Nota “LOS GORILAS NO SON
PROGRESISTAS”. Publicada en el Diario “Página 12”. Buenos Aires. 27/12/2019
viernes, 27 de diciembre de 2019
martes, 24 de diciembre de 2019
Adjunto
nota breve “LOS GORILAS NO SON PROGRESISTAS”.
Se agradece
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Norberto
Alayón - Trabajador Social
Profesor
Consulto (Facultad de Ciencias Sociales-UBA)
El
virtuoso y destacado periodista Luis Bruschtein hizo mención, en su artículo del
11 de diciembre publicado en el diario “Página 12”, al “progresismo gorila”. Al
respecto, nos parece conveniente exponer algunas apreciaciones tendientes a pensar
la pertinencia de esa caracterización, señalando -no obstante- que esa
referencia tangencial no invalida, en modo alguno, la certeza central de dicho
texto con el cual coincidimos plenamente.
En
los países subordinados al imperialismo, posicionarse en rechazo del campo
nacional y popular lleva indefectiblemente a la negación de la eventual
categoría “progresista”.
De
ahí que, en Argentina, los antiyrigoyenistas de ayer y los antiperonistas de
ayer y de hoy renuncian objetivamente, aún sin saberlo en muchos casos, al
comportamiento presuntamente “progresista” en relación a los proyectos populares
concretos, es decir alejados de posiciones abstractas, de principismos
estériles, de alegatos y exhortaciones infantiles.
Obviamente,
en nuestro país, se puede no ser peronista; pero ser ANTIPERONISTA (gorila, en
su versión más doméstica y cotidiana) niega desde el vamos cualquier pretensión
de asumirse como “progresista”.
La
incomprensión acerca del carácter y particularidades de los “países oprimidos”
(en términos del propio Lenin, el ruso no del lamentable ecuatoriano de hoy)
lleva sistemáticamente a los “progresistas” y a los “izquierdistas” a
posicionarse en contra del campo popular y, en definitiva y en concreto,
terminan abonando el campo antinacional.
Se
muestran inhibidos e incapaces de comprender las contradicciones principales
por las que atraviesan nuestros países, aún oprimidos y no significativamente
libres, en los aspectos cruciales de la soberanía política, de la independencia
económica y de la justicia social. Y precisamente (y no es casual) son estas
tres las fantásticas banderas nacionales, todavía inconclusas, levantadas y
reivindicadas por el peronismo en el caso de Argentina.
Para
recordar un solo y grave ejemplo. ¿Dónde estaban los “progresistas” y los
“izquierdistas” en la crucial elección de 1946, cuando la contradicción
principal era “Perón o Braden (el embajador norteamericano)”? Como es sabido, estuvieron
objetiva y concientemente con Braden en la llamada “Unión Democrática”. Los
“negros”, los desharrapados del sistema, comprendieron y votaron por la
verdadera versión progresista (nacional y popular, aún con limitaciones por
supuesto) que era Perón y no Braden. Los pulcros “progresistas”, que habían
caracterizado a aquellos peronistas incipientes del patriótico 17 de octubre de
1945 como “aluvión zoológico” o como una “turbamulta con aspecto de murga”, ¿a
quién votaron?: votaron sin dudar al candidato que impulsaba abierta y
descaradamente el embajador norteamericano Braden.
Lamentablemente,
la lucha entre las naciones opresoras y las naciones oprimidas sigue vigente.
Disociar la anhelada y futura “liberación social” de la aún pendiente
“liberación nacional” es suicida y se distancia desde luego de la perspectiva y
del tránsito hacia la liberación total. Y es que el imperialismo y las
oligarquías nativas aliadas al mismo continúan siendo el enemigo principal de
nuestra emancipación.
Resulta
vital poder reconocer el valor y la progresividad histórica de los movimientos
nacionales y populares (democrático-burgueses) en nuestros países. Y es bien llamativo cómo la derecha y la
“izquierda” suelen coincidir en los hechos en la oposición a dichos
movimientos. La derecha actúa coherentemente en función de sus intereses y la
preservación de sus privilegios, mientras cierta “izquierda” demuestra su
trágica incapacidad para comprender la cuestión nacional en nuestros países.
De
ahí que, aunque pudiera parecer como ofensivo, no sólo existen cipayos de
“derecha”, sino que algunos otros (aún con las mejores intenciones, pero de
principismo abstracto) se transforman en cipayos “de izquierda”. Porque los
“izquierdistas”, en nuestra sojuzgada América Latina, son meramente “izquierdistas”:
en definitiva, podría decirse que no son la izquierda.
Por
todo ello, los “gorilas” -embebidos de una enorme incomprensión y hasta de odio
hacia los sectores populares- no son
progresistas. Reiteramos, entonces, que -por supuesto- se puede no ser
peronista, pero en Argentina ser antiperonista (gorila, de derecha o de
izquierda) nos aleja irremediablemente de la necesaria construcción de un país
más libre y más justo.
miércoles, 18 de diciembre de 2019
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