“¿El
trabajador social es un político?”
Prof.
Norberto Alayón - Julio 8 de 2016.
SE AGRADECE
COMPARTIR
En el mes de agosto de 1990 se llevó a cabo, en Buenos
Aires, el XI Simposio Internacional de Trabajo Social, organizado por la Federación
Internacional de Trabajadores Sociales (FITS).
En dicho evento disertó el reconocido intelectual brasileño
Paulo Freire. Paralelamente ofreció una charla abierta para estudiantes y
profesionales, la cual se llevó a cabo el 9 de agosto en el Aula Magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires.
Después del golpe militar que se produjo en Brasil en 1964,
instalando en la presidencia al Gral. Castelo Branco, Freire se exilió en
Bolivia en septiembre de ese año. Acaecido otro golpe militar en Bolivia, que
impuso como presidente al Gral. René Barrientos, se trasladó a Chile en el mes
de noviembre, pocos días después de haber asumido la presidencia de ese país el
demócrata cristiano Eduardo Frei. Trabajó en educación popular hasta principios
de 1969 (antes de la elección del gobierno popular de Salvador Allende),
asesorando al Ministerio de Educación, al Instituto de Desarrollo Agropecuario
y al Instituto de Reforma Agraria. Muchos años más tarde fue Secretario de
Educación de Sao Paulo, Brasil, por el Partido de los Trabajadores.
En la conversación informal expuso, ante la pregunta de un
colega de Chubut acerca del rol del trabajador social, resaltando lo siguiente:
“cuando me preguntan sobre el rol del
trabajador social en uno u otro campo, se corre el riesgo de pensar que haya un
rol universal del trabajador social. La cuestión es que el trabajador social
como cualquier educador es un ser -como cualquier hombre y cualquier mujer-
histórico, haciéndose y rehaciéndose en la historia, social y no
individualmente. El trabajador social es, justamente por ser un trabajador
social, un político, lo sepa o no. Ahí no cuenta la subjetividad del trabajador
social, lo que cuenta es la objetividad de su práctica. La práctica del
trabajador social es política, independientemente de que el trabajador lo sepa.
Lo bueno es que lo sepa. La respuesta sería: depende de la opción política del
trabajador social, depende de la competencia científica y técnica del
trabajador social, depende de la coherencia que el trabajador social tenga en
su acción en función de su opción política, depende de los límites
institucionales, políticos, culturales y económicos, etc. a los que el
trabajador esté sometido. Esto significa que la respuesta al mismo tiempo es
difícil, porque no hay una sola, sino que hay diferentes hipótesis. Sin
embargo, creo que deberíamos decir que una de las tareas básicas del trabajador
social, si este trabajador o educador social es progresista, es plantear,
tantas veces como le sea posible, al grupo de obreros o a la comunidad en
general, la cotidianeidad misma, la experiencia cotidiana de los grupos para
que, tomando su propia experiencia cotidiana en la que se constituye su saber
como sentido común, puedan descubrir o hacer otra lectura más crítica de su
cotidianeidad, iluminando con esta lectura crítica la razón de ser de su
situación opresiva.”
Y agregó: “Hoy, en la
conferencia del Congreso, decía que una de las tareas de los trabajadores
sociales progresistas en este fin de siglo, es desarrollar prácticas
desocultadoras de lo real y nunca ‘ocultantes’. Esto es, una práctica de
develamiento de la ideología que nos domestica, para que, aclarando la penumbra
que esta ideología genera, podamos iluminar la realidad concreta que
necesitamos transformar.”
Reflexionar, conjuntamente con los sectores populares, sin
pretensiones paternalistas ni “iluminadoras”, acerca de los orígenes de la
pobreza, de la vulneración, de la discriminación, en suma de la injusticia
social, que predomina en el funcionamiento de nuestras sociedades, puede
significar una contribución sustancial de la práctica de los trabajadores
sociales que potencie la inescindible dimensión política de esta profesión. Es
desde esta perspectiva, que cabe caracterizar al trabajador social como un
actor político (en tanto opera sobre lo social), que pueda estar en condiciones
de asumir análisis críticos (de la política social, de las instituciones y de
su propia práctica) y desplegar acciones concientizadoras acerca de los
procesos de carácter estructural que afectan particularmente a los sectores
sociales tradicionalmente más vulnerados. En un sentido amplio, toda práctica
social es una práctica política.
Por otra parte, sobre las organizaciones gremiales de los
docentes, destacó un aspecto crucial que no suele ser tenido suficientemente en
cuenta. Afirmó que “un sindicato de
educadores tendría que tener momentos de grandes peleas por reivindicaciones
salariales, pero jamás reducir su lucha a esto. Un sindicato de educadores
tendría que preocuparse también por algo que es fundamental y que es la
formación permanente de sus cuadros. Es importante no dejar la formación
permanente -que ni siquiera es permanente- de los educadores, en manos del
Estado burgués. Debe entrar en ese campo y preocuparse por esas cosas, que yo
creo que son fundamentales y hasta ahora han sido abandonadas.”
La debida capacitación de los docentes, en sus distintos
niveles, también constituye un aporte estratégico para contribuir a identificar
y comprender rigurosamente el sistema social vigente y, a la vez, ir
apuntalando los cambios que conduzcan hacia un orden social más justo y
equitativo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario