El periodista Juan Pablo
Csipka publicó en el diario “Página 12”, con fecha 25 de marzo de 2023, un muy
interesante y oportuno artículo bajo el título “Ricardo Zinn, el padre de la
economía neoliberal que anhelaba una Argentina anterior a 1916”.
En el marco de las enormes
dificultades por las que atraviesa actualmente el país, heredadas básicamente
de las políticas retardatarias de la dictadura cívico-militar de 1976,
profundizadas por el menemismo en los 90 y luego por el macrismo entre 2015 y
2019, me pareció pertinente reproducir un artículo que escribí en diciembre de
2013, titulado “Del Proceso de Videla al PRO de Macri”
Del Proceso de
Videla al PRO de Macri
Norberto Alayón
Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales
(Universidad de Buenos Aires).
Ricardo
Zinn (1926-1995), economista, autor del famoso slogan “Achicar el Estado es
agrandar la Nación”, expresó que “otro objetivo del gobierno militar fue la
disminución de gastos en asistencia social” (La Opinión, mayo 1979).
En
esos días de 1979 presentó la versión en inglés de su libro “La segunda
fundación de la República” (de agosto de 1976) en el Harvard Club de Nueva
York. En la ocasión argumentó que “los objetivos del Gobierno tienen como meta
la efectiva apertura de la economía y la reducción drástica del gasto público,
al que calificó de grave peligro para la existencia del país como sociedad
libre”. Aseguró que había que corregir “los sesenta años de aventuras
populistas y demagógicas que provocaron la decadencia político-económica en la
Argentina”, señalando a la vez que “por primera vez en muchas décadas tenemos un
sistema político basado en instituciones y no en personas, y en una política
económica que asegura la corrección de defectos estructurales causados por
muchos años de mala administración”.
Según
Zinn, la obra presentada tenía como propósito hacer pública “la situación de un
país que sufrió dos monstruosas desgracias: la populista distorsión de la
democracia y la agresión marxista interna y exterior”. Enfatizó que “sólo los
valores morales resultantes de un esfuerzo racional y ético hacen posible aplicar
la democracia occidental”, agregando que “únicamente por la restauración de
esos valores puede volver a funcionar la democracia”.
Del
2 de junio al 17 de julio de 1975 había sido vice-ministro de Economía de María
Estela Martínez de Perón. Fue reconocido como el autor intelectual del
“Rodrigazo”, aquel brutal plan de ajuste lanzado por el ministro Celestino
Rodrigo que aumentó entre 50 y 180 por ciento el tipo de cambio, las tarifas de
servicios públicos y el transporte, los combustibles y desató una remarcación
de precios que arruinó a miles de industriales y redujo a una tercera parte el
poder adquisitivo de los salarios (Raúl Dellatorre, Página 12, julio
2006).
Durante
el Proceso de
Reorganización Nacional de 1976-1983 (la dictadura cívico-militar) Zinn fue asesor de José Alfredo Martínez de Hoz.
Luego fue director del Banco de Italia y Río de la Plata (ligado al grupo FIAT)
y presidente de SEVEL, en la que aparecían vinculados la automotriz de Turín y
el Grupo Macri. Diseñó el Plan de Entidades
Financieras que generó facilidades al Grupo Macri, uno de los más
beneficiados durante la dictadura. Fue impulsor del Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (CEMA) y del Instituto de Altos Estudios Empresariales
(IAE), hoy parte de la Universidad Austral. Después de finalizada la dictadura militar, participó
de la Ucedé
(Unión de Centro Democrático), tuvo fuertes
relaciones con la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), el Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales (CARI), y la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), al tiempo que colaboró frecuentemente con el diario “La Nación”. En los primeros años de la presidencia de Carlos Menem fue
asesor de María Julia Alsogaray en las privatizaciones de ENTEL y SOMISA, junto con Mariano Grondona (h).
