que concurren niños de todas las religiones o bien de ninguna, a pesar de lo cual deben rezar al comienzo y a la finalización de la jornada escolar diaria.

Distintos intendentes legitiman la existencia de estos cuerpos infantiles, solicitando su participación en actos, para que desfilen con sus uniformes, insignias y banderas. El comisario y también licenciado en Trabajo Social Marcelo Juan Lami menciona que “habíamos prohibido que desfilaran, pero a los padres les encanta, así que siguen desfilando”.

Tan extendido e institucionalizado está en Salta la existencia de los niños y niñas policías, que hasta tienen un día propio: el 13 de octubre se celebra el Día de los Cuerpos de Policía Infantil.

En la provincia de Misiones también se registra una importante y antigua presencia de este tipo de brigadas de Policía Infantil, contando con más de 20 Cuerpos en todo su territorio. En la ciudad de Eldorado se creó en 1990; en Oberá en 1994; en Posadas y en Campo Viera en 2001; en Leandro N. Alem en 2004. Algunos de estos Cuerpos ostentan lemas, como por ejemplo “Los guardianes del orden” que identifica a la Policía Infantil de San Ignacio.

Un activo impulsor de estas experiencias de entrenamiento policial en Misiones es el Comisario Mayor retirado Ricardo Esteban Zarza, de 49 años de edad, fundador de tres Policías Infantiles en la provincia y organizador del VI Encuentro Provincial de estas policías, a llevarse a cabo próximamente en la localidad de Candelaria.

Esta policía de niños en Misiones asume el lema de “Mita Jory”, que en guaraní significa “niños alegres” y posee un peculiar logo que grafica la silueta de un hombre agachado, con gorra, con un brazo extendido y al lado un niño parado, conjunto que visualmente podría asemejar a alguien apuntando con un rifle o fusil.

¿A qué obedecerá la proliferación de estos programas de involucramiento policial de los niños y niñas, existentes en más de una decena de las provincias argentinas, lo cual implica una suerte de militarización de nuestra infancia?

Indudablemente se tiende a fortalecer y reproducir en la sociedad -desde la propia infancia- un estilo de comportamiento cultural que privilegia una férrea disciplina militarizada, basada en el orden, las órdenes y la rigurosa obediencia.

Para ello se cuenta con la aceptación activa de algunos pocos y también con la aceptación pasiva de la mayoría de la población, que por diversas razones no llega a advertir los riesgos que estas prácticas contienen y dejan de levantar una voz siquiera de alerta y rechazo ante este avance, crecientemente extendido, que pretende imponer una concepción militarista de la vida y la familiarización con las armas, aunque no las porten ellos, desde la más temprana edad.

La excusa para impulsar e irradiar estas experiencias policiales procura centrarse en el eventual servicio que prestarían para la “contención de los niños marginalizados”. El lugar de los niños -pobres o no- está en la casa y en la escuela (que en virtud de la Ley 1420 del siglo XIX establece la educación obligatoria, laica y gratuita), y no en las brigadas o cuerpos policiales, bajo la estricta lógica de los entrenamientos y adoctrinamientos militares.

También en Misiones y en otras provincias argentinas existe la Gendarmería Infantil, antecesora de los proyectos policiales. En la Revista del Círculo de Gendarmería Nacional se incluye un ilustrativo reportaje sobre las características de la organización infantil, que es denominada -según el número de niños y niñas de entre 8 y 14 años que lo integran- como Secciones, Escuadras y Agrupaciones. Los niños son “aspirantes”, “patrulleros” o “baqueanos”, de acuerdo a la edad, y la finalidad es “orientar e inculcar a esos niños valores netamente argentinos”.

Un comentario revelador de la ideología que suele orientar a estas iniciativas, fue realizado por un Comandante retirado, en estos términos: “Recuerdo que en mis años mozos patrullando a caballo lugares muy aislados de la frontera, muchas veces me encontré con niños muy pobres y analfabetos cuyo futuro cierto era el cuatrerismo o el contrabando. Hoy gracias a la Gendarmería Infantil ya pueden aspirar a una vida digna y ser ciudadanos respetables”.

Como en tantas otras ocasiones, surge, con nitidez, la clásica y perversa asociación de pobreza con delincuencia. El estigma, la duda, el miedo, siempre recaen sobre los pobres y los humildes. Y, entonces, a los niños pobres habrá que encauzarlos, reeducarlos, readaptarlos, disciplinarlos, inculcarles “valores netamente argentinos” (por intermedio de la Gendarmería y la Policía Infantil), porque si no serán el “peligro” del mañana.

Conviene recordar que los cuatreros importantes, los ladrones importantes, los contrabandistas importantes, los narcotraficantes importantes, los empresarios evasores importantes, pertenecen a otras clases sociales, y para estas clases sociales no existen los proyectos de Gendarmería Infantil o de Policía Infantil.     


lunes, 18 de abril de 2016

GABRIELA MICHETTI Y CARLOS MENEM

Gabriela Michetti, la vicepresidenta de la Nación Argentina, expresó en la provincia de Tucumán que “la droga mata a los pobres como a la gente normal”. La “normalidad” de la destacada dirigente del PRO-Cambiemos, revela su densidad intelectual y política. Y agregó: “sepan aguantar hasta que dentro de dos, tres o cinco años podamos salir adelante”.

El ex presidente Carlos Menem, distinguido continuador del proyecto neoliberal impulsado por la dictadura cívico-militar de 1976, en un discurso dirigido a los ex habitantes del “Albergue Warnes” de Capital Federal, en diciembre de 1990, afirmó: “Ustedes son los que más sufren y los que menos reclaman. Y así se puede gobernar, realmente”.

Ahora, en el 2016, la vicepresidenta que lúcidamente diferencia a los pobres de la gente normal, pregona que hay que aguantar por dos, tres o cinco años.

