EXPOSICIÓN Y PRESENTACIÓN DE LIBRO EN LA UNIVERSIDAD
NACIONAL DE MAR DEL PLATA
viernes, 31 de mayo de 2019
jueves, 30 de mayo de 2019
martes, 21 de mayo de 2019
Comparto nota
breve sobre “ASISTENCIA Y ASISTENCIALISMO”. Publicada en el Diario “Página 12”. Buenos Aires. Mayo 21 de
2019.
La asistencia social cumple funciones diferentes según responda a la política general desplegada por gobiernos populares o por gobiernos antipopulares. Representa, de este modo, diferentes sentidos, según la naturaleza y los intereses de clase de los distintos gobiernos.
En el caso de gobiernos populares que propendan al desarrollo de las fuerzas productivas, a la defensa y ampliación de las fuentes de trabajo, a la expansión del consumo, la asistencia opera en la reparación de problemáticas y carencias puntuales que presenten los sectores más vulnerados de la sociedad, representando -simultáneamente- una manera indirecta de preservación salarial (o distribución secundaria de la riqueza) por la vía de servicios y subsidios destinados a mejorar la calidad de vida de la gente.
En ese sentido adquiere un carácter complementario del rumbo general de la política económica, fortaleciendo la perspectiva de derechos y de la necesaria vigencia de la justicia social.
Pero en el caso de gobiernos antipopulares, como el del macrismo actual, que reducen el empleo, contraen los salarios, restringen los derechos laborales y generan marcada pobreza y exclusión, las políticas asistenciales apenas implican un alivio limitado y selectivo para las situaciones más críticas, mientras se mantienen férreamente los objetivos de evidente concentración de riqueza a favor de ciertos sectores sociales y en perjuicio de la búsqueda de la necesaria igualdad social que transforme en digna la vida humana.
De ahí que la asistencia, en el marco y perspectiva de los gobiernos antipopulares, confronta con el paradigma de derechos, transitando hacia modalidades caritativas o filantrópicas que robustecen la lógica asistencialista.
Sin atacar ni atenuar siquiera las causales estructurales de la obscenidad del sistema capitalista, la labor asistencial se transforma en puro asistencialismo en la línea del control social y del disciplinamiento para contrarrestar el reclamo de la población por los derechos. En definitiva, el asistencialismo es una excrecencia propia del sistema capitalista.
* Norberto Alayón es trabajador social y profesor consulto de la UBA.
miércoles, 15 de mayo de 2019
martes, 7 de mayo de 2019
Nota
“LA FUNDACIÓN EVA PERÓN Y LAS ASISTENTES SOCIALES”, en el libro “La Argentina
populista” (Editorial Espacio-Buenos Aires-2014)
En 1977 entrevisté a Ramón Antonio Cereijo, en
el marco de la investigación que estaba realizando acerca de los antecedentes
del Trabajo Social argentino, la cual dio origen al libro “Historia del Trabajo
Social en Argentina” publicado originalmente en Lima, Perú en 1978 y su última
y quinta edición en 2007 por la editorial Espacio de Buenos Aires.
Cereijo fue un economista porteño, nacido en
1913 y fallecido en 2003, ministro de Hacienda del presidente Juan Domingo
Perón desde 1946 hasta 1952, y administrador y apoderado de la Fundación Eva Perón. Fue, a la
vez, un hincha fanático del club Racing de Avellaneda (recuerdo su estudio
profesional con paredes recargadas de escudos, cuadros, fotografías de
jugadores, del “club de sus amores”). También, por supuesto, fue peronista.
En esa ocasión, generosamente me facilitó
diversos materiales que pude fotocopiar sobre la Fundación. Uno
de esos documentos era copia de un informe que contenía la transcripción de una
entrevista grabada que le había realizado el historiador Leandro Gutiérrez, el
13 de julio de 1972. Dicha entrevista se llevó a cabo dentro del Proyecto de
Historia Oral que el Instituto Torcuato Di Tella desarrollaba conjuntamente con
la Universidad
de Columbia.
