En agosto de 1999 publiqué
en el Diario “Página 12” de Buenos Aires la siguiente nota (se agradece
compartir):
BOLÍVAR Y EL
CHE EN EL BANCO MUNDIAL
“El imponente edificio del Banco Mundial está
en Washington, muy cerca de la Casa Blanca, muy cerca del Presidente de los
Estados Unidos de Norteamérica. También está cerca del Fondo Monetario
Internacional. También el Banco Mundial está muy cerca e interrelacionado con
una gran parte de las desgracias que padecen los habitantes de Latinoamérica.
Por eso llama la atención el enorme mural, que
existe en la planta baja del monumental edificio, destacando las imágenes
mundialmente reconocidas de muchas figuras que simbolizan las luchas por la
liberación de los pueblos de Latinoamérica. Entre ellas, las de Simón Bolívar,
el Che Guevara (en dos semblanzas), Eva Perón, Juan Domingo Perón, junto a Carlos Gardel, Pelé y otros.
Tal vez, por la relación del Banco Mundial con
la parte expoliada de América, el mural
de los retratos parece congelar el espíritu y las propuestas de estos
relevantes personajes.
No es fácil narrar la impresión que causa ver
a estos significativos latinoamericanos, petrificados y expuestos en las paredes de una de las casas
matrices de la expansión imperial. Tal vez se los exponga como intentando
irradiar la imagen embalsamada de los proyectos que quisieron impulsar y que
aparecen (¿definitivamente?) como fallidos.
Están expuestos cual trofeos, como las cabezas
de esos ciervos, tigres o jabalíes que miran vaciados y sin aliento desde
arriba de las confortables chimeneas, de las amplias casas de los insensibles
cazadores.
O como los viejos jefes sioux vencidos, a
quienes sólo se puede reconocer y hasta admirar después de estar sólidamente
garantizada la derrota de sus aspiraciones.
La cínica vitalidad del capitalismo hegemónico
promueve, con apariencia de candidez democrática, las imágenes de sus acérrimos
adversarios: subsumidos, cooptados, pretendidamente reciclados. En uno de los
altares mayores del templo central del Imperio se muestra a los gladiadores
“vencidos”. La lucha inconclusa, entonces, aparecería como definitivamente
estéril e innecesaria y el mensaje de la conveniencia de la sumisión se torna
exitoso y convincente, morigerando y hasta venciendo la legítima rebeldía ante
las históricas injusticias y padecimientos que soportan nuestros degradados
países.
“Los Estados Unidos parecen destinados por la
Providencia a plagar a la América de miseria en nombre de la libertad”,
advirtió el Libertador Simón Bolívar el 5 de agosto de 1829, en la carta que le
enviara a Patricio Campbell, desde Guayaquil. La advertencia del impulsor de la
emancipación latinoamericana, lamentablemente permanece vigente aún.
En el altanero mural falta la efigie del
peruano Dionisio Inca Yupanqui, aquel diputado americano que en las Cortes de
Cádiz, España (en diciembre de 1810), indignado por la dominación colonial,
desbrozó aquel imperecedero aforismo que deberían recordar los amos actuales
del mundo: “Un pueblo que oprime a otro no merece ser libre”.
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