MENOS POLICÍAS Y MÁS ASISTENTES
SOCIALES
Nota publicada en el Diario "Tiempo Argentino" de Buenos Aires, el 9 de marzo de 2014.
Norberto Alayón
(*)
(*) Trabajador Social. Profesor Titular
(Facultad de Ciencias Sociales-UBA)
Para determinadas
concepciones, las protestas sociales que reivindican derechos incumplidos
constituyen un accionar desestabilizador que justifica la represión
policial.
En el marco de un
proyecto político, de perfil popular, que tienda a atenuar las inequidades
generadas por el modelo de funcionamiento social, aparece un sugerente
interrogante, de carácter conceptual y político: ¿sería necesario que haya más
asistentes sociales y menos policías?
Bregar por la vigencia
de sociedades más equitativas, más justas, constituye un objetivo loable y un
imperativo que identifica a los proyectos políticos de carácter popular. En
contraposición, las propuestas y modelos conservadores se reconocen en la
existencia de sociedades profundamente desiguales, con acceso marcadamente
diferenciado a los bienes y servicios producidos por el conjunto de la
sociedad.
La búsqueda de una
mayor justicia social requiere, principalmente, de una propuesta de carácter
estructural que ataque en su génesis las lógicas de inequidad que caracterizan
al capitalismo.
Toda alternativa
política que propicie y defienda una mayor inclusión y bienestar de los sectores
sociales históricamente más relegados, necesariamente tendrá que afectar los
intereses de aquellos otros sectores de impúdica concentración de riqueza que se
resisten a una mayor distribución (en pro del bien común), de lo que han
acumulado, generalmente en base a privilegios diversos y a la explotación del
trabajo ajeno.
A la par, la puesta en
marcha de políticas sociales inclusivas, de mayor igualación, de contención y
promoción social de los sectores más vulnerados, debe acompañar y apuntalar todo
proyecto general que se precie y reconozca como
popular.
Pero no todo el mundo
piensa igual acerca de qué hacer con los pobres que genera el sistema. ¿La
propuesta debería ser meramente controlar a los pobres o bien tratar de combatir
la pobreza y actuar sobre sus nocivos efectos?
De “vigilar y castigar”
ya nos hablaba el filósofo francés Michel Foucault, hacia mediados de los 70 del
siglo pasado. La disyuntiva podría plantearse, entonces, entre vigilar y
castigar a los pobres o bien evitar la discriminación y apostar a la promoción y
ampliación de derechos, por medio de vigorosas políticas de inclusión y de
distribución de riqueza que mejore la calidad de vida de los mismos. ¿Más
policías para la primera opción o más asistentes sociales (trabajadores
sociales) para la segunda?
Los trabajadores
sociales (o asistentes sociales) son los graduados de las carreras de Trabajo
Social que se cursan predominantemente en universidades, públicas y privadas, de
todo el país. El Trabajo Social es una profesión cuyos objetivos están dirigidos
a contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de la población (en
particular de los sectores más desfavorecidos por las propias características
del funcionamiento social) y a la defensa irrestricta de los derechos humanos,
en su más abarcativa acepción.
No se trata de
idealizar en abstracto (a los trabajadores sociales), ni tampoco de demonizar en
abstracto (a los policías). Pero corresponde distinguir, que el trabajador
social se suele caracterizar por poseer vocación y formación para la promoción
humana y el desarrollo de procesos socio-educativos de las personas, familias y
comunidades. Y el policía se suele caracterizar por su vocación y formación para
el control y la represión. Ambas son profesiones legítimas, pero que cumplen
funciones esencialmente dispares.
Usualmente se piensa
más en reprimir que en prevenir. ¿A quiénes se
reprime y se castiga más en nuestras sociedades? Por cierto, se castiga más a
los más pobres, a los más desprotegidos, a los más estigmatizados. La
criminalización de la pobreza no es una ficción; es una terrible constatación
cotidiana.
Una sociedad cabalmente
moderna no debe ser impropiamente permisiva, pero tampoco puede admitir -si se
precia de democrática- la vigencia de criterios inequitativos para las acciones
de punición y para la administración de la
justicia.
De paso conviene
recordar que ni más castigo, ni aumento de las penas, ni más cárceles, ni más
cámaras de seguridad (¡ahora las instalaron hasta en el Obelisco!), podrán
combatir eficazmente la violencia, si no se ataca a ésta en sus orígenes, en las
causales de índole estructural que sobredeterminan su
presencia.
Las tareas de
reparación, de atención de las necesidades sociales, de apoyo a la
reivindicación de derechos, de estímulo a la organización comunitaria, de
promoción de actividades culturales diversas (musicales, teatrales, deportivas,
educativas, cooperativas, etc.), que suelen impulsar los asistentes sociales en
los barrios, constituyen un valioso y estratégico aporte para luchar contra la
desigualdad social. En suma, para fortalecer la equidad y la propia democracia y
apoyar la construcción de una sociedad más humana.
Para la consolidación
de una sociedad con mayor justicia social cabe bregar a fondo por más empleo,
por mejores salarios, por educación, salud, vivienda, seguridad social,
recreación para todos los habitantes. Para contribuir al logro de estos
objetivos, sería mejor que hubiera más
asistentes sociales y menos policías.
Buenos Aires, marzo 9
de 2014.
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