En la documentación encontré una reveladora
referencia sobre la participación de los agentes de la acción social de esa
época, en las actividades que desplegaba la Fundación. Mencionaba
Cereijo que “una de las iniciativas más importantes de la Fundación fue la de
gestionar ante los Poderes Públicos las pensiones a la vejez, las que se mantienen
hasta el día de hoy” (se refería a 1972). Y agregaba: “Estas pensiones se
acordaron a las personas de más de 60 años y que por supuesto no se encontraran
amparadas por regímenes de previsión o que tuvieren recursos propios. La Fundación , por medio de su personal de visitadoras,
(destacado mío) fue la encargada de asesorar al Ministerio de Hacienda de la Nación sobre el
otorgamiento de esos beneficios”.
“El acto de entrega de las pensiones a la
vejez por parte de la Sra. Eva
Perón fue uno de los más trascendentales y emotivos, porque los que tuvimos el
privilegio de estar presentes pudimos observar la emoción que trasuntaban los
rostros de hombres y mujeres que estando sin medios para poder subsistir
después de haber dejado lo mejor de su ser en el paso por la vida, contaban
ahora con un respaldo económico que les aseguraba la satisfacción de sus
necesidades más apremiantes”. (Cereijo, 1972).
Beatriz Ventura de Bruzatori, nacida en 1925,
es una asistente social graduada en el Instituto de Cultura Religiosa Superior
de la calle Rodríguez Peña 1054 de la ciudad de Buenos Aires. Se desempeñó
profesionalmente en el Hogar de Tránsito Nº 2, que funcionaba en la calle
Lafinur 2988 (hoy Museo Evita), de la Fundación Eva Perón, hasta el golpe militar de
septiembre de 1955 que se autodenominó “Revolución Libertadora”. Continuó
referenciándose siempre con el peronismo y se asumía como “peronista de Evita,
no de él (por Perón)”. En 1959 fue Supervisora Docente en el Instituto de
Servicio Social (que funcionó en la calle Bolívar 1128), dependiente del
Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública de la Nación. En 1976 asumió como
Directora de la Escuela
de Servicio Social de la
Universidad del Salvador.
Hacia fines de agosto de 2013, a sus 88 años, pude
obtener de ella, a través de una familiar directa en virtud de sus problemas de
salud, algunas breves declaraciones que ilustran el accionar profesional de las
asistentes sociales en la
Fundación. Recordó , por ejemplo, que se llamaba “células
mínimas” a los grupos de asistentes sociales que eran enviadas por Eva Perón a
trabajar a las distintas zonas del país que solicitaban ayuda. Coincidente con
este recuerdo de quien fuera una participante directa en la Fundación , la politóloga
Carolina Barry (2008) señala que “Las llamadas ‘células mínimas’ de la Fundación Eva Perón eran grupos
de cuatro asistentes sociales, a los que podían integrarse también enfermeras,
que se ocupaban de realizar relevamientos médicos-sociales en todo el
país”.
Eva Perón, en su libro “La razón de mi vida”
de 1951, mencionaba que “Las mujeres que trabajan conmigo, asistentas (sic) sociales,
visitadoras (destacado mío),
enfermeras, no saben lo que es el cansancio ni el sacrificio”. Y agregaba: “Yo
trato de ir a ellos (se refería a la gente necesitada) con mis ‘células
mínimas´”. En el mismo texto, Evita recuerda que Perón manifestaba que “Los
pueblos muy castigados por la injusticia tienen más confianza en las personas
que en las instituciones”.
Beatriz mencionó también que a las asistentes
sociales de la Fundación
no se les requería adscripción o antecedentes peronistas para desplegar su
labor: “sólo había que ser muy profesional y responsable”. Y negó (contrariando
las versiones que aparecen en alguna bibliografía sobre la Fundación ) que tuvieran
que usar distintivos peronistas en sus horas de trabajo o que fueran obligadas
a asistir a actos o manifestaciones del gobierno peronista de la época.
En el año 2011, bajo la dirección de
Alejandra Marino, se realizó un documental (titulado “Las muchachas” y
estrenado en 2012) con el patrocinio del Instituto Nacional de Cine y Artes
Audiovisuales (INCAA). En dicho documental, la asistente social Beatriz
Bruzatori señala con firmeza “(si) la persona necesita; ahí está Evita. Yo no
le pregunto a nadie si es peronista o no es peronista. Veo si necesita, porque
esa es la consigna que yo tengo”.
