“EVITA” (por Jorge Abelardo Ramos). Se agradece compartir.
“Yo estaré con ellos, con Perón y con mi
Pueblo, para pelear contra la oligarquía vendepatria y farsante, contra la raza
maldita de los explotadores y de los mercaderes” (último escrito de Eva Perón –
Capítulo 29 de “Mi Mensaje”)
“Calzaba alpargatas al llegar a la
Capital y en su mano apretaba un monedero de hule.
Su cara estaba lavada con jabón amarillo
y las crenchas peinadas hacia abajo, marcando el pómulo reminiscente.
Enseguida se conchababa con cama
adentro.
Y la patrona dominaba su vida por
completo.
Fregaba, cocinaba, lavaba los platos,
cosía, lavaba y planchaba, colocaba y descolocaba las cortinas, limpiaba los
caireles uno a uno, mientras el hijo varón de la patrona la miraba golosamente
desde abajo.
Si no le hacían un hijo (que, en ese
caso, era enviado enseguida a su pueblo para que lo criara la madre) al llegar
el domingo, después del medio día, la patrona –ese gran ojo que la miraba sin
cesar- le decía: –Andate a dar una vuelta y volvé antes de las ocho para hacer
la cena.
Tomaba el tranvía y llegaba a Plaza
Italia, frente a los leones y bajo el sol.
Allí apretaba la mano áspera de un
conscripto de los cuarteles, sentada en un banco.
Ambos soñaban con la provincia, las cabras,
el cielo, los amigos y la música lejana.
Pero llegó la guerra y con ella el
desarrollo de la industria.
Las fábricas se erigían por todas
partes.
Nuevas industrias reclamaban mano de
obra, en particular mujeres.
Ella oyó hablar vagamente del tema.
Finalmente, una compañera de plaza la
invitó a entrar a una fábrica.
Así la sirvienta se transformó en
obrera.
Cambió srvidumbre personal por la
explotación impersonal del capitalista.
Esto se dice fácil, pero era menester
vivirlo.
¡Y los marxistas! ¡Qué decepción!
Pues resultaba que pasar de la
servidumbre y humillación personal a la ‘explotación capitalista’, constituía
para ella un salto a la libertad.
Era una doble emancipación.
La primera, era sacarse de encima a la
patroncita, -oligarca, mujer de médico, esposa de un bancario o empleado
público, cónyuge de un comerciante, si la sirvienta era lo más barato que había
en la Argentina-.
Y en segundo lugar, ganar más dinero con
menos tiempo de trabajo.
De este modo, ella vendía 8 horas a la
fábrica.
Después era completamente libre para
apoderarse de aquella hermosa ciudad hostil.
La primera quincena envió un giro a su
madre.
La segunda, adquirió un par de zapatos
con tacos y su cuerpo cambió.
A la siguiente, compró en las cadenas de
tiendas Etam un delicado vestido arrancado de un modelo de Vogue’ con tela de
imitación francesa, fabricado por la nueva burguesía judía de Villa Lynch, que
dejaba de ser importadora para transformarse en productora.
Una maravillosa, indescriptible
transformación se operaba en la ex sirvienta.
Con dos o tres quincenas más se compró
una cartera, artilugios de maquillaje, alguna biyutería.
Entonces asestó un toque final a la
transformación milagrosa.
En todos los barrios habían aparecido
salones de belleza.
Nuevas `cosmetólogas’ brotadas de la
nada la tendieron durante unas horas, le dieron consejos y la lanzaron a la
calle transformada en platinada.
Aquella muchacha aindiada era hermosa,
tenía rulos, tacos altos (había cambiado de estatura) y nadie hubiera imaginado
jamás que al pasear por Santa Fé, Callao o Corrientes, la ex sirvienta era
menos bella que las chicas de la clase media o la oligarquía.
Al mismo tiempo, entraba en crisis la
oferta del servicio doméstico.
Aparecía el Estatuto del servicio
Doméstico con derechos a la siesta.
¡Cuántos izquierdistas aprendieron a
odiar al peronismo en la mesa familiar de boca de su madre, antes de buscar en
venerables textos las razones para rechazarlo en nombre de la Ciencia!
Cuando ellas, las mujeres excluídas del
interior llegaron a Buenos Aires, no sólo desempeñarían un papel político y
social decisivo en la historia argentina, sino que los sociólogos hubieran
podido decir, sin incurrir en error, que el número de mujeres rubias había
aumentado en la Capital.
Cuantas más chinitas llegaban, más
rubias aparecían.
¿Qué científico entendería al peronismo
sin las mujeres de negro que llegaron a ser rubias?
Eva les tocó el corazón y ellas fueron
su fuerza, energía poderosa que había atravesado muchas generaciones en
silencio y ahora hablaban a gritos”.
Fragmento de Jorge Abelardo Ramos en “La Era del Peronismo” - Ediciones del
Mar Dulce – Junio de 1981- pág. 116 – (Tomo V de «Revolución y
Contrarrevolución en la Argentina»).
No hay comentarios:
Publicar un comentario