Comparto
nota breve sobre la miserable moralina de l@s macristas y aliados (incluyendo a
la “socialista” Beatriz Sarlo).
LAS Y LOS MOJIGATOS DEL SEXO
Norberto
Alayón (Trabajador Social. Profesor Consulto UBA).
A
raíz de una expresión sobre la sexualidad realizada por Victoria Tolosa Paz,
precandidata a diputada nacional por el Frente de Todos (FdT), se desató un
cúmulo de comentarios críticos, aparentando asombro e indignación, por parte de
distintos dirigentes y candidat@s que representan a los sectores conservadores,
neoliberales, libertarios, “socialistas”, que operan en nuestra sociedad y que
gobernaron (y gobiernan en varios distritos) malsanamente en contra de los
intereses de las mayorías nacionales.
De
este modo aparecieron en el candelero, para rasguñar alguna ventaja electoral
ante las próximas elecciones, personajes del macrismo y sus aliados como María
Eugenia Vidal, Ricardo López Murphy, Pablo Avelluto, Beatriz Sarlo, Luis Petri,
Ricardo Buryaile, entre otros, simulando beatitud casi infinita.
Se
presentan como escandalizados, ante los dichos de Tolosa Paz, que en rigor se refieren
a modos de expresión cotidianos, especialmente entre los jóvenes, como si
vivieran en un limbo angelical o en algún otro extraño planeta. Nada novedoso,
como no sea para los cultores de la más evidente y abyecta hipocresía.
Por
supuesto no corresponde, ni nos interesa, opinar sobre la sexualidad de María
Eugenia Vidal o de López Murphy, o de qué palabras utilizan para referirse a
cómo la ejercitan. Cada cual tiene absoluto derecho a asumir su sexualidad como
quiera (o como pueda), con una sola limitación: que no implique violar o abusar
de otros.
Todas
las personas, de cualquier partido político, que sean madres o padres habrán
desplegado obviamente su sexualidad para el acto de procreación. Cómo lo hicieron,
cómo se refieren al mismo, cómo lo denominan, cómo se lo comunican a sus hijos,
forma parte de su intimidad y de su derecho incuestionable.
No
conocemos que Vidal, o López Murphy, o Avelluto, o Sarlo, o Petri, o Buryaile
se hayan expresado críticamente cuando Macri dijo públicamente
aquello de “que a todas las mujeres les gusta que les digan qué lindo culo que
tenés”. O cuando el retrógrado médico Abel Albino, subsidiado económicamente
por el gobierno neoliberal macrista, manifestaba que “la mujer debe esforzarse
por ofrecer al hombre su virginidad tanto física como moral”.
Hacerse
hipócritamente la o el santurrón, para capitalizar electoreramente la temática
de la sexualidad, no sólo revela impudicia, sino que genera un objetivo
perjuicio al conjunto de la comunidad en su necesaria aspiración de consolidar
una sociedad madura y racional. La barbarización que evidencia este tipo de
posturas, de significativa pobreza argumentativa, caracteriza a estos
personajes, del arco fanáticamente opositor, como una suerte de
fundamentalistas talibanes argentinos.