Según Barry (2008), “en cada uno de los
Hogares de Tránsito (fueron tres) se desempeñaban un total de treinta y nueve personas,
que cumplían distintas funciones: una directora, dos secretarias
administrativas, una médica, una ayudante de médica, cuatro asistentes sociales (destacado mío), cuatro religiosas, un
portero, cinco cocineras y veinte mucamas”; agregando que “las asistentes
sociales daban cauce a los problemas y eran las responsables de su solución
desde el momento mismo en que las mujeres ingresaban hasta su egreso”. Barry le
adjudica a Evita la expresión “el servicio
social (destacado mío) es el alma de esta institución”.
Sobre las mujeres alojadas en los Hogares, la
misma autora menciona que “las asistentes sociales comenzaban con la ardua
tarea de la encuesta y el fichaje social, que incluía los datos personales, el
estado de necesidad, la condición social, los medios de subsistencia, etc. Las
entrevistas podían durar varias horas. Luego de la entrevista realizaban un
diagnóstico y pronóstico preventivo y se las derivaba al consultorio médico”.
Ana Carmen Macri (Anita Macri, la “Peti” como
le decía Evita) nació en julio de 1916 en el Hospital Alvear de la ciudad de
Buenos Aires. La entrevisté el 28 de agosto de 2013, a los 97 años de
edad, en su departamento de la calle Paraguay al 800. No es asistente social,
pero se acordaba de Beatriz Bruzatori (“una alta, morocha”; “estaban tres
asistentes sociales”, precisa). Fue secretaria del Hogar de Tránsito Nº 2 y al
poco tiempo quedó a cargo de la dirección. Finalizó su trabajo en la Fundación al ser
designada por Evita como Delegada del Partido Peronista Femenino en las
provincias de Tucumán y Santa Fe. En las elecciones de noviembre de 1951, en
las que por primera vez votaron las mujeres en Argentina, fue electa Diputada
Nacional.
Anita, en su libro “Mi biografía política”
(INIHEP, 2006), menciona: “Cuando las mujeres y niños entraban al Hogar eran
entrevistadas por las visitadoras
sociales (destacado mío), quienes les tomaban los datos, escuchaban los
problemas que ellas planteaban, el motivo del ingreso y corroboraban la
autorización de la Fundación
para que fuesen aceptadas”. Respecto a su propia labor, inicialmente de
carácter administrativo, señala que “cuando era fuera de hora y las visitadoras
sociales no estaban, yo me encargaba de tomar nota de todas las necesidades y
se las pasaba al día siguiente a las monjas (que pertenecían a la Congregación Hermanas
del Huerto) o a las mismas visitadoras”. En el citado documental “Las
muchachas”, Anita Macri expresa que “las visitadoras que correspondían a ese
establecimiento (se refiere a los distintos Hogares de la Fundación ) se ocupaban
de la solución de los problemas”.
Acerca de las “células mínimas” que actuaban
en la Fundación ,
en el diario “Democracia” del 21 de diciembre de 1947 se menciona que las
“Cédulas (sic) Mínimas de Ayuda Social están constituidas por cuatro visitadoras (destacado mío), una jefa y
una dactilógrafa móvil, que se trasladan en camionetas hasta los centros del
país donde han de ejercer su acción social y humanitaria”. En la edición del 23
de diciembre, el diario “Democracia” vuelve a destacar la labor de las Células
Mínimas, mencionándolas con su correcta denominación y no con la de “Cédulas”.
En la tercera edición (1950) de la
publicación oficial “La
Nación Argentina ” aparecen varias referencias sobre las
funciones y actividades de las “células mínimas”.
“Las Células Mínimas llegan hasta los más
apartados rincones, interiorizándose de las necesidades de los desafortunados,
solucionándoles todos sus problemas y llenando todas sus necesidades”.
Se describen las actividades de las células
mínimas, mencionando que:
-
Facilitan
empleos.
-
Internan
a niños en Colegios.
-
Hospitalizan
enfermos.
-
Devuelven
a la sociedad hombres útiles que ya habían sido descartados de la labor
humana.
En relación a mujeres y niños desamparados,
se destaca: “La
Fundación Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón”, por
intermedio de sus células mínimas, deriva estos casos a sus Hogares de
Tránsito, donde se les presta atención confortable a la mujer e hijos y se
busca la solución integral al problema que los aflige”.
“La Fundación , por intermedio de sus células mínimas
trajo desde Santiago del Estero hasta la Capital Federal gran cantidad
de niños”.
