¡NO ELIJAN A UN MACRI ECUATORIANO!
Norberto Alayón
Profesor Consulto de la UBA
Marzo 2017
El próximo 2 de abril los
ecuatorianos vuelven a votar para elegir un nuevo presidente para los próximos
cuatro años. La opción será entre Lenin Moreno, actual vicepresidente de Rafael
Correa, y Guillermo Lasso, multimillonario banquero de Guayaquil.
Tomando en cuenta los proyectos de
retrocesos generalizados (cambios para atrás) que se vienen registrando con
tanta crudeza en Argentina y en Brasil, los movimientos sociales
latinoamericanos han publicado un significativo Manifiesto, donde expresan:
“Querido Pueblo de Ecuador: no caigan en la trampa de elegir a un banquero,
porque después no habrá tiempo para el arrepentimiento; pagarán con sus
trabajos el error político.”
En Argentina, miles y miles de
personas que creyeron ingenuamente que el cambio que prometía Mauricio Macri
era para mejorar, ya han caído en cuenta de la falsedad de esa propuesta
electorera y se expresan profundamente arrepentidos de haberlo votado. Pero…
ahora es tarde.
Mauricio Macri también es
multimillonario (como Guillermo Lasso), amasó su enorme fortuna con vinculaciones
dudosas, negociados con todos los gobiernos y evasiones impositivas de gran
cuantía. Representa al neoliberalismo más fundamentalista y está arrastrando al
país a la disgregación, al crecimiento de la pobreza y la exclusión y al
desempleo deshumanizante. Como Lasso, del Banco Guayaquil, él y su enriquecida
familia tienen decenas de empresas con fondos radicados en guaridas fiscales
del mundo para la evasión y lavado de grandes sumas de dinero.
El clamor popular de que “Macri
gobierna para los ricos”, ya es una constatación irrefutable. El empeoramiento
es tan marcado, con la generación de 1,5 millones de nuevos pobres y 600 mil
nuevos indigentes en tan solo un año, que ni siquiera los medios hegemónicos y
conservadores ya lo pueden ocultar. El cierre de fábricas y de empresas, la
reducción de personal, la contracción de los salarios, el aumento desmedido de
las tarifas y el transporte, el crecimiento de la inflación, el debilitamiento
de las políticas sociales, la marcada retracción del consumo (hasta el consumo
de leche se ha reducido) muestran un panorama absolutamente desalentador.
El Papa
Francisco, el pasado 15 de marzo, manifestó: “El trabajo nos da dignidad y los
responsables de los pueblos, los que gobiernan, tienen la obligación de hacer
todo lo posible para que cada hombre y cada mujer puedan trabajar y así
tener la frente alta, mirar cara a cara a los demás, con dignidad.
Los que, por maniobras económicas, por hacer negociados no del todo claros,
cierran fábricas, cierran empresas laborales y quitan el trabajo a los hombres
cometen un pecado gravísimo." Macri, que se dice católico, con su gobierno
está “pecando gravemente”.
La presencia distorsionante y
antidemocrática de los EE.UU. en nuestra América es de larguísima data y a
todas luces verificable. Con su participación directa o indirecta, apoyando a
las fuerzas locales conservadoras, en los últimos años han desestabilizado o
tumbado a distintos gobernantes latinoamericanos: Zelaya en Honduras, Lugo en
Paraguay, Chavez/Maduro en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia,
Lula/Rousseff en Brasil, los Kirchner en Argentina.
Los gobiernos de carácter
nacional-popular, obviamente, no son perfectos. Cometen errores, pero su
perfilamiento global los conecta con los intereses históricos de los sectores
más desfavorecidos y ahí radica su enorme progresividad. Estos gobiernos son
fuertemente atacados por el imperialismo y por las fuerzas y partidos
conservadores de sus respectivos países, no por sus debilidades y defecciones,
sino precisamente por sus aciertos en defensa del interés de las mayorías
populares. En 2017, los gobiernos nacionales-populares, los populismos
latinoamericanos como los que menciono más arriba, son los enemigos
principales del imperialismo.
La unidad latinoamericana, la
construcción de la Patria Grande, permanece siendo el objetivo estratégico en
la lucha inconclusa de nuestros pueblos por la soberanía política, la
independencia económica y la justicia social.
Por eso las elecciones del 2 de
abril en Ecuador deben ser comprendidas también como si fueran elecciones
argentinas, o como brasileñas, o como bolivianas, o como venezolanas. Es el
futuro, venturoso o degradado, de nuestra América Latina lo que está en juego.
Anticipada y justa razón tenía
Jorge Abelardo Ramos, cuando decía hace ya muchos años que “Fuimos argentinos,
uruguayos, bolivianos, peruanos, porque no supimos ser latinoamericanos.”
El próximo 2 de abril muchos
argentinos y argentinas queremos ser ecuatorianos. Y anhelamos profundamente
que no se equivoquen, como nos pasó en Argentina con Mauricio Macri.
Por nuestra América inconclusa,
por nuestra liberación aún en ciernes, les rogamos, queridos hermanos y
hermanas ecuatorianas, ¡QUE NO ELIJAN A UN MACRI ECUATORIANO!