Este
portador de semejantes antecedentes antipopulares y antinacionales desdeñaba de
los “gastos” en asistencia social y bregaba por la firme disminución de los
mismos. No era (ni es) el único que, impulsando la cruel lógica neoliberal, se
resisten a la implementación de políticas sociales y asistenciales como
mecanismo, aunque parcial, de disminución de la exclusión y de la pobreza.
Con
justeza el economista peruano Javier Iguiñiz afirma que “hay una
desvalorización de lo asistencial, porque se está pensando como que corrompe a
la gente, que la hace entrenarse en estirar la mano. Yo estoy muy en contra de
esta perspectiva. Uno siempre puede sacar casos individuales: el borracho tal o
el drogado cual que vive de la limosna estatal y por lo tanto cultiva su propio
vicio. Pero ésos no son los casos estadísticamente significativos; se los usa
para denigrar el apoyo que mucha gente sana y muy trabajadora merece recibir.
Considero que es una forma de expresar la mezquindad de mucha gente y
desprestigiar el apoyo que merecen otros”. (Página 12, junio 2012).
El
gobierno del PRO de Mauricio Macri recortó 3 millones de pesos del presupuesto
destinado al Programa de Intervención Social en Villas de Emergencia y Núcleos
Habitacionales Transitorios y los transfirió a la promoción y desarrollo de
eventos como “Buenos Aires Ciudad de Moda” y el Festival Internacional de
Diseño de Servicios Especializados, Comerciales y Financieros. Previamente ya
había suprimido otros 130 millones de pesos de distintos programas de
asistencia social (del Programa Ciudadanía Porteña que tiene por objetivo
“disminuir los niveles de desigualdad” y del Instituto de Vivienda de la
ciudad) para indemnizar a propietarios de comercios, viviendas y automóviles
afectados por una inundación que se registró en la Capital Federal.
En
1976 fue designado por la dictadura cívico-militar el aviador Osvaldo
Cacciatore como Intendente de la ciudad de Buenos Aires, permaneciendo en el
cargo hasta 1982. El mismo impulsó, en su autoritaria gestión, una suerte de
“limpieza étnica” en la ciudad, desalojando compulsivamente a miles de personas
y expulsando a los habitantes de las villas y barrios pobres. El propio
Mauricio Macri, presidente del Partido PRO y Jefe de Gobierno de la hoy Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, declaró públicamente su admiración por el funcionario
de facto Cacciatore, como “el mejor Intendente que tuvo la ciudad”. Por
supuesto, todo el mundo tiene derecho a expresar su adhesión y simpatía para
con aquellos actores políticos -a pesar de no ser democráticos- con los cuales
uno se siente contenido y representado en su ideología y en sus prácticas. Esta
alabanza de Cacciatore da cuenta de las propias concepciones de Macri y de sus
proyectos.
El
sociólogo brasileño Emir Sader, refiriéndose a los actuales gobiernos
posneoliberales de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay,
menciona certeramente que los mismos “defienden la centralidad de las políticas
sociales -más que justificada en el continente más desigual del mundo- y no de
los ajustes fiscales”. Asimismo, “defienden un rol activo en lo económico y
social del Estado, en lugar del Estado mínimo y de la centralidad del mercado”.
Agregando que “la lucha de resistencia al neoliberalismo y la construcción de
alternativas posneoliberales es la más grande tarea contemporánea de la izquierda.
Porque el neoliberalismo es el traje que viste el capitalismo en el período
histórico actual”. (Página 12, noviembre 2013).
Esteban
Bullrich, licenciado en Sistemas y Master en Administración de Empresas por la
Escuela Kellogg de USA, es el ministro de Educación de la Ciudad de Buenos
Aires desde diciembre de 2009. Reemplazó en el cargo al pensador de derecha
Abel Posse, cuya gestión duró 11 días y quien a su vez había reemplazado a
Mariano Narodowski, procesado judicialmente en 2010, conjuntamente con Mauricio
Macri, por un famoso caso de espionaje y escuchas telefónicas ilegales.