“A un año de la habilitación del primero de
estos Hogares, la cantidad de casos
sociales (destacado mío) resueltos asciende a la cifra de 45.324 y la
cantidad de personas atendidas es de 60.180” . La mención del término “casos
sociales” seguramente se referencia con la intervención específica de las
asistentes sociales, habida cuenta de que es una terminología propia del campo
del Servicio Social profesional.
En el folleto “Hogares de Tránsito” del
Servicio Internacional de Publicaciones Argentinas (SIPA, 1950) se destaca que
“Un grupo de visitadoras sociales de la Fundación de Ayuda Social Eva Perón tiene a su
cargo la tarea de buscar soluciones en el terreno práctico y concreto de los
hechos”. En otra publicación de SIPA, de la propia Fundación, bajo el título
“Ciudad Infantil y los Hogares-Escuela” (1950) aparecen otras referencias a la
presencia y actuación de las visitadoras sociales: “En la Ciudad Infantil , por ejemplo,
el servicio social que nutre el poderoso organismo está regido, como en las
demás instituciones, por un grupo de personas especializadas en estas tareas,
denominadas Visitadoras Sociales o Células Mínimas”. “Anexo a la dirección de
la casa, tienen su despacho los visitadores sociales del Servicio Social de la Ciudad Infantil ”.
Asimismo en el fascículo Nº 79 de “Polémica”,
bajo el título “La acción social del peronismo” (Buenos Aires,CEAL,Noviembre de
1971), su autor Carlos Russo reproduce una fotografía del Archivo General de la Nación con el siguiente
epígrafe: “Visitadores de la
Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón censan a
las víctimas de una inundación del río Matanza con el fin de proveerles
alimentos, ropas, etc.”.
Delia Ferré fue una de las asistentes
sociales de la Fundación. Brindó
su testimonio sobre la situación social de la época y sobre la intervención de la Fundación a la profesora
Silvia Elisabet Mazzuchi, quien lo
registró en su libro “La
Fundación Eva Perón - Homenaje al cumplirse el cincuentenario
de la muerte de la Sra. María
Eva Duarte” (La Plata ,
Ediciones UPCN, 2002). Ferré recuerda que “la situación en el interior del país
era alarmante. La población estaba en un estado de abandono y miseria
conmovedor. Sobre todo la provincia de Santiago del Estero, donde pudimos
detectar numerosos casos de anemia y de sed. Encontramos niños en las taperas
más abandonadas casi en condiciones animales, o aún peor”. “Eva recibía esa
información minuciosa y en función de ella determinaba un orden de prioridades
para comenzar las obras y el envío de ayuda”. Agregando que “con el tiempo
nuestra misión fue cubierta por las Unidades Básicas que abrió el Partido
Peronista Femenino”.
En el libro de Otelo Borroni y Roberto Vacca
(“Eva Perón”,CEAL,1971) se da cuenta de la realización de un acto político en
apoyo de la fórmula presidencial Perón-Quijano, llevado a cabo el 8 de febrero
de 1946 en el estadio Luna Park de Buenos Aires, el cual fue organizado por un
grupo de militantes peronistas universitarias. El acto, según la crónica del
diario “La Prensa ”
del día siguiente, “comenzó con la ejecución de las canciones de los partidos
Laborista y Unión Cívica Radical, Junta Renovadora. Después la concurrencia
entonó el Himno Nacional. En primer término habló la señora Edelmira Giúdice,
invocando la representación de las asistentes
sociales (destacado mío)”.
Los mismos autores, en su otro libro “La vida
de Eva Perón - Testimonios para su historia” (Buenos Aires, Galerna, 1971)
registran la ardua labor diaria y las innumerables actividades que desarrollaba
Eva en la Fundación ,
a pesar del avance de su grave enfermedad que finalmente la llevó a la muerte
el 26 de julio de 1952, a
los 33 años de edad. En dicho texto mencionan que el 22 de abril de 1950, Eva
Perón “recibió a delegados de la
Escuela de Servicios Sociales de la Universidad
Pontificia de San Pablo, Brasil y periodistas
brasileños”.