Sufrir y no reclamar, permiten gobernar. Este tipo de mensajes delatan la concepción de ciertos gobernantes, abonando la línea de la relativización de los derechos de la gente y la no ejercitación de los mismos. Sólo sufrimiento y resignación conducen a la fe vacía. Y cuanto más vacíos y despolitizados estén los hombres, más fácil se los podrá “gobernar”. Las vacuas y a la vez falsas promesas de la “revolución de la alegría” y de la “pobreza cero”, caracterizan con nitidez el perfil del gobierno actual del PRO-Cambiemos.

Asimismo permite inferir otro metamensaje sobre el tema de los derechos sociales y la alternativa de poder reivindicarlos. Si se sufre y no se reclama, tal vez alguien, en algún momento, pueda recibir algo que mitigue su padecimiento. Pero si alguien o algunos reclaman por la cobertura de sus necesidades y derechos, no estarán “facilitando” que los gobiernen y, seguramente, no recibirán premio alguno, en ninguna ocasión.

La vieja y nueva receta del neoliberalismo para los sectores populares es: aguantar las necesidades, tener esperanza, facilitar que los gobiernen y confiar en que “no los van a defraudar”. En síntesis, “que no reclamen nada de la sociedad y del Estado, que no perturben al pedazo del sistema ‘moderno’ y disfruten libremente de su miseria”.


Buenos Aires, abril 18 de 2016

viernes, 8 de abril de 2016

PRÓLOGO (para libro de Jorge Daniel Rodríguez "La Universidad Nacional de Misiones en tiempos de dictadura - 1976-1983" - Editorial Universitaria- UNaM - Posadas- 2016)


En Misiones, del 70 al 76, viví el período más intenso de mi vida. En la universidad, en la política, en las ilusiones, en las luchas, en los logros, en lo mucho pendiente, por supuesto también en los errores. Y hoy, a casi cinco décadas, el antropólogo Jorge Rodríguez me compromete y a la vez me honra al convocarme a prologar su libro sobre “La Universidad Nacional de Misiones en tiempos de dictadura (1976-1983)”.

Para quienes aún no hemos perdido la memoria (por salud y por convicciones intelectuales y cívicas) nos parece muy importante y oxigenante que nuevas camadas de profesionales continúen con el rumbo y la inquietud de no olvidarse del pasado y de rescatarlo de la memoria, siempre parcial e interesada, de quienes vivieron (vivimos) los procesos que se narran. Se trata de una perspectiva imprescindible para entender lúcidamente el presente.

José Hernández, en su “Martín Fierro”, ya nos advertía con perspicacia que “olvidarse de algo, también es tener memoria”. Indagar sobre lo pasado, aunque a veces trágico y doloroso -como en este caso, sobre la dictadura cívico-militar iniciada en 1976- constituye un ejercicio necesario en la búsqueda y en el anhelo de contribuir a la construcción de un futuro mejor.

En este sentido, la tesis doctoral de Rodríguez -publicada ahora como libro- resulta una singular contribución que trasciende el propio campo de la universidad y sus agentes (docentes, estudiantes, trabajadores no docentes, profesionales) y proporciona al conjunto de la sociedad valiosos datos y reflexiones que describen y analizan con rigor los acontecimientos por los que atravesó la provincia (¡mi vieja y añorada provincia!) de Misiones y su Universidad.

Como bien recuerda la investigadora del CONICET Laura Graciela Rodríguez (citada por el autor del libro), al inicio de la dictadura, en marzo de 1976, había 26 universidades nacionales en el país. El 29 de marzo se designaron “delegados militares” o “interventores” en la totalidad de las casas de estudios superiores. Doce universidades fueron controladas y comandadas por el Ejército, siete por la Armada y otras siete por la Fuerza Aérea. Ese mismo día asumió como ministro de Educación, Ricardo Pedro Bruera, un conocido militante católico conservador y profesor de la Universidad Nacional del Litoral. La Universidad Nacional de Misiones tuvo el “privilegio” de caer en manos del Ejército y el delegado militar que intervino la institución fue un coronel: Walter César Ragalli.

Sobre los hábitos personales del coronel (de la dictadura “moralista”) Ragalli, el investigador Rodríguez nos brinda un par de sugerentes testimonios de sendos docentes de la época: “tuvimos la suerte de que a este rector-interventor le interesaran mucho más las faldas que los subversivos”; y “… lo único que le interesaba era levantarse alguna secretaria y anduvo persiguiendo a las chicas… y al poco tiempo se consiguió un trabajo más interesante que fue el ente Mundial ‘78”.

En efecto, el coronel (además de sus correrías) pasó de “Rector” universitario a Gerente de Asuntos Especiales del EAM’78, el Ente Autárquico del Mundial de fútbol que se disputó en Argentina en 1978.

Muy interesante resulta la constatación histórica de que el interventor Ragalli confirmara en sus cargos a distintos Secretarios y funcionarios de la gestión anterior, entre ellos a varios destacados dirigentes de las “fuerzas vivas” de la provincia (el contador René Troxler, el profesor Martín González) que habían impulsado el MOPUM (Movimiento Pro Universidad de Misiones).

En marzo de 1974, el médico Raúl Justo Lozano (cuñado del coronel Juan Antonio Beltrametti, que fue Jefe del Área Militar 232) había sido designado como Rector-Normalizador de la UNaM. Lozano, que mencionaba a Oscar Ivanissevich (ministro de Educación de María Estela Martínez) como su “maestro y amigo” y que en sus memorias de gestión se vanagloriaba de haber logrado que “los zurdos de Ciencias Sociales invernaran” y que “el marxismo y las ideas extranjerizantes no tuvieran cabida en la UNaM, nombró -ya en esa época- a varios líderes del MOPUM (González, Troxler) como Secretarios Generales y asesores económicos de la flamante universidad.

