¿TRABAJO SOCIAL CRÍTICO versus
TRABAJO SOCIAL NACIONAL Y POPULAR?
Norberto Alayón
(*)
(*) Trabajador Social. Profesor
Titular (Carrera de Trabajo Social-UBA)
Publicado en Semanario "Trincheras" Nº 81. Posadas, Misiones. Mayo de 2012.
Entre septiembre de 1977 y abril de
1978 escribí un texto sobre antecedentes históricos del Trabajo Social en
Argentina, que fue publicado originalmente en Lima, Perú por el Centro
Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS). La 5ta. edición fue publicada en
2007 por la Editorial Espacio
de Buenos Aires.
En las “Consideraciones finales” del
libro decía: “Nos proponemos continuar la indagación sobre éstos y otros
aspectos del Trabajo Social, circunstancialmente no incluidos en esta
oportunidad. Pero especialmente nos interesa dejar esbozada una hipótesis de
trabajo, con aspiraciones de llegar a demostrarla, sobre la existencia histórica
-con sus avances y retrocesos- de un Trabajo Social liberal-oligárquico, de un
Trabajo Social popular y de un Trabajo Social tecnicista. Lo estudiado en este
primer intento, nos orienta en ese sentido.”
Y agregaba: “Finalmente, deseamos puntualizar que este ensayo sólo aspiró
a desbrozar el camino y destacar la necesidad de investigaciones que relacionen
-como debe ser- la
Historia y la
Política con el quehacer profesional y su
interdependencia.”
Con frecuencia se formulan (y yo
también lo hice y lo hago) afirmaciones tajantes, que suelen operar casi como
consignas que nos permiten ubicarnos rápidamente, en el lenguaje coloquial, pero
que no siempre despejan con mayor precisión las complejidades que encierran las
“categorías” o las categorizaciones.
Cuando hace 34 años atrás, yo
hablaba de un “Trabajo Social liberal-oligárquico”, de un “Trabajo Social
popular”, y de un “Trabajo Social tecnicista”, creo que sabía -con mayor
contundencia que hoy, pero tal vez con menor rigor- a qué me refería.
En el primer caso (“Trabajo Social
liberal-oligárquico”), apuntaba a caracterizar a aquellas prácticas
profesionales que se nutrían conceptualmente de las posiciones más
conservadoras, negadoras de la vigencia de un orden social intrínsecamente
injusto, plagadas de prejuicios interesados acerca del fenómeno estructural de
la pobreza, que implementaban mínimas medidas paliativas y básicamente acciones
de control social de las clases populares.
En el segundo caso (“Trabajo Social
popular”) hacía referencia a una concepción antagónica con la anterior, que
resaltaba el origen estructural y social de los problemas y necesidades
insatisfechas que padecen los sectores populares, rescatando la impostergable
puesta en vigencia de los derechos sociales para el conjunto de la población y,
en particular, de los sectores más expoliados de la sociedad. Desde esta
perspectiva, la profesión podría (y puede) contribuir (modesta, pero
eficazmente) a la consolidación de una mayor justicia
social.
En el tercer caso (“Trabajo Social
tecnicista”) daba cuenta de los avances de carácter instrumental que se
producían en la profesión, pero que evidenciaban serias limitaciones al no
acompasarse con la necesaria comprensión de las causas de los problemas y con
políticas de índole estructural que atacaran los núcleos duros de la explotación
y la marginación.
Las consignas, con mucha frecuencia,
no suelen decir demasiado. Muchas veces esconden limitaciones diversas,
reduccionismos, hasta extravíos. Nos sirven sí para “comunicarnos” prestamente,
para creer entendernos sin mayores explicaciones como con el uso del lenguaje en
el ámbito familiar, pero nos pueden alejar de la comprensión debidamente
fundamentada de la complejidad de la realidad.
Por ejemplo, referirse hoy a
“Trabajo Social crítico” puede querer decir mucho, pero también puede decir
poco. Lo mismo que referirse a “Trabajo Social nacional y popular”: puede querer
decir mucho, pero también puede decir poco.
Y cabe el interrogante siguiente:
“un Trabajo Social crítico”, ¿puede no ser “nacional y popular”? Y “un Trabajo
Social nacional y popular”, ¿puede no ser “crítico”? Si “un Trabajo Social
nacional y popular” no es crítico, ¿qué sería? ¿acrítico y ciegamente
obsecuente? Si “un Trabajo Social crítico” no es nacional y popular, ¿qué sería?
¿antinacional y antipopular? Claro que hay que recordar que, en el campo
propiamente político, en nuestros países ha habido (y hay) una “izquierda
nacional” y una “izquierda antinacional”.
Me adelanto rápido, intentando
emular la contundencia de hace más de tres décadas: un Trabajo Social “crítico”
debe ser “nacional y popular”. Y un
Trabajo Social “nacional y popular” debe ser
“crítico”.
Un “Trabajo Social crítico” debe ser
crítico precisamente de las estructuras de dominación y dependencia aún no
definitivamente erradicadas en nuestros países, pero también debería estar en
condiciones de reconocer y apoyar los procesos nacionales y populares (aunque
inconclusos y pasibles de profundización).
En caso contrario, la legítima aspiración “crítica” se esteriliza, se
extravía o bien puede contribuir objetivamente -más allá de las intenciones que
se invoquen- a la no concreción de los cambios necesarios, fortaleciendo -de
hecho- las posiciones más refractarias.
Un “Trabajo Social nacional y
popular” debe preservar su capacidad de análisis crítico, aún partiendo de su propia adhesión al proyecto
“nacional y popular”, precisamente para garantizar el pleno cumplimiento de los
más caros objetivos a favor de los derechos e intereses de los sectores
populares.
Es necesario que todos comprendamos
a fondo la diferencia entre “criticar para avanzar” (y esto hay que apoyarlo) y
“criticar para paralizar y retroceder” (y esto hay que
combatirlo).
Con Paulo Freire me reafirmo, en su
expresión: “para poder mañana lo que hoy es imposible, tenemos que ir haciendo
lo que hoy es posible”, y ello no significa claudicación ni resignación, sino
agudeza política para comprender y enfrentar en concreto (más allá del
“consignismo” abstracto) los desafíos coyunturales -pero también estratégicos-
de la historia nacional y latinoamericana.
Buenos Aires, Mayo de
2012.