En 1988, Peter Ross presentó una tesis de
doctorado en la
Universidad de New South Wales. Sydney, Australia, en la cual
señala que “En cuanto a estructura y personal capacitado, la Fundación alcanzaba una
profesionalización muy importante para su época”. Agregando que “La Fundación era, pese a
contar con una gran cantidad de técnicos en su estructura, una institución
fuertemente politizada”. Obviamente no podía ser de otra manera, ya que el
abordaje de las distintas manifestaciones de la cuestión social, en aquella
época como en el presente, implica siempre una opción política concreta.
Por su parte, el politólogo norteamericano
George Blankten (1917-2001), autor del libro “La Argentina de Perón”
(Chicago . University of Chicago Press. 1953) expresa que “En un sentido
bastante concreto, la
Fundación significó una revolución en el enfoque argentino de
asistencia social”.
Cuando se produce el golpe cívico-militar que
derrocó a Perón en septiembre de 1955, se arremetió encarnizadamente contra las
diversas instituciones y actividades de la Fundación. Anita
Macri, en su libro del 2006, menciona que “sacaron los azulejos españoles de
los establecimientos, se robaron el instrumental de los sanatorios, se llevaban
las heladeras y la ropa de cama de los policlínicos de la Fundación. Eran
parvas de objetos. No querían nada que tuviera la sigla FEP (Fundación Eva
Perón) ¡Cómo sería el odio! No fue una Revolución Libertadora, fue una
revolución saqueadora”. Carolina Barry señala que “parte del mobiliario (de la FEP ) y de los adornos fueron
robados o llevados a casas particulares de los ‘vencedores’”.
Néstor Ferioli, en su libro “La Fundación Eva Perón” (Buenos
Aires,CEAL,1990) narra que “los institutos de la Fundación fueron,
literalmente hablando, saqueados por funcionarios del nuevo gobierno”. “La
vajilla de los Hogares Escuela fue totalmente destruida en todo el país, por
los comandos civiles que arrojaban todo a la calle”.
El mismo autor cita el testimonio de Teresa
Inés Sáenz de Miera, la cual relata que “Aunque la orden emanada era quemar las
existencias de stock de los depósitos porque ostentaban la leyenda “Fundación
Eva Perón”, aparentemente los autos de los incendiarios salían colmados de
objetos hacia las respectivas casas de quienes conducían”. Miera había sido
testigo de hechos semejantes en los depósitos de la calle Uriburu 920.
El 7 de agosto de 2006, el diario “Página 12” publicó un reportaje,
realizado por Mario Wainfeld al historiador norteamericano Mark Healey. En el
mismo, Healey refiere que después del terremoto de San Juan de 1944 la Fundación Eva Perón construyó
en esa provincia distintos establecimientos y, entre ellos, dos escuelas hogar,
una para niñas y la otra para niños.
Respecto a la actuación de la “Revolución
Libertadora”, en relación a la
Fundación , señala que halló un expediente por el cual en 1955
“nombraron como interventora a una abogada, antiperonista ella. Se dedicó a
convertir la colonia hogar femenina en una agencia de formación y colocación de
empleadas domésticas. Su ideario era sacar a esas chicas para que trabajaran en
casas de familia, de gente como ella o sus amigas”. Agregando que “hubo
protestas de las visitadoras sociales
(destacado mío) que trabajaban en la colonia. Las visitadoras eran profesionales,
que habían ganado su puesto antes del ’55, pero que tenían serias tensiones con
el peronismo. Pero no aceptaron el giro impuesto por la interventora e hicieron
largas denuncias en las que decían que eso contradecía “los fines democráticos
de la Revolución
Libertadora ”. Al mismo tiempo, las niñas se reunían en el
patio y gritaban ‘queremos que vuelva Perón’”.
El 9 de septiembre de este año 2013 el
gobierno nacional inauguró la
Casa de la Cultura Villa
21-24 de Barracas. Se decidió que pasara a ser la nueva sede de la Secretaría de Cultura
de la Nación y
que su titular, Jorge Coscia, mudara su despacho existente en la actual sede
situada en el barrio de Recoleta y lo trasladara a las nuevas instalaciones de
Barracas.
A raíz de esta muy importante decisión
política, Coscia narró un episodio que lo impactó. Una persona de nombre
Martín, que se refugia en el anonimato y no consigna su apellido, manifestó por
“twitter”: “A lo mejor algún chico pasado de paco lo asesina a Coscia. Va a ser
una desgracia con suerte”. Y Coscia, con recuerdo vivo y legítima indignación,
señala: “Cuando pasa eso, pienso en Eva Perón. Cuando te entregás al trabajo social (destacado mío), hay un
montón de hijos de puta a los que les duele”.
