¡Populista, sí: a mucha
honra!
Nota publicada en el Diario "Página 12" de Buenos Aires. Febrero 17 de 2014
Norberto Alayón (*)
(*)
Trabajador Social. Profesor Titular
(Facultad de Ciencias
Sociales-UBA)
En el lenguaje
corriente, ciertos políticos y académicos descalifican, abominan del término
“populismo”. Los “izquierdistas” critican al populismo porque éste no apunta a
erradicar el sistema capitalista. Los conservadores lo critican porque, aún
incompletamente, defiende más los intereses de los sectores
populares.
Se lo usa, se lo invoca
de manera peyorativa, como un insulto, como si fuera una “mala” palabra. Por
cierto, populismo se deriva de lo popular, de pueblo. ¿Estará mal hablar de lo
popular/pueblo o encarar políticas en defensa de lo
popular?
En contraposición,
¿estos sectores preferirían emplear el concepto de elitismo o de grupos selectos
(no populares) que serían diferentes y mejores que la gente común? Intentan
vilipendiar y construir una idea estigmatizante, desvalorizada de lo popular,
desde su propia posición de clase. Algunos por odio de clases y otros por
inveterada miopía intelectual, reflotan la vieja antinomia de “popular versus
antipopular”.
Juan Cruz Varela,
hermano de Florencio, fue un escritor y político argentino, instigador -junto a
Salvador María del Carril- del fusilamiento de Manuel Dorrego, perpetrado por
Juan Lavalle. En 1828, después de la caída del gobierno popular de Dorrego,
desde Montevideo escribió los siguientes versos: “La gente baja ya no domina y a la cocina
se volverá”. Fantástica y desgraciada oda antipopular, que refleja el
pensamiento de muchos, de ayer y de hoy. Lo que estaba y está por supuesto
también en juego en la actualidad, es la disputa por quién ejerce el poder: uno
u otro sector social.
En el basamento
ideológico del retrógrado sistema de segregación racial, denominado “apartheid”,
se mencionaba que “El más educado de los negros es, por definición, inferior al
menos educado de los blancos”. Si adecuáramos esta afirmación a las categorías
“rico/pobre”, podríamos leer, remedando a los seguidores del “apartheid”: “El
más educado de los pobres, es, por
definición, inferior al menos educado de los ricos”.
El desprecio que
algunos vuelcan sobre el populismo parece asimilarse a las críticas que se
verifican, en el ámbito de la justicia, hacia las concepciones “garantistas”,
que tienden precisamente a garantizar los derechos de todos. ¿Qué otra cosa se
debería ser? ¿Antigarantista? Por
ejemplo, al dictador Videla, a Martínez de Hoz, a la Sociedad Rural Argentina, a los
Macri de hoy, los seducían y los seducen las ideas y las políticas
antigarantistas. Quieren garantías (y especialmente privilegios) sólo para los
poderosos.
Las políticas
progresistas de Inclusión Previsional, de la Asignación
Universal por Hijo, el Programa PROCREAR de viviendas, el
Programa Conectar Igualdad, el Programa PROGRESAR han sido recurrentemente
tildadas de populistas, de demagógicas. ¡Menos mal que existen estas políticas
que propenden a una mayor justicia social! Estas medidas, ¿son criticadas por
impericia, por irresponsable liviandad, por interés político de mera y burda
oposición? Y ni qué hablar de aquellas extraviadas (para decir lo menos)
expresiones de ese dirigente político nacional, que avergonzarían y enfurecerían
a don Hipólito Yrigoyen, cuando criticó la Asignación
Universal por Hijo y dijo que la misma “se iría por la canaleta
del juego y de la droga”.
Resultan asombrosas,
cuando no tristemente patéticas, las opiniones de algunos cientistas sociales
que aparentan pasar como objetivos y rigurosos, arremetiendo sistemáticamente
contra lo popular, contra el populismo, obteniendo el beneplácito y la adulación
de poderosos diarios, canales y radios que representan los intereses más
antipopulares y que, como es coherente con su ideología, hasta apoyaron la
dictadura cívico-militar-eclesiástica iniciada en
1976.
Muchos de estos
cientistas sociales provienen del campo del “progresismo” o del “izquierdismo”.
Muchos hasta fueron funcionarios del menemismo y del gobierno de la Alianza y poco o nada
hicieron desde los ministerios y reparticiones de Desarrollo Social. Convendría
repasar y recordar sus nombres, para ver si se trata de las mismas
personas.
Critican al
kirchnerismo por populista. Lo mismo hacen otros con Evo Morales en Bolivia, con
Rafael Correa en Ecuador, con Dilma Rousseff en Brasil. Lo que es un mérito, en
beneficio de las mayorías más desprotegidas, intentan transformarlo en algo
descalificable, en algo abyecto. Resulta evidente que no critican para mejorar y
avanzar; critican para debilitar y retroceder.
En 2014, en el marco
concreto de la cruda realidad internacional y nacional, resulta absolutamente
pertinente apoyar las políticas de carácter popular, en línea con la defensa de
los sectores más postergados.
De merecer una crítica
o un epíteto insultante, de parte de los diversos sectores objetivamente
antipopulares (“izquierdistas” o conservadores, cientistas sociales o no)
preferiría y hasta me halagaría que me dijeran “populista”. La ceguera
reaccionaria y provocativa de muchos, me induce a asumir en la encrucijada
actual, la afirmación de ¡Populista, sí:
a mucha honra!
Buenos Aires, febrero
17 de 2014.