Según narra Rodríguez en su tesis, bajo la conducción del rector Lozano, “el 16 de octubre de 1974, se decidió la incorporación como parte de la universidad, del Instituto Privado de Administración de Empresas (IPAE), que hasta entonces había sido un importante bastión de los integrantes e intereses del MOPUM”.

Bien señala nuestro autor, cuando expresa que “atrás quedaban esos antiguos integrantes y referentes del MOPUM que en los años anteriores a la oficialización de la UNaM y ante los cuestionamientos recibidos por parte de ciertos sectores sociales y estudiantiles, afirmaban: “[…] Ninguno de los integrantes del MOPUM, pretenden la figuración, ni persiguen acomodos futuros políticos, ni administrativos…” (destacado mío).     

El 14 de mayo de 1976, Martín González era el Secretario General de Asistencia Social y Bienestar Estudiantil de la universidad intervenida por la dictadura. Ese día firmó, junto con el coronel-interventor Ragalli, la Resolución Nº 293 mediante la cual aprobaron oficialmente las “Normas para el otorgamiento de Becas para los estudiantes de la UnaM”. Entre las condiciones generales se exigía que los estudiantes interesados en obtener este beneficio, debían “observar buena conducta y moralidad” y “no profesar ideologías contrarias al sentimiento nacional y a nuestra tradicional forma de vida” (destacado del autor). Ya sabemos, don Martín González (dirigente del desinteresado MOPUM), y siempre lo supimos, qué significaban en la práctica concreta esas expresiones reaccionarias (“conducta”, “moralidad”, “sentimiento nacional”, “tradicional forma de vida”), pretendidamente diluidas bajo en lenguaje edulcorado y confusamente moralista.

Además de sus acciones privadas extra-académicas (aunque según los testimonios rondaban el propio ámbito de la universidad) el militar interventor de la UNaM desplegaba una eficiente acción, en obvio correlato con las orientaciones de la dictadura cívico-militar vigente.

Veamos. El periódico “Territorio Digital” publicó, el 22 de septiembre de 2009, una nota titulada “A la Gestapo académica no se le escapaba nadie en la UNaM”. En la misma se mencionaba que “innumerables eran las metodologías utilizadas por los integrantes de la fuerzas armadas para recabar datos de los ciudadanos durante la época de hierro. Una de las más utilizadas era conseguir información de los docentes y estudiantes en los pasillos de la UNaM. “No se les escapaba un solo detalle”, comentó la testigo Carmen Nuñez durante la cuarta jornada del debate oral de la causa iniciada a Carlos Humberto Caggiano Tedesco y a Juan Antonio Beltrametti, por un total de 93 delitos imprescriptibles. Una de las cabezas del operativo de inteligencia era el interventor de la UnaM, “el coronel Walter Ragalli, ordenaba los informes a Herminio César Santiago (“lector asiduo de la revista Cabildo”, según uno de los testimonios recogidos por Rodríguez en su investigación). Eso me lo contó una amiga que trabajó como secretaria privada del Rectorado durante esa época, y vio mi nombre escrito en los papeles. A esa Gestapo no se les escapaba nada”.

El ensañamiento fundamentalista de algunos personajes de esa nefasta época no tenía límites. Citando una crónica del diario “El Territorio”, Rodríguez destaca que “el coronel Carlos Caggiano Tedesco, recientemente juzgado y condenado en la provincia de Misiones por delitos de lesa humanidad -al hacerse cargo el 5 de enero de 1977 de la Jefatura del Área 232 (Distrito Militar Misiones) y en presencia del titular del segundo cuerpo de ejército, Leopoldo Galtieri y el Almte. Eduardo Massera-, sentenciaba: “debemos ampliar la finalidad de esta lucha, llegando a lograr la conquista total de la población misionera, procurando la participación y el apoyo fanático de la población a las fuerzas del orden. Debemos procurar eliminar a los neutrales e indiferentes, en el marco de la lucha contra la subversión. […] Nadie puede estar ausente de esta lucha. […] le pedimos a Dios que nos guíe en nuestro camino”. (destacados de Rodríguez). Además del destacado original de Rodríguez, subrayaría doblemente los términos “fanático” y “eliminar”. Ambos denotan la negación de toda humanidad: no hay raciocinio ni compasión en el accionar de los fanáticos.

En el diario digital “Misiones Online” (Posadas – 25 de junio de 2008), el ex Rector de la UNaM, Carlos Alberto Roko, contó que los nombramientos, incorporaciones y ascensos, en las diferentes dependencias de la Universidad, en el tiempo que estuvo al frente de la Casa de Estudios, tenían que contar con el visto bueno del Jefe del Área 232, a cargo del ex coronel Caggiano Tedesco.   

Roko, doctor en Ciencias Económicas, quien había asumido el cargo de Rector el 3 de febrero de 1978, indicó que esa “metodología” era “común”, y que él “solicitaba al jefe del Área 232, por medio de un escrito, antecedentes de la persona”. “Si no recibía el visto bueno de Tedesco, no podía nombrar, ascender ni incorporar a nadie”. Agregó que el militar Tedesco era “el encargado de responder el escrito”, que contaba con el sello y la firma del propio jefe del Área 232.

Entre los antecedentes que solicitaba el rector al jefe del Ejército en Misiones, se encontraban los “ideológicos”, que apuntaban a conocer si alguno de los profesores tenían alguna relación o militancia con los partidos políticos. “Estos tipos de antecedentes eran para filtrar. Evitando el ingreso de ciertas personas a la Universidad, con algunas posturas ideológicas, ya que el Gobierno había afilado su mira (sic) a la Universidad, porque para ellos era un foco conflictivo”, subrayó Roko.