Más allá de que la referencia al Trabajo Social
por parte de Coscia pueda resultar equívoca para los profesionales, lo
significativo de este episodio es que se emparenta crudamente con la
visualización que tenían ciertos sectores de la sociedad, a mediados del siglo
pasado, acerca de las acciones solidarias y reparatorias de la Fundación Eva Perón. El odio
que concentró Eva Perón fue equivalente, en espejo opuesto, a la fantástica
obra realizada en favor de los sectores más vulnerados.
El “odio de clases”, patrimonio usualmente muy
arraigado en las clases pudientes, siempre abominó de la ayuda destinada a la
población más necesitada. Ayer y hoy, en palabras y acciones, propician dejar
en el desamparo y “a la buena de Dios” a los sectores sociales previamente
empobrecidos y degradados por el propio modelo de funcionamiento social. A la
inversa, me reafirmo en la expresión -de carácter axiomático- de que todo lo que se le transfiera a los
sectores previamente vulnerados y pauperizados, es siempre inferior a lo que
les corresponde como seres humanos.
El “odio a los pobres” permanece vigente en
muchos, pero se prescinde de reivindicar el necesario “odio a la pobreza”, en
tanto la pobreza es una categoría esencialmente política y económica, de la
cual se deriva la existencia de los sujetos “pobres”. El problema (que hay que
atacar decididamente) es la pobreza, no los pobres. Los pobres son el
“resultado” y las víctimas del fenómeno de la pobreza. Antes y ahora, se trata
de la necesidad de eliminar la
pobreza y no de eliminar a los pobres.
La ciudadanía en general y los profesionales
en particular siempre deberíamos tener muy presente que los pobres, como
categoría social, son las víctimas y no los culpables de su propio pesar. Si lo
planteáramos en términos de confrontación, tendríamos que tener muy arraigado
en nuestras prácticas, que nuestro enemigo, nuestro adversario, no son los
pobres; nuestro enemigo es la pobreza.
En consecuencia hay que rechazar, repudiar, atacar a la pobreza; no a los
pobres que son las víctimas de los procesos sociales de empobrecimiento.
Conviene recordar que las personas, al igual
que los países, no son pobres porque sí, o por fatalidad o por una suerte de
vocación masoquista que los impulsa suicidamente a perseverar en la desgracia.
Las personas y los países suelen ser sometidos a complejos procesos de
empobrecimiento, ajenos a presuntas razones biológicas, raciales, culturales,
tal como intentan argumentar los sectores sociales no pobres.
Resulta notable observar, cómo el pensamiento
discriminatorio, carente de sensibilidad y sentido de equidad, ha traspasado el
propio ámbito de los sectores del poder (o de los sectores dominantes como se
decía en otras épocas) y se ha instalado y ganado la conciencia (la mala
conciencia) hasta de los sectores medios y aún bajos de la sociedad.
La lucha ideológica, la lucha cultural,
forman parte inescindible de la lucha política que, en su sentido más
abarcativo, prima en el funcionamiento de todas las sociedades. Y esto no es de
ahora, ni privativo de nuestro país. En Argentina, hace ya mucho tiempo, hace
154 años y me remonto al 13 de septiembre de 1859, un Senador Nacional
manifestaba en un discurso en el recinto legislativo: “Si los pobres se han de
morir, que se mueran, porque el Estado no tiene misericordia”. “El Estado no
tiene caridad, no tiene alma”. “La sociedad no puede responder de las personas
que se encuentran en la indigencia”. “¿Qué importa que deje morir (se refiere
al Estado) al que no puede vivir, al que no puede existir por sus desarreglos,
por sus defectos?”. “Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad, y
cuando hay hijos muy dignos de la atención del Estado, a esos huérfanos no se
les debe dar más que de comer”.
Esta brutal y si se quiere excelsa pieza de
“darwinismo social”, no le perteneció a un ignoto político de aquella época.
Tales expresiones le pertenecieron al controvertido “padre del aula”, al
“maestro de América”. Le pertenecieron a Domingo Faustino Sarmiento. Sin duda
estas manifestaciones, en boca de alguien tan reconocido (que desempeñó muchos
cargos importantes y que llegó a ser presidente del país entre 1868 y 1874)
habrán contribuido a fortalecer el desdén, el resentimiento, el odio mismo
hacia los pobres.
