EL ODIO ANTIPOPULAR DE MACRI Y SUS
ALIADOS
Días
pasados el “destacado intelectual” MAURICIO MACRI expresó: “Perón y Evita crearon el populismo y hay que erradicarlo.
Lamentablemente lo hemos exportado al mundo y está siendo muy contagioso”.
Lo manifestó
en ocasión de la cena anual de la Fundación Libertad, una organización de la
más rancia derecha, a la cual asistieron los y las principales referentes del
conservadurismo en Argentina y también el peruano Mario Vargas Llosa y el
uruguayo Julio Sanguinetti.
En
relación a la temática, me permito compartir la nota que publiqué en el diario “Página
12” de Buenos Aires, el 17 de febrero de 2014, con el título ¡POPULISTA, SÍ: A MUCHA HONRA!
“En el
lenguaje corriente, ciertos políticos y académicos descalifican, abominan del
término “populismo”. Los “izquierdistas” critican al populismo porque éste no
apunta a erradicar el sistema capitalista. Los conservadores lo critican
porque, aún incompletamente, defiende más los intereses de los sectores
populares.
Se lo
usa, se lo invoca de manera peyorativa, como un insulto, como si fuera una
“mala” palabra. Por cierto, populismo se deriva de lo popular, de pueblo.
¿Estará mal hablar de lo popular/pueblo o encarar políticas en defensa de lo
popular?
En
contraposición, ¿estos sectores preferirían emplear el concepto de elitismo o
de grupos selectos (no populares) que serían diferentes y mejores que la gente
común? Intentan vilipendiar y construir una idea estigmatizante, desvalorizada
de lo popular, desde su propia posición de clase. Algunos por odio de clases y
otros por inveterada miopía intelectual, reflotan la vieja antinomia de
“popular versus antipopular”.
Juan
Cruz Varela, hermano de Florencio, fue un escritor y político argentino,
instigador -junto a Salvador María del Carril- del fusilamiento de Manuel
Dorrego, perpetrado por Juan Lavalle. En 1828, después de la caída del gobierno
popular de Dorrego, desde Montevideo escribió los siguientes versos: “La gente baja ya no domina y a la cocina
se volverá”. Fantástica y desgraciada oda antipopular, que refleja el
pensamiento de muchos, de ayer y de hoy. Lo que estaba y está por supuesto
también en juego en la actualidad, es la disputa por quién ejerce el poder: uno
u otro sector social.
En el
basamento ideológico del retrógrado sistema de segregación racial, denominado
“apartheid”, se mencionaba que “El más educado de los negros es, por
definición, inferior al menos educado de los blancos”. Si adecuáramos esta
afirmación a las categorías “rico/pobre”, podríamos leer, remedando a los
seguidores del “apartheid”: “El más educado de los pobres, es, por definición, inferior al menos educado de los ricos”.
El
desprecio que algunos vuelcan sobre el populismo parece asimilarse a las
críticas que se verifican, en el ámbito de la justicia, hacia las concepciones
“garantistas”, que tienden precisamente a garantizar los derechos de todos.
¿Qué otra cosa se debería ser? ¿Antigarantista?
Por ejemplo, al dictador Jorge Rafael Videla, a José Alfredo Martínez de
Hoz, a la Sociedad
Rural Argentina, a los Macri de hoy, los seducían y los
seducen las ideas y las políticas antigarantistas. Quieren garantías (y
especialmente privilegios) sólo para los poderosos.
Las
políticas progresistas de Inclusión Previsional, de la Asignación Universal
por Hijo, el Programa PROCREAR de viviendas, el Programa Conectar Igualdad, el
Programa PROGRESAR han sido recurrentemente tildadas de populistas, de
demagógicas. ¡Menos mal que existen estas políticas que propenden a una mayor
justicia social! Estas medidas, ¿son criticadas por impericia, por
irresponsable liviandad, por interés político de mera y burda oposición? Y ni
qué hablar de aquellas extraviadas (para decir lo menos) expresiones de ese
dirigente político nacional (Ernesto Sanz), que avergonzarían y enfurecerían a
don Hipólito Yrigoyen, cuando criticó la Asignación Universal
por Hijo y dijo que la misma “se iría por la canaleta del juego y de la droga”.
Resultan
asombrosas, cuando no tristemente patéticas, las opiniones de algunos
cientistas sociales que aparentan pasar como objetivos y rigurosos,
arremetiendo sistemáticamente contra lo popular, contra el populismo,
obteniendo el beneplácito y la adulación de poderosos diarios, canales y radios
que representan los intereses más antipopulares y que, como es coherente con su
ideología, hasta apoyaron la dictadura cívico-militar-eclesiástica iniciada en 1976.
Muchos
de estos cientistas sociales provienen del campo del “progresismo” o del
“izquierdismo”. Muchos hasta fueron funcionarios del menemismo y del gobierno
de la Alianza
y poco o nada hicieron desde los ministerios y reparticiones de Desarrollo Social.
Convendría repasar y recordar sus nombres, para ver si se trata de las mismas
personas.
Critican
al kirchnerismo por populista. Lo mismo hacen otros con Evo Morales en Bolivia,
con Rafael Correa en Ecuador, con Dilma Rousseff en Brasil. Lo que es un mérito,
en beneficio de las mayorías más desprotegidas, intentan transformarlo en algo
descalificable, en algo abyecto. Resulta evidente que no critican para mejorar
y avanzar; critican para debilitar y retroceder.
En
2014, en el marco concreto de la cruda realidad internacional y nacional,
resulta absolutamente pertinente apoyar las políticas de carácter popular, en
línea con la defensa de los sectores más postergados.
De
merecer una crítica o un epíteto insultante, de parte de los diversos sectores
objetivamente antipopulares (“izquierdistas” o conservadores, cientistas
sociales o no) preferiría y hasta me halagaría que me dijeran “populista”. La
ceguera reaccionaria y provocativa de muchos, me induce a asumir en la
encrucijada actual, la afirmación de ¡Populista,
sí: a mucha honra!”
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