Por cierto, sería muy ilustrativo y necesario, para recuperar la verdad de los hechos históricos, acceder a todas las notas elevadas por el rector Roko al militar y las respuestas “con el sello y la firma” de Tedesco, quien reclamaba la participación y el apoyo fanático de la población a las fuerzas del orden y proponía eliminar a los neutrales e indiferentes y exigía que nadie podía estar ausente de esa “lucha”.

En el mismo acto (que cito precedentemente), del 5 de enero de 1977, el almirante genocida Emilio Eduardo Massera pronunció un enfático discurso, en algunos de cuyos tramos (“educarnos para ejercer la libertad”, por ejemplo) parecía intentar compararse con el revolucionario pedagogo brasileño Paulo Freire. Rodríguez lo consigna así:

“[…] Los militares sabemos bien, qué corto es el alcance histórico de las armas de fuego, qué perecedero es el poder de la fuerza y qué efímera es la victoria bélica, cuando no va acompañada de una firme convicción cultural que dé sustento permanente a los hombres y las mujeres que -ellos sí- van a tener la suerte de protagonizar la paz. Por eso la educación constituye hoy, una exaltada prioridad en la reorganización de la República. Así lo entiende la Armada y así lo entienden las fuerzas hermanas. De nada serviría la destrucción física del enemigo, sino dotamos a los ciudadanos de los elementos necesarios para que cada uno neutralice, en la intimidad de sí mismo, la constante agresión ideológica. Esto no quiere decir, de ninguna manera, que debe entenderse a la educación como un instrumento para domesticar ideas o docilizar consciencias. Necesitamos educarnos para ejercer la libertad. Necesitamos educarnos para cuando llegue el momento con nuestro país reorganizado, podamos elegir y no sólo votar. Necesitamos educarnos para que volvamos a distinguir la diferencia sustancial que hay entre las crueldades, masivas o individuales, y ese antiguo y fabuloso motor del mundo que es la rebeldía creadora. Necesitamos educarnos para que volvamos a creer otra vez en el amor, en el ingenio, en el razonamiento, en los fuegos del talento y en sus resultados de belleza abrumadora, en las palabras buenas y hasta en la misericordia de algunos silencios. […] El futuro es nuestro y nos espera. Pero a este futuro esquivo hay que tomarlo por asalto de una vez. Vamos soldados. Vamos misioneros. Al ataque, que la victoria es nuestra. Y ésta será la victoria de la vida” (destacados del autor).

Aquí Massera, el represor “lúcido”, estaba convocando -para esa malsana cruzada- a los docentes y, por lo tanto, también a los universitarios de la UNaM. Considerado por algunos como el más “intelectual” y “político” de los líderes genocidas, Massera aspiraba (y lo inició) a construir un partido político que lo legitimara y lo respaldara en sus ambiciones de llegar a ser presidente de la Nación.

Ello lo condujo a intentar alianzas con algunos sectores políticos y a bregar por la incorporación a su proyecto y a su estructura organizativa a distintos referentes de la civilidad, en pos de sus objetivos. Y, por supuesto, no habrá estado ausente la alternativa de la posible participación de miembros de la comunidad universitaria. Seguramente (y ojalá sea en breve) futuras investigaciones en la UNaM podrán auscultar y arrojar vital luz (tal vez no para algunos) sobre el accionar de reclutamiento del “amigo” Massera en Misiones y sobre sus probables seguidores.

Por cierto, como todos sabemos, las propuestas dictatoriales necesitan -para sostenerse y perpetuarse- de apoyos y complicidades civiles de diversa índole e intensidad. Por fuera de las adhesiones más directas y aberrantes, en esas participaciones -como la historia mundial lo demuestra- se verifican complejas y controvertidas situaciones (si se quiere a veces una suerte de “zona gris”) donde se cruzan el individualismo, el desinterés por lo colectivo, la resignación ante lo supuestamente inevitable, los miedos, la seguridad personal y familiar, las “ventajas” del silencio, la no reacción ante el oprobio generalizado y hasta el acostumbramiento y la naturalización.

Estas opiniones no las volcamos recién ahora en 2016. Con el permiso del autor y de los lectores del libro, me decido a consignar (aunque un poco extenso) lo que manifesté en una disertación (luego publicada) el 3 de junio de 1984 en Tucumán, a escasos meses de la finalización de la dictadura, en un Congreso Nacional de Trabajo Social. En esa ocasión, expresé:

“Sobre las actuaciones individuales (durante la dictadura) queremos enfatizar que tendremos que saber diferenciar, básicamente, entre quienes produjeron participaciones concientes de acople y apoyo a las normativas oficiales, y aquellos que razonablemente tuvieron que adecuar en parte su labor profesional, para preservarse de las cesantías y de las detenciones. ¡No es lo mismo, una y otra actuación!

Cada cual sabemos hasta dónde tuvimos que conceder; hasta dónde legítimamente tuvimos que callar para preservar la fuente de trabajo y hasta la propia existencia física. Pero también están los que acompañaron sin rabia o resignación siquiera y que actuaron, en algunos casos, hasta con adhesión, ante la barbarie que se registraba adentro y afuera de la profesión.

Los trabajadores sociales, por nosotros y por la dignidad del pueblo con el cual trabajamos, tenemos el derecho y la obligación de evitar constituirnos en un conglomerado amorfo, vacío de memoria colectiva. Debemos contribuir, en el ámbito de nuestra profesión, a hacer evidentes las conductas oportunistas y de metamorfosis, de aquellos que actuaron mal a sabiendas y que ahora pretenden ampararse, haciéndose pasar como críticos de primera -¡recién ahora!- del fenecido proceso oligárquico.

Queremos advertir que no sugerimos ninguna variante revanchista; pero tampoco queremos contribuir a la candidez o a la zoncera, porque son muchos los que han medrado con la vigencia del “Proceso”, aunque ahora lo quieran disimular. Estos sectores seguramente reaparecerán con toda hipocresía, vivando la recuperación democrática y renegando de lo que aconteció en el pasado”.

Hacia el 2010, desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia, me invitaron a escribir sobre mi paso por Misiones. Cerré esas líneas diciendo que “A pesar de todo todavía estamos de pié, todavía “cantamos”, en pos de una sociedad más justa. Nos golpearon fuerte, pero nos fuimos rehaciendo. Nos hicieron retroceder, pero de a poco volvimos a avanzar. Y para seguir avanzando es imprescindible no perder la memoria. Porque son muchos, civiles y militares, los que apoyaron la dictadura desde distintos lugares y cargos y ahora aparecen disimulando y reciclados, como si no hubieran tenido ninguna responsabilidad en la barbarie generalizada de la época. Porque la memoria y el develamiento de quienes contribuyeron con la dictadura, resulta indispensable para evitar la repetición de los hechos. Todo lo que se haga en este sentido siempre será insuficiente, porque los genocidios -tanto en lo que respecta al accionar de sus actores principales, como en los diversos grados de complicidad que se registraron- no pueden ni deben ser olvidados”.

Por todo ello, quiero resaltar que resulta significativo el aporte de Jorge Rodríguez, nuestro autor, porque investigó y escribió con rigor y compromiso acerca de la dictadura, acerca de la UNaM y también acerca de las disímiles actuaciones de los universitarios no militares. Muchas gracias, entonces Jorge, por tu esfuerzo intelectual para traernos al presente reveladores aspectos de la historia de nuestra UNaM en esos trágicos momentos de la dictadura cívico-militar, para contribuir a que ni los civiles ni los militares vuelvan a aprestarse a debilitar el funcionamiento democrático o a condicionarlo con modalidades autoritarias o bordeando lo dictatorial, como lamentablemente pareciera intentar reinstalarse con el proyecto neoliberal de la Argentina de hoy.


                                                                                                     Norberto Alayón
                                                                                              Profesor Titular de la UBA
                                                                                         Ex Profesor Titular de la UNaM
                                                                                                       Enero de 2016

miércoles, 6 de abril de 2016

“DESPIDEN A TRABAJADORES SOCIALES Y LOS FOTOGRAFÍAN”
Se agradece compartir.

El Colegio de Trabajadores Sociales de Morón (Provincia de Buenos Aires) denunció el despido de 13 trabajadores y trabajadoras sociales de la Dirección de Políticas de Niñez y Juventud del municipio de dicha ciudad. A ello se agregan otras 5 cinco colegas despedidas en el mes de enero y otras 3 del Área de Economía Social y de Acción Social. Las colegas despedidas se ocupaban de poner en práctica los Programas de Promoción y Protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes.

El Intendente de Morón es Ramiro Tagliaferro, de 44 años, politólogo graduado en la Pontificia Universidad Católica Argentina. Miembro del Partido PRO-Cambiemos, ex esposo de María Eugenia Vidal (también del PRO y Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires) y padre de sus tres hijos. El secretario de Políticas Sociales y Abordajes Integrales del municipio, de quien dependían las colegas despedidas, es Fernando Cid.

El intendente Tagliaferro designó, como Coordinador de la Dirección de Prensa de la Municipalidad, a Juan Ignacio Hartridge, sobrino nieto del genocida Jorge Rafael Videla que encabezó la dictadura cívico-militar-eclesiástica iniciada en marzo de 1976. Cuando los trabajadores despedidos se concentraron para reclamar por su situación de pérdida del trabajo, el Coordinador Hartridge “se apostó en la vereda y comenzó a fotografiarlos, junto a otro fotógrafo que luego se subió con él a una camioneta oficial del municipio”.

Los trabajadores convocaron a una nueva concentración, en contra de los despidos que se efectuaron en todas las áreas de la municipalidad, la cual se llevará a cabo el próximo 8 de abril en la Plaza San Martín de la ciudad de Morón.

Buenos Aires, 6 de abril de 2016.



martes, 5 de abril de 2016

“IGUAL QUE EL CÓMICO DEL SEL”
Se agradece compartir.

El médico correntino Julián Dindart, de la Unión Cívica Radical (que hoy integra la Alianza PRO-Cambiemos), acaba de ser designado Presidente de la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

El 19 de marzo de 2012, cuando era ministro de Salud de la Provincia de Corrientes, el pediatra Dindart declaró que “las adolescentes se embarazan porque tienen un recurso económico como premio por haber tenido un hijo”, en alusión a la Asignación Universal por Hijo (AUH).

El diputado que va a presidir la Comisión parlamentaria que debe velar por los derechos y el bienestar de las y los niños y adolescentes, de la mujer, de la familia, reveló el mismo pensamiento que sustentara y difundiera el cómico santafesino Miguel Del Sel, que hoy es el Embajador argentino en Panamá, designado por Mauricio Macri.


Buenos Aires, abril 5 de 2016.

lunes, 4 de abril de 2016

Otra “hermana” de la Reina en Desarrollo Social
SE AGRADECE COMPARTIR.

Rogelio Frigerio, economista, de 46 años, es el ministro de Interior del presidente neoliberal Mauricio Macri. Su esposa, Victoria Costoya, licenciada en Comunicación Social, de 34 años, fue designada el 22 de marzo (con retroactividad al 10 de diciembre) como Coordinadora de Articulación de Asuntos Internacionales del ministerio de Desarrollo Social de la Nación, a cargo de la abogada Carolina Stanley.

El nombramiento fue firmado por Marcos Peña, Jefe de Gabinete del gobierno nacional, refrendado por Carolina Stanley, con una remuneración superior a los 25.000 pesos mensuales, correspondiente al Nivel C - Grado 0 - Función Ejecutiva Nivel IV, dependiendo de la Unidad Ministro.