Y si a alguien, entonces, como Eva Perón, se
le ocurría ya en el siglo XX proponer y defender el “amor a los pobres”, el
“amor a los humildes”, no podía sino más que recoger y concentrar -desde el
injusto paradigma de la discriminación y desde sus apologistas y repetidores-
el profundo y visceral odio hacia ella misma y a sus acciones en favor de los
desposeídos.
Desgraciadamente persiste, en este 2013, una
gran resistencia cultural y política para aceptar los valores de igualdad para
todos los habitantes de la Nación. La
Fundación Eva Perón y las asistentes sociales que se desempeñaron en la misma
brindaron un firme testimonio en pro de dichos valores, a partir de su accionar
concreto en la defensa y cristalización de los derechos sociales.
Diversas críticas se desplegaron acerca del
accionar de la Fundación ,
tendiendo a relacionar sus prácticas con componentes voluntaristas,
indiscriminados, anárquicos, espontáneos. O bien, dudas acerca de qué
construcción de “institucionalidad” se llegó a consolidar, para evitar que todo
lo realizado en materia asistencial se diluyera al desaparecer la Fundación.
En principio, es necesario destacar que la
existencia de la Fundación
abarcó sólo 7 años, de 1948 hasta 1955. Y el período principal, por la
orientación y por el ímpetu que le imprimió su fundadora, fue de 4 años, desde
1948 hasta 1952 en que fallece Eva Perón. Una organización que asumió de manera
masiva la atención de las problemáticas de los sectores más postergados y
excluidos de todo el país, habría de requerir de mayores tiempos para arraigar
y perfeccionar su funcionamiento. Resultó obvio que, después de septiembre de
1955, no se intentó continuar ni mejorar lo realizado, ni construir mayor
“institucionalidad”, sino directamente descartar e interrumpir -con extrema
irracionalidad y revanchismo- todo lo avanzado en materia asistencial.
Lo cierto es que Eva Perón logró instalar, a
partir de su prédica y de su acción, la transgresora y profunda noción del
“derecho a tener derechos”, habilitando la irrupción de un nuevo paradigma que
revolucionó conceptualmente el modo de entender y encarar la cuestión social.
A pesar de la intensa y destacada labor que
desarrollaron en la
Fundación las visitadoras y las asistentes sociales y de la
nueva orientación que asumía a la asistencia como un derecho, la profesión en
su conjunto no logró apropiarse de este avance conceptual que requería rescatar
y valorizar importantemente la dimensión de “lo asistencial”, en el marco del
proceso socio-educativo del Trabajo Social.
El propio Movimiento de Reconceptualización,
que irrumpió a mediados de los años 60 y que constituyó el momento de quiebre y
avance más importante de la historia profesional, no logró comprender ni
procesar la enorme significación que implicaba (y aún implica) el “derecho a la
asistencia” para la población involucrada en las prácticas del Trabajo Social.
Eva Perón, en “La razón de mi vida”, realizó
una trascendente y profunda caracterización acerca de la índole estructural de
las problemáticas sociales, cuando afirmó “Yo sé que mi trabajo de ayuda social
no es una solución definitiva de ningún problema. La solución será solamente la
justicia social (destacado mío).
Cuando cada uno tenga lo que en justicia le corresponde entonces la ayuda
social no será necesaria. Mi mayor aspiración es que algún día nadie me
necesite…”.
Por cierto, la búsqueda y la consolidación de
la justicia social, como paradigma distintivo del funcionamiento de una
sociedad determinada, requerirá asumir profundos cambios estructurales en línea
con los principios de igualdad que deben primar para todos los habitantes de
una nación. Pero… mientras tanto, cabrá seguir asumiendo -con firme decisión y
con la escala de recursos económicos suficientes- la perspectiva del
afianzamiento y expansión creciente de los derechos sociales, como una
contribución estratégica hacia la inclusión y la equidad deseada.
Resulta pertinente recordar que el Trabajo
Social actual y sus agentes profesionales (las y los trabajadores sociales)
mantienen vigente su posicionamiento en defensa de la justicia social, como
valor central en la consolidación de sociedades dignas y, como tal, plenamente
humanas.
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