Bullrich
sostuvo que la Asignación Universal por Hijo (AUH) “es una política del
fracaso” y que el aumento del beneficio “genera un problema para toda la
sociedad”. Agregó que “aumentar la AUH es demostrar por parte del
Gobierno que es incapaz de resolver los problemas de pobreza, que la única
forma que tiene de resolver los problemas de la gente no es dando trabajo y
libertad con el trabajo o mejor educación sino dándole más plata”. Y vaticinó
que “en caso de que Macri llegue a la Presidencia en 2015 se trabajaría
para transformarlo en un subsidio al trabajo, que genere fuentes de trabajo
reales, no ficticias”. (Ámbito, septiembre 2012).
Estas afirmaciones de Bullrich se
emparentan con lo que fue la ideología de la dictadura cívico-militar y del
neoliberalismo de los 90, cuando se transformó al trabajo (o lo que se suponía
como trabajo) en un recurso de la asistencia para quienes no se esperaba que
hallaran un empleo en el mercado formal. Eran esos los subsidios a cambio de
alguna contraprestación, sin ningún acceso a la seguridad social, asociada al
empleo registrado. Contrariamente, sus componentes se restringían y se
privatizaban. Así, con la reforma del régimen de asignaciones familiares, sus
montos (que se adicionan al salario) se hicieron insignificantes; y con la
reforma del régimen jubilatorio, se crearon seguros individuales administrados
por las AFJP, nuevos agentes del mercado de capitales.
Contrapuesta a esa política es la
AUH, creada como un componente de la seguridad social, extendiendo derechos
sociales a población excluida de la misma. Aunque comprende solamente parte de
las asignaciones familiares que cobran los asalariados formales y se mantienen
diferencias y ciertas disparidades, constituye un dispositivo que amplía esos
derechos del trabajo a los hogares de trabajadores del mundo de la
informalidad, donde ciertamente se hallan los mayores índices de pobreza. La
promesa de Bullrich “de eliminar la AUH y reemplazarla por planes
laborales" es claramente, entonces, la promesa de la eliminación de un
derecho social y su reemplazo por planes asistencialistas para los que quedan
fuera del trabajo, volviendo a excluirlos de la seguridad social. Eso es, en concreto,
lo que se desprende de las palabras de Bullrich: volver a los principios del
individualismo y a un Estado neoliberal, que es precisamente el proyecto del
PRO. Para esos principios y ese Estado, los “derechos” dependen del mercado; es
decir, no hay derechos, sino capacidad (o no) de consumo. Los derechos sociales
ponen límites (variables) a esa dependencia. Ningún derecho existe si no es
instituido estatalmente como derecho. El derecho al trabajo, a condiciones
dignas para el mismo y a la seguridad y protecciones ante avatares de la vida,
exige la intervención del único órgano con capacidad de imponerlo
legítimamente, que es el Estado y por la ley.
Bernardo Kliksberg enfatiza que
“la Asignación Universal por Hijo apoyó en la Argentina, en sus tres años de
existencia, a 3,5 millones de niños desfavorecidos. Combinado con un fuerte
aumento de la inversión en la creación de escuelas en las áreas pobres, y de la
ampliación de los servicios en salud, mejoró sustancialmente las tasas de
aprobación escolar y de salud”. Agregando que “la realidad muestra que es
imprescindible un Estado que regule activamente, en protección del interés
colectivo”. Y pregunta: “¿A quién le conviene que el Estado sea débil y no
regule (como quería Zinn ya en los 70; y como quiere el PRO ahora); a
quién le conviene que se sigan aplicando las políticas de austeridad, a pesar
de sus impactos regresivos, y desacreditar sistemáticamente políticas públicas
sociales, aunque den claros resultados?” (Página 12, noviembre 2013).
La
concepción ideológica y las acciones concretas de aquel economista y político
Ricardo Zinn y del actual empresario y político Mauricio Macri (líder del PRO)
guardan una significativa coincidencia, en sentido opuesto a la imprescindible
construcción de una sociedad más igualitaria y justa.
Buenos
Aires, Diciembre de 2013.
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