La Decisión Administrativa (así se denomina) lleva el Nº 217/2016, aclarándose que Victoria Costoya fue designada “con autorización excepcional por no cumplir los requisitos mínimos previstos en el artículo 14 del Convenio Colectivo de Trabajo del Personal del Sistema Nacional de Empleo Público (SINEP)”.

La misma situación de excepción, “por no cumplir los requisitos mínimos” para ser nombrada, se produjo con Inés Zorreguieta Cerruti, de 30 años, hermana menor de Máxima, la Reina de Holanda, e hija de Jorge Zorreguieta, Subsecretario de Agricultura del dictador Jorge Rafael Videla y Secretario de Agricultura y Ganadería del dictador Roberto Viola. En este caso, la designación de Inés (cantante, psicóloga graduada en 2010 en la Universidad de Belgrano) se concretó el pasado 10 de febrero (también con retroactividad al 10 de diciembre), por medio del decreto 331/2016, firmado por Mauricio Macri y su ministra Carolina Stanley, en el cargo de Directora de Despacho y Mesa de Entradas de la Dirección General de Administración de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales de la Presidencia de la Nación.

A Victoria Costoya (esposa del ministro Frigerio) y a Inés Zorreguieta Cerruti (hermana de la Reina de Holanda) las une una doble coincidencia: ambas ocupan importantes cargos en el ministerio de Desarrollo Social de la Nación y ambas fueron designadas sin cumplir los requisitos mínimos previstos para ocupar dichos cargos.

El gobierno actual, no obstante su adhesión al perverso apotegma neoliberal que sostiene que “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, creó 4 nuevos ministerios, 15 nuevas secretarías y 35 nuevas subsecretarías. Y mientras Mauricio Macri declara pomposa y enfáticamente que “El Estado no puede funcionar como un aguantadero de la política” y pretende aparentar que su Alianza PRO-Cambiemos nada tiene que ver con el nepotismo, designan hijos, esposas, yernos, hermanos, sobrinos, tíos, primas, ahijados y novias, de ministros y altos funcionarios como Andrés Ibarra, Oscar Aguad, Jorge Triaca, Federico Sturzenegger, Pablo Avelluto, Rogelio Frigerio, Gabriela Michetti, Ricardo Buryaile, Patricia Bullrich, Federico Pinedo, Mario Cimadevilla, Iván Pavlovsky, Emilio Basavilbaso, Gustavo Santos, Eduardo Amadeo, etc.

Buenos Aires, Abril 4 de 2016.



lunes, 7 de marzo de 2016

"ACERCA DE LA CUESTIÓN NACIONAL". Nota publicada en "La Tecl@ Eñe", Revista Digital de Cultura y Política. Buenos Aires. Marzo 7 de 2016.
http://www.lateclaene.com/#!alayn-norberto/c10ng

ACERCA DE LA CUESTIÓN NACIONAL
  
Norberto Alayón
Profesor Titular – Facultad de Ciencias Sociales (UBA)

Manuel Ugarte fue un escritor y político argentino, nacido en Buenos Aires en 1875 y fallecido en 1951. Relevante precursor de las luchas antiimperialistas en América Latina, escribió en 1908 un texto titulado “25 de Mayo de 1810”, consignando una muy sugerente información: “Hay en los Estados Unidos una costumbre por la cual en la escuela, en mitad de la clase o interrumpiendo el recreo cuando el niño menos lo espera, el maestro le hace poner bruscamente de pie para prestar una vez más el juramento de servir a su tierra en todos los momentos de su vida”.

Impresionante costumbre que, respondiendo a una clara intencionalidad desde la escolaridad básica, apuntó a la construcción y consolidación de la identidad nacional de los norteamericanos ya a partir de la infancia, lo cual permite identificar el marcado nacionalismo siempre presente en el imperial país del norte.

En nuestros países latinoamericanos distintos sectores políticos (conservadores, socialistas, liberales de izquierda, ultraizquierdistas), desde diversas perspectivas y caracterizaciones, suelen abominar o desconfiar de ciertas expresiones y prácticas políticas “nacionalistas”, “patrióticas”, “populistas”, por considerarlas como atrasadas, no civilizadas, pre modernas, o bien directamente asociadas a las concepciones nazis y fascistas.

Estos sectores (con sus diferencias) no cuestionan o son indulgentes cuando las acciones nacionalistas se verifican en EE.UU. o en Europa, es decir en los países “desarrollados”, pero son consecuentemente “no nacionalistas” cuando se trata de nuestros países semicoloniales. El aspecto crucial es que básicamente no pueden comprender la clave diferencia que existe entre el “nacionalismo” en los países opresores y el “nacionalismo” en los países oprimidos.

El ruso Vladimir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, en 1920 expresaba durante el Segundo Congreso de la Internacional Comunista: “En primer lugar, ¿cuál es la idea más importante y fundamental de nuestras tesis?: la distinción entre pueblos oprimidos y pueblos opresores”. Agregando que “La dominación extranjera impide el libre desenvolvimiento de las fuerzas económicas. Es por esta razón que su destrucción es el primer paso de la revolución en las colonias y es por esto que la ayuda aportada a la destrucción de la dominación extranjera en las colonias no es, en realidad, una ayuda aportada al movimiento nacionalista de la burguesía nativa, sino la apertura del camino para el propio proletariado oprimido”. 

Otro ruso, Lev Davídovich Bronstein (León Trotsky), mandado a asesinar por José Stalin en México en 1940, afirmó que “Lenin ha escrito centenares de páginas para demostrar la necesidad capital de distinguir las naciones imperialistas de las colonias y semicolonias, que constituyen la mayor parte de la humanidad. Hablar de “derrotismo revolucionario” en general, sin distinguir entre países opresores y oprimidos es hacer del bolcheviquismo una caricatura grotesca y miserable y poner esta caricatura al servicio del imperialismo”.

Y completaba Trotsky: “El imperialismo sólo puede existir porque hay naciones atrasadas en nuestro planeta, países coloniales y semicoloniales. La lucha de estos pueblos oprimidos por la unidad y la independencia nacional tiene un doble carácter progresivo, pues, por un lado, prepara condiciones favorables de desarrollo para su propio uso, y por otro, asesta rudos golpes al imperialismo”.

En definitiva, el nacionalismo de los países imperialistas es reaccionario. Por el contrario, en los países semicoloniales el nacionalismo es progresivo, en tanto tiende a combatir al imperialismo y liberarse de los lazos de dependencia. El nacionalismo reaccionario de países imperiales como EE.UU. engendra abominables personajes como el multimillonario Donald Trump, actual pre- candidato republicano a la presidencia, quien desparrama impunemente las posiciones más trogloditas.

Pero el nacionalismo en los países sojuzgados e inconclusos de América Latina se encarnó, en la búsqueda de una verdadera independencia y soberanía, en movimientos nacionales y populares como el yrigoyenismo y el peronismo en Argentina, la revolución mexicana de 1910, el varguismo en Brasil, el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) en Perú, el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) en Bolivia, el independentismo en Puerto Rico, José Martí y Julio Mella en Cuba, Augusto Sandino en Nicaragua, entre tantos otros. Y en la última década en los procesos populares de Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, que lideraron la confrontación con EE.UU. 

Como viejo ejemplo del nacionalismo reaccionario que se verifica en países imperialistas como EE.UU., que conduce a guerras permanentes y a la opresión de otros pueblos, Manuel Ugarte da cuenta de una frase de un senador Preston, de 1838, afirmando que “La bandera estrellada flotará sobre toda la América Latina, hasta la Tierra del Fuego, único límite que reconoce la ambición de nuestra raza”. Con frecuencia, algunos estadounidenses son bien claros y directos, sin “pelos en la lengua”, expresando el sentir de las mayorías en ese país. Ya hablaba este imperial senador, hace casi 200 años atrás, de “ambición”, lo cual se relaciona con la permanente tradición de EE.UU. como país guerrero y dominador, y sobre “nuestra raza” (siempre se consideraron superiores y con “derechos” absolutos sobre todo el orbe).

Sesenta y ocho años después, otro imperialista -William Howard Taft, Secretario de Guerra del presidente Theodore Roosevelt y luego presidente él mismo- en un discurso el 21 de febrero de 1906 manifestó: “Las fronteras de los Estados Unidos terminan virtualmente en Tierra del Fuego”.

Los amos actuales del mundo y los respectivos habitantes de los imperios deberían recordar al peruano Dionisio Inca Yupanqui, aquel diputado americano que en las Cortes de Cádiz, España (en diciembre de 1810), indignado por la dominación colonial, desbrozó un imperecedero aforismo: “Un pueblo que oprime a otro no merece ser libre”.

A esta altura, conviene precisar qué son las semicolonias. Son países formalmente independientes, con Constituciones nacionales, con banderas e himnos propios, con territorios definidos (aunque en ocasiones parcialmente arrebatados y usurpados, como es el caso de las Islas Malvinas por parte del imperialismo inglés), pero que padecen, estos países, de una gran dependencia estructural de los centros hegemónicos de poder mundial, que limitan y condicionan ostensiblemente su autonomía y capacidades de decisión propias. Se trata, entonces, de Estados aparentemente soberanos, políticamente independientes, pero que -a partir de la dominación económica que sufren- se ven compelidos a transformarse en una suerte de satélites presionados y arrinconados por los imperios de turno. Por eso las concepciones y las luchas nacionales y antiimperialistas adquieren, aún hoy, un enorme sentido progresista de gran significación.

El debilitamiento y hasta la pérdida de la soberanía política entraña un severo riesgo para el presente y el futuro de nuestros países todavía semicoloniales. Veamos, si no, el caso de los “fondos buitre” y del juez norteamericano Thomas Griesa. Este juez municipal extranjero pretende imponer condiciones, además muy lesivas, a una nación formalmente “soberana” como la Argentina. Pero el meollo de la cuestión, ni siquiera radica en Griesa: él es un mero instrumento que acepta y lleva a la práctica altaneramente las decisiones que se adoptan en ámbitos superiores. Si detrás de Griesa no estuvieran los verdaderos poderes económico-políticos de EE.UU. y hasta el propio gobierno de Barack Obama, este anciano juez estaría dedicado a atender los temas locales de su jurisdicción o a su salud personal y no se ocuparía en agredir intransigentemente a la Argentina. Los EE.UU., como imperio, no se olvidan del “No al ALCA”, decidido valientemente en 2005 en Mar del Plata bajo el liderazgo de Chavez, Kirchner y Lula. Los imperios tienen buena memoria; lo principal será que nosotros no perdamos o enajenemos la nuestra y estemos dispuestos a defender, como corresponde, el interés nacional.

Imaginemos si fuera a la inversa. Si un juez argentino, de algún distrito municipal del país, pretendiera imponerle condiciones al gobierno de los EE.UU.  Si este hipotético juez argentino actuara, como lo hace Griesa con nosotros, inmediatamente morirían muchos norteamericanos … pero de risa. Nos tomarían por locos o “bárbaros atrasados”, no insertos en la moderna comunidad internacional.

El tema de la independencia y de la soberanía nacional es obviamente muy importante y no debe considerarse como secundario, intrascendente o perimido, ya que depara consecuencias vitales, en uno u otro sentido, para el país. La imperial imposición que pretende Griesa para que nuestro Congreso Nacional derogue la Ley de Pago Soberano y la Ley Cerrojo debe ser frontalmente rechazada por quienes estén dispuestos a defender el interés y la dignidad nacional. En ese sentido, cabría considerar seriamente la alternativa de denunciar como “traición a la Patria” la conducta antinacional de aquellos legisladores que voten a favor de las exigencias extranjeras, en perjuicio de la Nación argentina.

Esta invocación a defender el interés nacional de la Argentina, esta invocación “nacionalista”, esta invocación “patriótica”, ¿tiene algo que ver con las propuestas nacionalistas (ésas sí fascistas) que se verifican en los países opresores, en los países imperiales? Reafirmamos, pues, que defender “lo nacional” en los países oprimidos es profundamente progresista. Por el contrario, defender “lo nacional” en los países imperiales, que oprimen y sojuzgan a otros pueblos, es marcadamente reaccionario.

Volvamos a Manuel Ugarte para diferenciar y clarificar las distintas concepciones acerca de “lo nacional”, del “patriotismo”. El gran defensor de la Patria Grande latinoamericana escribió: “Yo también soy enemigo del patriotismo brutal y egoísta que arrastra a las multitudes a la frontera para sojuzgar otros pueblos y extender dominaciones injustas a la sombra de una bandera ensangrentada; yo también soy enemigo del patriotismo orgulloso que consiste en considerarnos superiores a los otros grupos, en admirar los propios vicios y en desdeñar lo que viene del extranjero; yo también soy enemigo del patriotismo ancestral, del de las supervivencias bárbaras, del que equivale al instinto de tribu o de rebaño. Pero hay otro patriotismo superior, más conforme con los ideales modernos y con la conciencia contemporánea. Este patriotismo es el que nos hace defender contra las intervenciones extranjeras, la autonomía de la ciudad, de la provincia, del Estado, la libre disposición de nosotros mismos, el derecho de vivir y gobernarnos como mejor nos parezca. En este punto todos los socialistas deben estar de acuerdo para simpatizar con el Transvaal cuando se encabrita bajo la arremetida de Inglaterra, para aprobar a los árabes cuando se debaten para rechazar la invasión de Francia, para admirar a Polonia cuando después del reparto tiende a reunir sus fragmentos en un grito admirable de dignidad y para defender a América Latina si el imperialismo anglosajón se desencadena mañana sobre ella. Todos los socialistas tienen que estar de acuerdo, porque si alguno admitiera en el orden internacional el sacrificio del pequeño al grande, justificaría en el orden social la sumisión del proletario al capitalista, la opresión de los poderosos sobre los que no pueden defenderse”.

En la Argentina, la clásica consigna del peronismo “Patria sí, colonia no” (más allá de que escandalice a los “bien pensantes” de derecha y de izquierda) encarna y sintetiza el dilema de la hegemonía externa sobre nuestro país. ¿O alguien preferiría invertir la consigna y exclamar “Patria no, colonia sí?

O bien sobre la actual consigna de “Patria o buitres”. ¿Preferimos a los buitres o a la patria? Dejemos a Mauricio Macri y a Alfonso Prat-Gay su adhesión objetivamente reaccionaria (por decir lo menos) a los buitres y apoyemos firmemente la opción “nacionalista” y “populista” de la patria. ¿Se nos podrá denostar, por esta opción, con el mote pretendidamente descalificador de “patrioterismo”? Si así aconteciera, de parte de algún energúmeno supuestamente “ilustrado”, nos remitiríamos con mucho orgullo al preclaro antiimperialista Ugarte que convocaba, hace ya tanto tiempo, “a mantener en el alma esa maravillosa emoción colectiva que se llama el patriotismo”. ¿Qué otra cosa podrá ser un verdadero socialista, si no, al mismo tiempo, un patriota?

Es menester aclarar, que estas opiniones “nacionalistas” precedentes nada tienen que ver con el nacionalismo católico del estilo del dictador militar Juan Carlos Onganía o del nacionalismo oligárquico que portan algunos representantes de la tradicional Sociedad Rural Argentina. Tampoco tienen que ver con el chauvinismo, la xenofobia, el racismo, que se vierten a menudo en los estadios de fútbol en esos deleznables cánticos del estilo “son todos bolivianos, paraguayos, que sólo sirven para botonear…” Ni con las invocaciones al “ser nacional”, esgrimidas por la dictadura cívico-militar-eclesiástica de 1976, que a la par de levantar el insano slogan de “los argentinos somos derechos y humanos”, en su fundamentalismo genocida juraba que “la bandera nacional jamás sería reemplazada por ningún trapo rojo”. Por supuesto, tampoco tienen que ver con la concepción que tienen del nacionalismo los distintos grupos de neonazis, que se han reactivado, con mucha virulencia, a partir del triunfo de Mauricio Macri en las últimas elecciones presidenciales. Existe, por cierto, un falso nacionalismo, “de derecha”, enraizado en la sociedad, que debe ser combatido tenazmente.

Ante la terrible y devastadora restauración conservadora, marcadamente antinacional, que impulsa el actual gobierno del PRO-Cambiemos, hoy -más que nunca- cabrá defender activamente el interés nacional, plasmado en la preservación de la independencia y la soberanía, sin temor alguno de que se nos tilde de “nacionalistas”.  Sobre los argentinos que hoy gobiernan, ¿será un exabrupto desmedido o una terminología pasada de moda, hablar de irrecuperables cipayos?


Quienes continuamos aspirando y bregando por la construcción de una sociedad donde rija plenamente la justicia social, no propiciamos la claudicación -en modo alguno- de la meta socialista final, pero enfatizamos que no se podrá arribar a la misma sin ensamblar correcta y estratégicamente la liberación social con la liberación nacional.